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LA BRUTAL RUTINA AGRADABLE

Volvemos al pasado.

[...]


Un par de días después recibí en mi correo electrónico un documento escaneado que resultó ser el resultado de los análisis de Jungkook. Se había dado prisa. Ese papel certificaba que era una persona completamente sana, de modo que esa misma tarde tuve la cita con mi ginecólogo, que ya me había encargado de pedir por teléfono. Unos días más tarde yo pude hacer lo mismo con él. Empezaría a tomarme la píldora en poco tiempo y al tonto de Jimin, le parecía importante. ¿Por qué? Pues porque:

a) suponía que al menos estaríamos juntos más de un mes, que es lo que tarda en ser efectiva, y así, pensaba, podría enamorarse de mí;
b) porque me parecía íntimo y lo íntimo siempre me gustó más que lo sexual;
c) porque era la primera vez que yo decidía hacer una cosa así por un hombre.

Aquella semana establecimos la rutina de vernos todos los días después del trabajo, excepto la noche del miércoles, en la que él tuvo una "cena de negocios". Me dijo que podía pasarse por mi casa al terminar, pero no me sentía cómodo con la idea de que viniera a las doce de la noche a verme. Abrir la puerta a esas horas para tener sexo y dormir solo después no era lo mismo que viniera a las ocho de la noche, folláramos, nos diéramos una ducha, cenáramos algo y después yo me quedara dormido en el sofá y él me despertara para otra sesión antes de irse.

Cuando llegó el fin de semana, fue raro. Llevábamos una semana entregados al sucio fornicio. Él me desnudaba, se arrodillaba, paseaba la lengua entre mis muslos y yo, agarrándole del pelo, le decía cosas sucias que a él le encantaban. Después de toda aquella intensidad y de tanto descontrol, ¿qué haríamos el sábado? ¿Quedar para ir al cine? Jungkook me dijo el viernes por la tarde, por teléfono, que tenía que hacer cosas el sábado por la mañana pero que si me parecía podríamos quedar para comer. Eso suponía un avance. Ya no estaríamos metidos en la cama todo el rato, como me temía. Así que, claro, dije que sí. La conversación telefónica, que se esperaba del tipo "quedamos a esta hora en este sitio, sí, adiós, mua", se alargó un poquito. Sin que tuviera que preguntarle nada me estuvo explicando que había pensado poner una estantería más en su despacho y que iba a acercarse a Ikea para comprarla. Y enfrascados en una conversación sobre muebles con nombres impronunciables y albóndigas suecas, decidimos que a lo mejor era divertido ir juntos.

El sábado pasó a buscarme a las doce en punto.

Qué guapo— dijo al verme entrar en su coche.

Gracias. Tú tampoco estás nada mal— Me senté en el asiento del copiloto y me quedé mirándolo, sonriente —¿Qué pasa?— le pregunté al ver que
vacilaba.

¿No me das un beso?

No sabía que ya éramos de esas parejas que se saludan con un beso.

—En el trabajo no puedo hacerlo, pero en mi coche no hay normas y si las hay, son pro beso.

Me acerqué, clavándome un poco el freno de mano, y Jungkook me besó. Un beso simple al principio, pero después, cuando ya me retiraba, me sujetó y me metió la lengua dentro de la boca deslizándola alrededor de la mía. Gemí. Jungkook besaba tan bien que empezaron a apretarme ciertas costuras de los pantalones.

Una de sus manos me tocó un pezón y yo me dejé hacer mientras él, de pronto, me besuqueaba todo el cuello, dándole pequeños mordiscos, y me lamía la oreja. Me deshacía entero. En lo único en lo que pensaba yo de pronto era en abrirle la bragueta y regalarle una mamada.

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora