Libre de presiones.

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 Los días fueron pasando rápido; las horas que antes Viktor sentía eternas, pasaron a ser divertidas. Adoraba su nuevo ambiente laboral, tener a Chris allí hacía que hasta llenar informes médicos sea entretenido.

El ambiente con los pacientes era cómodo con bromas o comentarios cotidianos, también la compañía de la doctora Mila era agradable. La mujer pelirroja mantenía siempre una linda sonrisa y sabía chismes de casi todo el personal médico. Fue gracias a ella que logró recolectar más información de su enfermero favorito.

Mila al ser inseparable amiga de Sara, conseguía datos de primera mano. De esa forma Viktor armó una rutina en base a los horarios de descanso de Katsuki, logrando así cruzárselo en la cafetería o en los lugares de descanso, aunque también solía escaparse cuando no tenía demasiado trabajo, pidiendo a Chris que lo cubra para hablar o ayudarlo en lo que sea que el joven enfermero esté haciendo.

Yuuri por su parte no sabía cómo sentirse. Sabía que Viktor le gustaba, aunque aún no sabía qué intenciones tendría el doctor sobre él. Eran amigos, claramente. Se sentía halagado de tenerlo tan presente, pero no sabía cuánto tiempo podía llegar a durar esto.

Su hermana seguía preguntando por sus citas, Yuuri le comentó lo desastrosa que fue la última, aunque ella simplemente le dijo que no se rinda y siga insistiendo, éste no podía negar que se sentía demasiado presionado con lo que ella le había impuesto. ¿Desde cuándo tener una pareja era una obligación? ¿Acaso estaba mal disfrutar de su soledad? Recordar que hasta el joven Plisetsky sabía de esta situación lo hacía sentir aún más agotado.

Su jornada laboral estaba llegando a su fin, el último paciente se había retirado. Yuuri se sentó, quitó sus gafas para esconder su rostro entre sus manos y suspirar largamente. Necesitaba un momento de desahogo, quería enfrentar a su hermana, explicarle sobre la presión que sentía, más aún no encontraba las fuerzas. Demasiadas horas de trabajo, sumando al nuevo sentimiento que comenzaba a crecer por el doctor, lo estaban llevando al límite. 
Para su suerte tenía un gran amigo a su lado, alguien que estaba dispuesto a ser su soporte cada vez que lo necesitaba, alguien que con el simple hecho de mirarlo; sabía lo que necesitaba

—Yuuri, ¿harás algo este fin de semana? —indagó Phichit colocando su mano sobre el hombro de su amigo—. Si gustas podemos salir a beber algo... O quizá no, quizá prefieras beber algo en tu departamento. ¿Qué dices?

Vaya que lo conocía. Sabía que prefería mil veces una velada en su hogar viendo películas o jugando videojuegos, a una noche de fiesta como las que solía preferir el más joven de los dos.

Luego de frotar sus ojos y largar un suspiro, aceptó la propuesta de su compañero con una sonrisa de paz.

...

Yuuri comprendió que la tranquilidad no sería algo que predomine aquella noche, ver a Phichit llegar con una bolsa llena de cervezas y otras bebidas fuertes lo hizo reír. Su amigo lo conocía lo suficiente como para saber que no era un buen bebedor, las pocas veces que tuvo el lujo de verlo ebrio las cosas no salieron nada bien, ¿qué estaría pretendiendo que pasara esa noche? Aún no lo sabía.

Comieron algunos snacks mientras jugaban juegos en línea, bebían mientras descargaban tensiones acumuladas en la semana gritando a la pantalla de la televisión.

Casi llegada la media noche, sus sentidos no les permitían hacer nada coherente por lo que se dedicaron a poner música y bailar torpemente, cantar desafinados o bailar pasos sin sentido mientras reían. Yuuri, totalmente desinhibido, utilizaba una escoba como micrófono y Phichit no perdía chances de tomar fotografías.

En medio de la euforia, con el rostro demasiado caliente y una confianza arrolladora, Katsuki sugirió:

—¡Phichit, salgamos! Vamos a un club.

No hizo falta que lo diga dos veces, ambos corrieron a quitarse su ropa cómoda por algo más digno de la noche. Minutos después iban camino a una disco.

Al ingresar al lugar el olor a cigarro y sudor le pegó tan fuerte a Yuuri que comenzó a arrepentirse, pero antes de flaquear, Phichit tomó su brazo y lo adentró al lugar. 
Pidieron un par de bebidas en la barra, luego de beberlas el más joven lo llevó de la mano a la pista para continuar con lo que habían comenzado en la casa, quería que el Yuuri cantante y bailarín se divierta fuera de la zona de confort.

Mareado por las luces de colores y el olor, Yuuri no podía coordinar sus pasos, sentía calor, sed. Buscó a su compañero pero no lo encontró, comenzó a bailar solo, sabía que Phichit conocía bien el lugar, seguramente estaba bailando con alguien conocido.


La canción que estaba sonando le era conocida, la sabía, cantaba con confianza y bailaba libremente. Sentía calor, no era por vergüenza, era el alcohol en su sistema.

Yuuri desabrochó un poco su camisa, sin embargo, sintió una mano sobre su hombro. Al voltear se encontró con los bonitos ojos azules de Mila, la doctora. Ella le dijo algo que no alcanzó a escuchar, segundos después apareció Sara, ambas lucían muy felices y con el rostro teñido de rojo por el alcohol. Lo invitaron a bailar con ellas. El nipón comenzó a reír por la casualidad de encontrarlas allí, más tarde recordaría que Sara y Phichit solían mencionar que les gustaba ir a la misma disco.


En medio del caos de personas, su amigo apareció, se encontraba tomándose fotos con unos jóvenes que Yuuri no conocía pero creía haberlos visto en las redes del más joven. Al notar a su amigo y sus acompañantes, Pichit se dirigió a ellos para tomarse fotos también. Mila sacó su celular y se tomó algunas fotos abrazando a Sara y a Yuuri, después de todo, era una oportunidad única. Desde que conocía a Katsuki jamás imagino que lo vería así de suelto y sonriente.

Yuuri llamaba la atención, el estado de ebriedad le daba confianza y debía reconocer que sus pasos torpes ya no eran torpes, sino, que lucían hasta seductores.

Mila se dedicó a grabarlo un poco. Sabía que había una persona que el día de mañana le debería un favor enorme por tan valioso tesoro. 
En cuanto a Phichit, logró su cometido, sabía que al menos por esa noche las presiones del cuerpo de Yuuri se habían disipado, mañana lo odiaría por la resaca, pero le agradecería, sabía que lo haría. 

Continuará...


Nota: A veces es necesario bailar o cantar para distraernos y desahogar nuestras penas.
Gracias a quienes siguen esta historia! Disculpen por seguir demorando en actualizar. Hasta la próxima 

Camino A Tu Lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora