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EL DESPERTAR MÁS EXTRAÑO DE LA HISTORIA DE MI HILARANTE VIDA.

Volvemos al presente.

[...]

Una vez me desperté con un cerdito vietnamita enano teñido de rosa a mi lado en la cama. Palabrita de honor. A nuestro alrededor había tanta basura que me costó saber dónde estaba y, sobre todo, encontrar mi ropa. Creí que aquel sería el despertar más extraño de mi vida hasta que tras otra fiesta Taemin, uno de mis amigos, entró vestido con cosplay de Sailor Moon en la habitación donde yo agonizaba, tocando una trompeta que nadie sabe de dónde sacó y lanzándome encima un vaso de granizado de limón. Es suficientemente extraño, ¿no? Estoy curado de espanto y a pesar de eso…

Me he despertado con el ruido de la puerta al abrirse de par en par. Al
incorporarme en la cama, vestido aún, me he quedado mirando a la mujer que tenía delante, esperando que dijera algo. Si alguien irrumpe en tu habitación esperas que diga algo. Yo pensaba que iba a anunciar que el desayuno ya está preparado, pero aquí estoy, escuchándola gritar:

¡Yoongi! ¡Deja de traer putas, maldición!— Abro los ojos de par en par y veo cómo, al tiempo que se acerca a la cama, echa mano de la cartera y me pregunta cuánto me deben.

¡Oiga! ¡Que yo no soy ningún escort, ni nada por el estilo!— me quejo con voz somnolienta.

Ya, sí, claro. Lo de anoche fue por amor.— Me tira unos billetes encima sin apenas mirarme y se dirige hacia la puerta otra vez.

Pero…— murmuro confuso.

Si me vas a decir que vas a contárselo todo a la prensa, hazlo. Así le haces un poco de campaña gratis. Me da igual que digas que la tiene como un cacahuete o como un brazo. Toda publicidad es buena.

Me levanto de la cama dispuesto a tirarle de nuevo el dinero a la cara y marcharme muy digno, pero al cogerlos me doy cuenta de que son billetes de quinientos y, no sé por qué, a mis dedos les cuesta desprenderse de ellos.

Cojo mi bolso de hombro y salgo al pasillo para comprobar que hay gente moviéndose por todas partes. Parece un circo. Tengo serias dudas sobre si no es realmente el circo mundial, que también ha sido invitado a dormir en la casa. Me dirijo muy seguro a la habitación de Yoongi dispuesto a despedirme, darle las gracias y decirle, de paso, que tiene a gente muy poco educada bajo su mando, cuando una mano enorme me aparta y me empotra contra una pared. Creo que la onda expansiva mata por lo menos a dos ardillas en la otra punta del mundo.

Oye, chico, ¿no te dije que te fueras?, ¿qué quieres?, ¿llamamos a la policía?— Y detrás de la mole humana que me tiene aprisionado entre su mano y la pared aparece la maldita cerdaca que me ha tirado los billetes.

No llames a la poli. Si los llamas no puedo darle un par de golpes— dice la montaña con brazos.

Yoongi sale de su habitación con unos jeans negros y sin camiseta. Tanto da. Lleva el pecho y los brazos tan tatuados que casi no se ve piel. Pero, ayyy, qué visión. Es como un ángel macarra y mis boxers luchan con voluntad propia por irse con él y meterse en uno de sus bolsillos. Es raro, porque nunca me han gustado los hombres tatuados. Pero no sé si es que sus tatuajes son diferentes o que en su piel tienen otro efecto. La cuestión es que me gusta. Estoy a las puertas de un ataque del síndrome de Stendhal. Tengo que hacer algo con esta inclinación enfermiza por los chicos guapos que no me convienen y que nunca me querrán.

Pero… ¿qué pasa?— pregunta con voz pastosa, revolviéndose el pelo.

Éste chico, que no se quiere ir.

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora