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GIVE ME, GIVE ME, GIVE ME...

Actualidad.

[...]

El baño de donceles de mi oficina no es un sitio muy concurrido, por eso siempre ha sido mi centro de operaciones. Aquí me peino y me maquillo cuando se me ha pegado la almohada y aquí respiro hondo también cuando lo necesito, que es
bastante a menudo.
No hay nadie que me acose visualmente, así que tengo tiempo para valorar si en realidad quiero hacer lo que estoy pensando.
Pero... ¿Ah quién quiero engañar?
Lo necesito. Querer..., querría otra cosa bien distinta.

Me paso la mano por mi cabello ligeramente ondulado y me distraigo con el reflejo que la luz saca a mi tinte. Ni siquiera recuerdo cuál es mi color natural, creo que siempre lo he llevado tintado de color rojo. Suspiro y repaso el maquillaje. Importante no parecer E-Dawn con ese antiguo maquillaje que lo hacía lucir enfermo, me disculpo, le queda a él pero en mí se vería fatal. He de tener un aspecto más "amigable". Saco del bolsillo mi tinta e hidratante de labios y repaso también mis mejillas, que destacan en mi piel blanca.

Pienso por un momento que todo sería más fácil si tuviera una de esas
miradas de hielo. No, en serio. Siempre quise tener una mirada de esas que matan.
Sé que soy vistoso, pero... ¿De qué sirve eso?

Cojo aire y me plancho la camisa con las manos. Salgo del baño y corro al
despacho de Jungkook y derrapo en una esquina. Me choco con el secretario del director de marketing; doscientos mil folios caen por el suelo. Todo el mundo mira el desastre, pero lejos de agacharse y ayudarnos, siguen concentrados en sus pantallas, lo que quiere decir: jugando al póquer por Internet, enviando fotos de chicas en pelotas o comprando alarga-penes online.

¿He comentado que soy el único doncel de mi departamento? Bueno, yo, al que acabo de atropellar y Baekhyun, el secretario de recepción.
Uno de los dos se afeita el bigote y el otro se tira ruidosos pedos que intenta disimular con tosecitas delicadas. Eso me deja, quizá, no en el puesto de el único doncel, pero sí en el único que lo parece. Y debo alejarme pronto, porque este es el de los gases.

[...]

Llamo pero no doy tiempo a que me dé permiso para entrar. Abro la puerta y avanzo jadeando por el esfuerzo de correr veinte metros con estos zapatos con plataforma. Jungkook me mira y parece no estar de buen humor. Su mirada es fría e incluso despiadada, pero esa expresión podría someter al más valiente.

Hoy lleva el traje azul marino, la camisa celeste y una corbata estrecha a rayas. Este conjunto me encanta.

Deja a un lado los papeles y se acomoda en su silla. No puedo evitar desorientarme cuando le miro a los ojos. Es demasiado guapo para ser verdad, tanto que duele. Y duele en un lugar muy íntimo.

-¿Qué mosca te ha picado, Park?- Aquí todos me llaman por el apellido.
Recupero el aliento y cierro la puerta.

-Tengo un problema. ¿Quién dice problema? ¡Una crisis! No, no, no, ni crisis puede llamarse, es una hecatombe. Y mira por dónde que tú puedes ayudarme.

Jungkook sonríe. Nunca ha podido esconder que le hago gracia, pobre. Al menos cuando no hay nadie más para juzgarlo. Así que suelo aprovecharlo en mi favor. Y aquí está, esbozando una sonrisa comedida. Siempre de lado, sin enseñar los dientes, blancos, al estilo de conejito, perfectos. Este gesto le hace parecer un irresistible niño malo.

Tiene el pelo de príncipe de cuento y casi siempre lo lleva bien peinado.
Parece modelo... Pero sé de buena fuente que fuera de la oficina no sabe lo que es un peine. Y con el pelo revuelto se ve aún más atractivo. Igual que con barba de tres días. Me encantaba que su barba me hiciera daño; como el resto de él. Y no soy masoquista es... es algo más complicado. Y si él sonríe, yo le devuelvo la sonrisa porque es muy guapo y no puedo evitarlo.

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora