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UNA ESTRELLA DEL ROCK.

Volvemos al presente.
Con el YoonMin.


[...]

Ya no hay estrellas del rock como las de antes, eso está claro. Ahora no se
convierten en mitos, al menos no como los de cuando ni siquiera habíamos nacido. Aquellos eran grandes y los de ahora, una versión light. Pero si entre toda la generación sin cafeína actual hay alguien que destaca, alguien que puede compararse a los grandes, a las leyendas, ese es Yoongi, el cantante de Disruptive. Yoongi es un hombre tan guapo que de haber sido un buen chico habría supuesto una pérdida irreparable para el imaginario erótico femenino a nivel mundial. Casi siempre que sale en la prensa es por estar zumbándose a alguna modelo e it girl rebelde o por haberse enrollado en alguna pelea de bar. Creo que es posible que alguna vez hiciera las dos cosas juntas. Es uno de esos niños malos que te arrancan un ronroneo involuntario de la garganta.

La cuestión es que Yoongi, con su cabello negro, lacio y siempre desordenado, con un leve toque emo, lleva tatuados hasta los nudillos de las dos manos con el mítico "Hate", "Love". Es tan bad boy que solo con verlo en la tele se me caen los boxers hasta el suelo.

Y ahora lo tengo al lado, sentado en la arena.

Nunca he sido demasiado fan de su música, la verdad, pero sentí mucho
cuando su grupo se separó, más que nada porque temí que, como en tantos otros casos, su disco en solitario no triunfara y él desapareciera de la vida pública. No lo sentiría especialmente por él; dicen que ya amasa una de las fortunas más
grandes de la actual industria musical. Lo único a lo que tenía miedo era a quedarme sin poder mirar con la babilla colgando las fotos que salen de él con cada promoción discográfica. Pero no. Parece que el asunto turbio de drogas, violencia y cárcel que lo ha separado del resto de sus compañeros (que al parecer lo hacían parecer buen chico y todo) le ha dado publicidad y lo ha encumbrado como el nuevo chico malo del panorama musical. Chico malo con carita de no haber roto un plato en su vida; un engañamadres de impresión, sexi y melancólico.

Desde entonces, además de haberse tatuado el pecho, haberla emprendido a golpes con un par de paparazzi y haber protagonizado el videoclip de otra cantante de moda, ha ganado más premios que ningún otro a su corta edad.

Como yo de él solo admiro lo bueno que está, no sé muchos datos,
únicamente que nació en Sur Corea, que sus padres se mudaron a un punto indeterminado de Escocia en algún momento de su niñez y que él terminó, cosas del destino, poniendo cafés en Los Ángeles, donde llamó la atención del ojeador de una agencia de modelos.

Entre una cosa y otra, saltó la liebre de su talento musical y sin darse apenas cuenta, estaba grabando su primer videoclip junto a cuatro energúmenos que debían de ser los amiguetes con los que fumaba los fines de semana y que, por azares del destino, sabían tocar la batería, el bajo y la guitarra eléctrica.

Ayyyy, es todo un chico malo…
Y aquí le tengo, sentado a mi lado, mirándome a través de los lacios mechones de su pelo negro brillante, interesándose sobre por qué Jungkook y yo rompimos. En serio, Jimin…, ¿cómo lo haces para que tu vida sea tan rara?

A pesar de lo extraño de las circunstancias que me han llevado a estar allí contándole mi vida, me siento muy cómodo. Tengo la certeza de que este chico ya lo ha visto y oído todo, así que nada de lo que yo le cuente le parecerá tan extraño y sin sentido como a la gente que me rodea. Hay algo en Yoongi que lo hace espontáneo, a pesar de lo tremendamente bueno que está. Y cuando digo que está bueno, me quedo muy corto. Es la versión bad boy del príncipe de mis sueños, pero no en plan lindo, sino de esos sueños de los que te despiertas en mitad de un orgasmo brutal que no puedes controlar.

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora