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18 de Mayo del 2007

Cuando estás en casa, es inevitable sentir esa sensación de tranquilidad, dentro de lo que cabe, a pesar de que tu día sea difícil o que hayas pasado un mal momento, al llegar a casa todo lo echas por la borda y simplemente decides terminar en ese rincón destinado para ti, ya sea descansar, comer, dormir o hacer lo que sea que más te guste. Esa es la sensación de estar en casa, pero en mi caso no era así, no hasta que decidí salir de aquel lugar que psicológicamente me torturó durante varios meses.
Tenía 26 años de edad, había decidido independizarme y rentar en algún lugar cerca de mi trabajo que estaba ubicado en el centro de la ciudad. Alrededor había muchas casas antiguas, complejos departamentales, vecindades, etc.
Durante un par de semanas me dediqué a buscar algo no tan costoso, pero siendo cuidadoso de que tampoco estuviera en malas condiciones. Fue tanta mi insistencia hasta que terminé encontrando lo que en ese momento pensé que deseaba. Conocí por medio del periódico a una mujer, Susana, creo ese era su nombre, ella publicó un anuncio en el que rentaba una casa en el corazón de la ciudad, el pleno barrio más antiguo de la zona, justo a 10 minutos caminando de mi trabajo. Sin pensarlo dos veces tomé el teléfono y decidí llamarle, luego de conversar un rato, llegamos a un acuerdo y en esa misma semana conocería la casa.
Pasaron un par de días hasta que la fecha llegó y como habíamos acordado, me presenté en el lugar. Al llegar ya estaba Susana en el pórtico, era verdaderamente grande, contaba con tres habitaciones, dos baños completos, uno en la planta baja y el otro en la planta alta, en verdad al ver tan inmenso lugar me desanimé un poco, sabía que bajo ninguna circunstancia estaría dentro de mi presupuesto. Pero por motivos de educación, decidí dar el recorrido de igual forma.
-¿Tienes pensado traer muebles?- Preguntó aquella mujer cuyo nombre juraría era Susana.
-Pues lo que pueda conseguir, la verdad no tengo nada aún- Respondí.
-La cocina, sala y comedor siguen aquí, podemos arreglar el costo de la renta y dejarlos mientras sigas rentando- Respondió Susana.
Justo después de esto, entramos a la casa, tenía una decoración bastante rústica, cualquiera que fuera de visita pensaría que estaría en casa de la abuela. Las escaleras eran de madera, la sala y el comedor tenían un diseño que jamás había visto en otras casas, los muebles y algunos adornos eran hasta cierto punto extraños para mí, un joven de mi edad, jamás compraría ese tipo de cosas.
Subimos a la segunda planta, había un largo pasillo con puertas a los lados y una más al fondo, supuse que era el baño.
-La casa tiene tres habitaciones, dos están totalmente libres, solo utilizo una para guardar algunas cosas personales, ¿Tendrías problema con eso?- Preguntó Susana.
-No, para nada, es tu casa a fin de cuentas- Respondí.
Fuimos a ver ambas habitaciones, eran bastante amplias, imaginé que podría tener una totalmente para mí, la otra podría ser un cuarto de juegos o un cuarto de huéspedes, aún no sabía si podría pagarlo pero ya en mi mente lo imaginaba todo.
Estaba emocionado, al mismo tiempo me sentía tenso, pues estaba seguro que al escuchar el precio todas esas ilusiones desaparecerían. Dejamos la cocina para el final, justo al llegar, Susana me ofreció una taza de café, pero me negué, justo después me llamó la atención una puerta.
-¿Qué es ahí?- Pregunté.
-Es un sótano, es muy pequeño y oscuro, ahí puedes encontrar la caja de fusibles y también está el calentador de agua, podemos ir a revisar si tú quieres- Respondió Susana.
-No, así está bien, solo era curiosidad- Respondí.
Nos sentamos en el comedor y Susana sacó de su bolsa una pequeña libreta y una pluma, comenzó a tomar notas y posteriormente me miró.
-¿Qué opinas de la casa?- Preguntó.
-La verdad me gusta, es grande y la ubicación también es excelente, pero...
Antes de poder terminar, ella mencionó un número, al parecer lo dijo al azar, mismo que como ya imaginaba, estaba fuera de mi alcance, le dije que me encantaría vivir ahí, pero el precio estaba por encima de mis posibilidades.
-¿Cuáles son tus posibilidades?- Preguntó.
Respondí a su pregunta, esperando cualquier cosa menos lo que escucharía, ella accedió, aceptó la cantidad que podía pagarle y se levantó de la silla.
-Llevo meses tratando de rentar esta casa, es difícil que alguien quiera un lugar tan viejo y grande, ahora los jóvenes buscan algo pequeño y cómodo- Dijo Susana.
Me levanté también y caminamos hacia la sala, buscó durante un momento algo en su bolso, sacó unas llaves y me las entregó.
-Mañana nos vemos a la misma hora, firmamos el contrato y listo, las llaves te las dejo, ya me tengo que ir- Finalizó y se despidió.
En un principio me pareció muy extraño, ni siquiera me conocía y me dejó las llaves de la casa, aunque con el simple hecho de verla, sabía que era un poco rara, más por su forma de tomar café, ni siquiera vi si le puso azúcar, pero eso era algo que en ese momento pasaba a segundo plano, tenía ya mi propia casa y estaba dispuesto a explorarla solo, sin la presión o la tensión de tener a alguien observando, al menos eso era lo que pensaba en ese entonces.
Apenas se fue Susana y me dirigía la cocina, observé por un par de segundos la puerta del sótano hasta que decidí abrirla, había unas viejas escaleras de madera, pronto un olor a humedad comenzó a propagarse por la cocina, en verdad no se veía absolutamente nada, pensé que tal vez en otra ocasión podría bajar para revisar, poco a poco asimilaba que ya era mi casa.
Caminaba por la sala cuando me di cuenta que habíamos olvidado un punto importante, el patio, por algún motivo olvidé que no era un departamento sino una casa antigua, misma que imaginé tendría un enorme patio, así que decidí abrir una de las ventanas, pero apenas moví la cortina y vino mi primer sorpresa, la maleza era tan alta que no alcanzaba a ver absolutamente nada, sabía que debía ser un patio enorme, pero pareciera que llevaba años sin mantenimiento, rápidamente subí a la segunda planta, desde lo alto sería posible ver, pero no fue así, una de las habitaciones tenía vista al frente de la casa, la otra hacia el pasillo que daba al patio, la ventana del baño estaba cubierta por concreto, solo quedaba una última opción, la habitación que Susana me pidió para guardar sus cosas, pero tenía tanta curiosidad que decidí entrar, pensé que solo sería un momento, de entrada por salida, solo para observar a detalle por la ventana, no debía haber ningún problema.
Me dirigí a la habitación e intenté abrirla, pero estaba cerrada, tomé el llavero que Susana me había dado e intenté con cada una de las llaves, pero ninguna era la correcta, al final aquella mujer no era del todo tonta, sus pertenencias las resguardó bajo llave, al menos eso pensé.
Tenía pensado regresar a casa, pero era viernes lo recuerdo perfectamente, los fines de semana estaba totalmente libre, así que llamé a casa y le conté a mis padres lo que había pasado, estaban emocionados, tal vez orgullosos de mi decisión por independizarme o contentos por el hecho de ser una boca menos que alimentar, el punto era que estaban contentos y yo pasaría mi primera noche en mi nuevo hogar.
Apenas oscureció, me di cuenta que jamás había estado tan tarde por aquella zona, la oscuridad en las calles era total, parecía un pueblo fantasma, no lograba escuchar ningún ruido, ni siquiera de algún auto, nada. Eso provocaba que cada rechinido y ruido provocado por la casa retumbara en cada rincón de la misma.
Esa noche decidí dormir en el sillón de la sala, era grande y lo suficientemente amplio para poder recostarme totalmente, a decir verdad era muy cómodo, así que aseguré la puerta principal y me dispuse a dormir.
Pasaron unas horas cuando desperté en medio de la madrugada, sentía un fuerte dolor de cabeza, escuchaba una especie de sonido, un sonido agudo, se escuchaba por un breve instante, luego había silencio, después sonaba otra vez, así sucesivamente, traté de poner atención y me levanté para verificar de dónde provenía, cuando escuché el fuerte rechinido de las bisagras una puerta, pareciera que se abría y cerraba lentamente, venía de la parte trasera, era la puerta que daba al patio, el sonido se agudizaba conforme yo me acercaba, fue entonces que pude notar que estaba totalmente abierta, el viento hacía que se moviera un poco, la oscuridad de afuera me sorprendió, no alcanzaba a ver absolutamente nada, podría haber una persona observándome desde algún punto, oculta tras la maleza y yo no lo notaría. Lentamente me acerqué y presioné el interruptor para encender la luz que se suponía estaba en el patio, pero este no funcionaba, sentí una gran ansiedad, la necesidad de cerrar esa puerta y alejarme, eso hice sin pensar tanto. Aseguré la puerta y me asomé de nuevo por la ventana, pero la maleza junto a la oscuridad no me permitían ver nada, fue entonces que de nuevo ese sonido, un rechinido agudo comenzó a escucharse, tal vez la tubería, algún cajón o simplemente la madera lo provocaban, le resté importancia y decidí regresar al sillón a dormir, me recosté y me tapé ya que por la noche la casa sí que era bastante fría.
Apenas comenzaba a conciliar el sueño, estaba en ese momento de parloteo mental, cuando estás soñando despierto, fue entonces que con los ojos entrecerrados, vi algo que me heló la sangre en un instante, apenas podía ver, pero desde donde estaba mi vista quedaba directamente a la cocina, fue ahí donde estaba la silueta de algo, o de alguien, parecía una figura encorvada, rápidamente me levanté pero no pude ver más a esa figura, simplemente ya no estaba, segundos más tarde escuché otro ruido, eran las bisagras de una puerta, pero en esta ocasión el sonido provenía de la segunda planta.
Me armé de valor y decidí subir, cada uno de mis pasos por la escalera provocaba un fuerte ruido, si había alguien arriba, sabía que yo me dirigía hacia allá, luego de subir un par de escalones más llegué al pasillo y pude notar que la puerta de la habitación que Susana me había pedido, estaba totalmente abierta. Eso me alarmó, pensé que alguien estaba robando, corrí rápidamente hacia la puerta pero justo antes de poder mirar hacia adentro, esta fue cerrada de golpe. Retrocedí inconscientemente, en verdad estaba asustado, hacía unos momentos la puerta del patio estaba abierta, lo primero que pasó por mi cabeza fue que alguien entró a la casa, intenté entrar a la habitación pero una vez más, estaba cerrada.
Bajé de nuevo y me senté en una vieja silla, estaba justo en el rincón, tomé una especie de bastón que se encontraba ahí cerca, al parecer era más un adorno que un bastón, pero igual serviría para golpear, permanecí sentado ahí tal vez un par de horas, fue entonces que me di cuenta que había amanecido, con la luz del día a mi favor, decidí regresar a la segunda planta, subí lentamente y me acerqué a la puerta, intenté abrirla, pero estaba cerrada, fue entonces que decidí comenzar a forzarla, lo intenté durante unos segundos cuando escuché una voz.
-¿Todo bien?
Pegué un grito y voltee rápidamente hacia atrás, era Susana.
-Hay alguien ahí adentro, lo dejé encerrado anoche- Respondí en voz baja.
Susana cambió su semblante, pude notar que estaba asustada, me pidió retroceder y rápidamente sacó una llave de su bolso, la introdujo en la perilla de la puerta y lentamente comenzó a abrirla hasta que esta quedó totalmente abierta.
-No hay nadie- Dijo Susana.
-Te juró que alguien entró, anoche esa puerta estaba abierta, cuando me acerqué la cerraron de golpe- Respondí.
Susana me miró fijamente.
-Perdón por entrar, no pensé que estuvieras aquí, esperaba verte más tarde.
-Estaba emocionado, por eso me quedé, pero igual debo ir a casa por algunas cosas y el dinero- Respondí.
-Esta casa es muy antigua, las puertas en ocasiones se abren, o se atoran, sentirás que alguien camina por la casa, pero es el piso de madera, con los años hacen ruidos, juegan con la mente.
-Entiendo, creo que eso fue lo que pasó- Respondí.
Tomé mis cosas y me dirigí a casa, Susana se quedó ahí. Esperaría a mi regreso, me sentía preocupado, era mi primera noche en esa casa y no la había pasado nada bien, todavía estaba a tiempo de arrepentirme, de simplemente no regresar, pero sentía una necesidad extraña por volver, estaba intrigado, parecía que en verdad algo extraño ocurría ahí, hoy en día sigo arrepentido de haber tomado esa decisión, en esa casa supe cosas que nadie debería saber.

Créditos a Archivo 1958

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