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NO PODRÁ SER PERO...

Volvemos al pasado, continuando con el plantón que Jungkook le hizo a Jimin.

[...]


Jungkook y yo no hablamos del plantón, evidentemente, porque hacerlo implicaba tener que admitir que había esperado cuarenta y cinco minutos como un gilipollas frente a un despacho vacío. Y no, yo nunca he sido de ese tipo de chicos que admite hacer el ridículo cuando no hay testigos. Si todo el mundo me veía caerme del pódium de una discoteca, yo me levantaba, me reía con todos los demás y san se acabó, pero no iba a admitir estar tan colado por Jungkook como para esperarle tres cuartos de hora. El muy imbécil. Como se puede uno imaginar me cogí un enojo mayúsculo. Cuando llegué a casa pensé en llamarle y gritarle que quién se creía que era o en mandarle una pizza a las doce de la noche. Yo qué sé. El caso es que esa rabia mutó a tristeza y después de llamar a mi Alejandra, lloré como si se acabara el mundo o, lo que es lo mismo, como si cerraran el Friday's que había frente a mi casa y que llevaba pedidos a domicilio.

Al día siguiente traté de ignorar a Jungkook pero admito que quizá lo seguí con la mirada más de lo que hubiera preferido. Además, lo hice con cara de psicópata, la verdad.

Como era consciente evité cualquier trato o conversación con él. Así resultaba mejor. Él tampoco me buscó para darme una explicación, de modo que ya me quedaba claro lo mucho que le importaba haberme dado plantón. Valiente gilipollas.

Pasaron días y días en los que, a pesar de todo, la relación se normalizó, volviendo a su modo y a poder ser definida como "cordialidad coqueta". Y habría seguido así mucho tiempo hasta enfriarse del todo si no fuera porque debo de ser la persona con la peor suerte del mundo.

Era jueves y había salido tarde de la oficina, liado con un papeleo burocrático periódico que siempre dejaba para el último momento. Cómo no, yo siempre tan previsor. La cuestión es que se había hecho de noche en la calle y cuando llegué a casa, como estaba más o menos pasando el quinto pino, la primera a la derecha, ya era bastante tarde.

Entré en el portal, tome las cartas del banco del buzón y subí en el ascensor canturreando el último temazo de discoteca al que había puesto mi propia versión de letra. Entré en casa y fui directo a mi dormitorio para quitarme la ropa de oficina y ponerme el pijama o, como a mí me gusta llamarlo, el traje de luces.

Por aquel entonces, como ya he contado antes, vivía en un minúsculo estudio. Era tan pequeño que tenía por costumbre no encender casi ninguna luz a mi paso porque solamente con la de mi dormitorio casi se iluminaba por completo.

Me quité los zapatos, calcetines y el pantalón y estaba pensando en qué me prepararía para cenar cuando vi una sombra moverse en la cocina. Me quedé parado, con las dos manos en un botón de la camisa, y arqueé confuso una ceja.

¿Estaba empezando con los delirios? Me fijé en la oscuridad y me pareció distinguir una silueta. Dejé caer muy despacio las manos y escondiéndome detrás de la pared, me puse una camisa blanca, de esas que son muy largas pero a pesar de serlo me quedaba algo corta sino llevaba pantalones debajo. No es que quisiera seducir al desconocido que se movía de un lado a otro en mi cocina, es que fue lo primero que encontré.

Traté de controlar la respiración y me dije a mí mismo que lo más seguro era que me lo hubiera imaginado. Me tranquilicé y me obligué a comprobar que realmente no pasaba nada y que nadie estaba invadiendo mi casa. Pero al asomarme de nuevo lo que vi fue que, claramente, había un tipo enorme en mi cocina. Reprimí las ganas de gritar y tirando del bolso me lo colgué de lado. La puerta que daba a la calle no era una opción, porque tendría que pasar por donde estaba quien quiera que fuera aquel monstruo. Así que, sin pensármelo dos veces, salí corriendo, derrapé en el codo del pasillo y agarrándome del marco de la puerta entré en el cuarto de baño y cerré con un portazo. Puse el seguro y tras mover el mueble donde guardaba las toallas y mis productos para el cuidado de la piel, bloqueé la puerta. Unos pasos en el pasillo terminaron de ponerme los pelos de punta.

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora