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ESTABLECIENDO LAS REGLAS

Volvemos al pasado.

Es importante aclarar que todo esto es relevante para la historia y su desarrollo, el pasado de Jungkook y Jimin es realmente dramático, disfruten.

[...]


Desde pequeño siempre he tenido inclinación al drama. Podría adornarlo inventándome algún trauma o alguna historia cruel y atroz que me hiciera como soy, pero la verdad es que soy un drama king de nacimiento y porque sí. Además vivo continuamente al borde del precipicio, porque me gusta jugar con cosas que son capaces de hacer daño en todos los sentidos. Tanto emocional como físicamente. Por eso me encantan las motos y la velocidad extrema. Soy torpe y además muy temerario. La mezcla perfecta. Mi vida es como una opera en la que una señora grita a los cuatro vientos todas las desventuras que sufre. Y la señora soy yo, que canto bastante mal, todo hay que decirlo.

Supongo que después del tiempo que llevaba trabajando con él, todo esto no fue una sorpresa para Jungkook. Él ya sabía a lo que se enfrentaba cuando se juntó conmigo, una persona a la que le encanta hacer apuestas absurdas y que está continuamente tentado a echar cantidades aberrantes de laxante en la máquina de agua para ver cómo todos sus compañeros se cagan encima como abubillas.

Jungkook y yo. Jimin y Jungkook. Era un supuesto que, siendo sinceros, no habría primo que se creyera. Por eso no levantamos ninguna sospecha entre nuestros compañeros. Porque... ¿quién iba a pensar que ese pedazo de macho cabalgaba entre mis piernas noche sí y noche también?

Después, en la oficina, siempre me azotaba con una frialdad muy estudiada y muy sexi. Así que yo seguí haciendo vida en común con mis compañeros. Si me avisaban de que comerían fuera todos juntos siempre me unía, a pesar de ser el único doncel en una pandilla de frikis. Me gustaba su compañía, supongo que porque les parezco lindo; eso siempre nos gusta a los donceles. Y sí, seamos sinceros, nos intriga plantearnos si no habrá caído alguna pajilla pensando en nosotros.

Pero cuando salía de la oficina todo se diluía en Jungkook. Dejé el gimnasio, total, ¿qué falta me hacía? Ya se ocupaba él de que hiciera ejercicio. Dejé de ir a casa de mi madre a cenar algún día suelto, pasé por completo de mis hermanos y empecé a no tener tiempo para las borracheras de Alejandra y sus planes malignos para dominar el mundo o, al menos, ir de compras.

Pero ¿qué te ha dado, maldito hijo de fruta?— me decía por teléfono cuando yo le contaba que ya tenía otro plan —¿Qué va a ser mejor que venir conmigo a la taberna irlandesa a beber Guinness, tontear con el camarero y robar una botella de vodka de caramelo? ¡¡Insensato!!

Pero ya me podía decir que iba de camino a tomarle las medidas a Sehun y a ponerle aceite para una sesión fotográfica, porque de pronto yo solo quería estar con Jungkook, oler a Jungkook, besar a Jungkook y follar con Jungkook.

Pero, claro, la naturaleza es la naturaleza y un día me encontré con que era viernes, había quedado con él en su casa y me acababa de dar un ataque hormonal. Bien porque iba a empezar a tomarme ya de una jodida vez la píldora, pero mal porque tenía miedo de que, al no poder acostarnos, no quisiera estar conmigo. Incluso me planteé buscar una excusa y no ir, pero al final me dije que sería imbécil si lo hacía, así que me puse lindo y fui.

Jungkook acababa de llegar cuando me abrió la puerta. Ni siquiera le había dado tiempo de quitarse la americana. Me mordí el labio mirándolo de arriba abajo con deseo. Maldita sea, ¿por qué tenía que estar tan absolutamente perfecto justo el día que no podía abrirme de piernas en su sofá?

Persiguiendo a Jimin | YOONMIN•JIKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora