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Mi Movil.

Volvemos al presente, después de las micro vacaciones de Jimin.


[...]


Echo de menos mi móvil. Era muy bonito. Era un iPhone 11 por el que tuve que firmar un contrato de permanencia que dejaré en herencia a mis nietos. Pero me encantaba.

Mi iPhone… Lo tenía lleno de fotos de mi idol favorito de kpop de esa banda llamada VTS, al que sé que no le gustan las mujeres pero que me recuerda mucho a Jungkook.

Echo de menos mi móvil y no solo porque fuera muy bonito, sino porque soy uno de esos tontos del moco que no pueden ni ir a cagar (perdón, a empolvarme la nariz) sin él. Es muy útil. Bueno, era muy útil. Con él leía los emails, tuiteaba absurdeces, encontraba en Instagram fotos de comidas que yo creía creativas y mantenía el contacto con mis amigos en Facebook. Es el único modo que tenía mi madre para localizarme, por esa parte hasta me alivia haberlo perdido.

"Haberlo perdido" no es exacto. Yo sé muy bien dónde está mi teléfono. Se
encuentra en el interior del coche negro y mortalmente veloz de Yoongi, el bad boy que acaricia una guitarra y la hace gritar de placer. Estoy pensando en ello cuando aparece Jungkook en el despacho. Se nota que se le han pegado las sábanas y no porque no esté tan perfecto como siempre, sino porque las zancadas que da al caminar son más largas y aún lleva el pelo húmedo. No lo conoceré yo… Le miro de reojo cuando se para en la puerta de
su despacho, suelta el maletín y se toca los bolsillos en busca de la llave.

Seguro que ha vuelto a dejársela en el coche. Para lo que quiere es un maldito desastre.

Se pasa una mano por el pelo y me mira. Sin decir nada voy hacia allí, tomo una pieza del escritorio y la meto en la cerradura. Doy un empujón y la puerta se abre.

Gracias— dice —Aunque esa facilidad para abrir mi despacho debería inquietarme.

Pero a mí no me apetece contestar y al volver a mi sitio me pongo los
auriculares con música a todo volumen. No sé por qué, pero desde que volví de mi escapada siento en la boca del estómago un resentimiento muy vivo hacia él. Puede ser que la ruptura esté aún reciente, pero creo que estos seis meses han dado para
mucho y, sobre todo, para que las cosas se calmen en mi interior. A pesar de todo estoy molesto. Y no es por ella. Igual es por lo del viernes. Juro que no es por ella. Hasta en ella he pensado, pobre. Ella tiene que estar igual que yo. O peor. Aunque creo que yo tengo más derecho a estar dolido.

Conozco a Jungkook y sé que sabe que estoy así. Tenemos un sexto sentido para con el otro. Yo sé que él sigue molesto por mi viaje y mi posterior rechazo a que viniera a buscarme al aeropuerto. Pero tiene que alejarse. He de rehacer mi vida. Tengo que pedirle que me devuelva las llaves de casa.

Me quedo mirando la pantalla del ordenador y me acuerdo de alguno de los momentos que hemos compartido en los últimos dos años. Dos años.

Ahora estaríamos a punto de planear las vacaciones a apenas seis meses de hacer tres años. Es normal que aún me duela, ¿no? Y no sé qué me duele, pero me duele y mucho. Llega a ser un dolor físico, palpable, que me deja sin respiración.

Tengo ganas de llorar. Respiro hondo. Sé que tiene la puerta del despacho
abierta y que muy probablemente me está mirando. Controlarme se le da
estupendamente. Vuelvo a estar enfadado. Es mejor estar enfadado que triste.

Suena el teléfono de mi mesa; no lo oigo porque estoy escuchando el último disco de Yoongi, que me compré ayer mismo, pero veo la maldita luz roja parpadeante. Me arranco los auriculares de las orejas y cojo el teléfono con desgana. ¿Será mi madre?, ¿será centralita para pasarme una consulta?, ¿será Alejandra para contarme que los del hotel han decidido interponer una denuncia?

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora