El hombre capítulo 4

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Es fecha que sigo preguntándome cómo fue que un grupo de niños enfrentó algo que a pesar de la edad que tengo solo de imaginarlo no puedo conciliar el sueño, será que cuando uno es pequeño no tiene la cabeza llena de porquería y la inocencia lo hace pensar que las cosas no pueden salir tan mal.
Cada vez que queríamos resolver algo surgía otra situación que nos llevaba a más preguntas y menos respuestas, según lo que contaron Víctor y Adrián, el abuelo estaba en aquel pozo seco hablando solo, como en una especie de trance y ese sería nuestro nuevo objetivo, el problema era que después de lo que había pasado, teníamos prohibido salir de casa, así que ideamos un plan para escabullirnos y llegar hasta aquel lugar. Lamentablemente el único lapso en el que podríamos ausentarnos pasando desapercibidos era por la noche, aunado a esto, Víctor no podría acompañarnos pues seguía lastimado de su pie, así que decidimos que Adrián y él se quedarían, a lo que ellos no pusieron objeción alguna.
Se dieron las nueve de la noche, ya no había más ruidos en la casa, los abuelos dormían muy temprano, así que era nuestra oportunidad, salimos rápidamente y nos dirigimos al taller del abuelo, ahí tenía mi bicicleta, la ocultaba en ese lugar porque sabía que mis primos jamás entraban a ese lugar, antes de que todo esto pasara, ocultaba mis cosas de ellos pues si las encontraban se encargarían de dañarlas solo para fastidiarme.
Alex y yo subimos a la bicicleta y nos marchamos hacia la choza, nos dirigíamos por el camino de terracería, era difícil pues no veíamos muy bien, el camino era oscuridad total y Alex a pesar de su destreza le era complicado mantener el equilibrio, luego de avanzar unos metros de en medio de la oscuridad fuimos sorprendidos por un jinete y su caballo, iban a todo galope, pasaron tan rápido que tuvimos que salir del camino cayendo al suelo, parecía que aquel hombre huía de algo, desde ese momento supimos que las cosas no andarían bien.
Alex y yo retomamos nuestro camino, todo a nuestro alrededor eran pequeños arbustos, un camino complicado y la penumbra, de vez en cuando volteaba hacia atrás, tenía la sensación de que algo me jalaría de entre las sombras, en mi cabeza comencé a idear cosas horribles, sentía mucho miedo, pero estaba con Alex, por alguna razón él me hacía sentir más seguro.
-¿Tienes miedo de lo que pueda pasarnos?- Preguntó Alex.
-Sí, tengo miedo que algo nos pase y nadie nos encuentre- Respondí.
-Si peleamos juntos no podrá ganarnos...
Las palabras de Alex me tranquilizaron, respiré profundamente y me concentré en el camino, luego de varios minutos más llegamos al lugar. Una vieja choza casi derrumbándose y un pozo seco, el lugar era verdaderamente tétrico, al llegar les juro me arrepentí de haber salido de casa, tenía un presentimiento horrible, estaba nervioso y cualquier ruido a los al rededores me alarmaba.
Nos acercamos al pozo, llevaba seco varios años, pero aún tenía la polea, una cuerda vieja y una tina de madera con la que extraían el agua. No podíamos ver nada, estaba muy oscuro pero Alex tuvo una idea, colocó la linterna en la tina y comenzó a bajarla poco a poco, conforme bajaba podíamos ver mejor, cuando de pronto algo jaló la tina de golpe haciendo que la cuerda quemara las manos de Alex, rápidamente la soltó y ambos dimos un par de pasos atrás.
-¿Tú la soltaste?- Pregunté.
-No, algo la jaló desde abajo, mira mis manos...
Estábamos los dos paralizados frente al pozo cuando repentinamente la tina de madera salió disparada proveniente del fondo y cayó a un par de pasos de nosotros, estaba cubierta de un líquido oscuro y su olor era espantoso, Alex y yo comenzamos a retroceder lentamente cuando la mano de aquel monstruo sujetó la orilla del pozo. Alex me tomó del hombro y en voz baja me indicó que nos escondiéramos dentro de la choza, así que antes de poder ver el rostro putrefacto del hombre, corrimos a ocultarnos.
Todo estaba oscuro, cubierto de polvo y humedad, alguna vez ese lugar había sido utilizado para guardar herramientas y algunos trabajadores pasaban la noche ahí, pero de pronto la cosecha se pudrió y el agua emanaba un olor asqueroso hasta que con el tiempo todo en la zona murió. Estaba oculto tras un pequeño mueble de madera cuando vi que Alex comenzó a caminar hacia una rendija entre las maderas.
-¿Qué es eso?- Preguntó Alex.
Me acerqué para ver lo que estaba pasando, a lo lejos, podíamos ver al árbol del que nos había hablado Víctor, era enorme, en una de sus ramas, había una soga amarrada sujetando algo que pendía en el aire, era un costal, el mismo que habían visto mis primos, goteaba sangre hacia el suelo y parecía que algo se movía dentro. Fijamos nuestra mirada en aquel lugar cuando de pronto el rostro del hombre apareció por la parte de afuera, dimos un par de pasos atrás y yo caí al suelo.
-Salgan, quiero mostrarles algo...
Dijo el monstruo con una voz siniestra, Alex y yo estábamos en el suelo, asustados y arrepentidos de haber ido a aquel lugar.
-Salgan, no querrán que vaya por ustedes...
El hombre seguía insistiendo que saliéramos, nos observaba por esa rendija, no había ojo en esa cuenca, solo un rostro con un tono grisáceo y un olor putrefacto. Pasaron un par de segundos y esa abominación subió al techo de la choza, podíamos escuchar como pasaba sus grandes manos por la madera, hasta que de pronto se detuvo, justo encima de nosotros, Alex y yo nos mirábamos, él me apuntaba con su mirada en dirección a la puerta y justo cuando estábamos por correr un brazo largo atravesó el techo e intentó tomarme de la cabeza, Alex me jaló hacia el suelo, el hombre estaba ahí, arriba observándonos, sonreía, al parecer le causaba una especie de excitación el hecho de vernos muertos de miedo.
Salimos corriendo del lugar y subimos a la bicicleta, pero apenas avanzamos un par de metros cuando esa cosa me jaló hacia el pozo, su brazo era inhumanamente largo y con su mano podía tomar mis dos piernas al mismo tiempo, comenzó a arrastrarme mientras yo gritaba pidiendo ayuda a Alex, el hombre logró llevarme hasta el pozo seco, con todas mis fuerzas me aferré a la orilla, fue entonces que voltee hacia abajo y lo vi, era distinto, no puedo describirlo exactamente pero una especie de luz resplandeciente venía del fondo de ese lugar, podía sentir angustia, muerte, el olor era espantoso, comencé a marearme cuando sentí como Alex me tomó de la camisa y enterró su navaja en el brazo del hombre atravesándolo totalmente, el monstruo me soltó y Alex me ayudó a llegar hasta la bicicleta, me tomé de sus hombros y comenzó a avanzar a toda velocidad. Para nuestra desgracia el hombre aún nos perseguía, se arrastraba con sus grandes brazos, intentaba tomarme pero Alex aceleraba con todas sus fuerzas, poco a poco se dio cuenta que no podría llevarnos a ese ritmo todo el camino y que tarde o temprano el monstruo nos alcanzaría, así que optó por tomar un atajo, en realidad era más un suicidio que un atajo pero el miedo que nos invadía nos hacía preferir morir por una caída que a manos de esa cosa. Alex se dirigió hacia el río, aceleró lo más fuerte que pudo en dirección a la barranca, el hombre cada vez se encontraba más cerca y cuando estuvo a punto de alcanzarnos sentí como mi cuerpo caía al vacío, Alex ni siquiera frenó para caer, recuerdo sentir como daba vueltas y me golpeaba una y otra vez, por suerte la mayoría de lo que había ahí era paja y tierra blanda, pero igual nos llevamos golpes y yo me lastimé el brazo.
Alex me levantó del suelo y me ayudó a caminar, por alguna razón estaba muy débil, les juro que lo que vi en ese pozo me quitó los deseos de pelear, tratamos de correr lo más rápido que podíamos, dejamos la bicicleta atrás pues en ese lugar nos serviría poco o nada, podíamos sentir como nos observaban desde lo alto de los árboles, sabíamos que el hombre seguía persiguiéndonos, veía como avanzaba de un árbol a otro, pero estábamos tan asustados que no podíamos dejar de avanzar.
Conforme corríamos escuchábamos el llanto de un niño y más delante así fue, un niño pequeño a las orillas del río lloraba, al mirarnos se limitó a sonreírnos y decirnos adiós con su mano, le dije a Alex que debíamos acercarnos para ayudarlo pues el hombre nos acechaba, pero ese niño no parecía normal, dejó de llorar, solo nos miraba y sonreía, una sonrisa espantosa a decir verdad.
-¿Les gusta la carne?- Mencionó el extraño.
No dijimos una sola palabra, le dimos la espalda y comenzamos a correr, podíamos escuchar al hombre aproximarse, ya suficiente era enfrentar a esa cosa como para buscar problemas con algo más.
Después de caminar un buen rato logramos retomar el rumbo hacia casa del abuelo, el hombre había dejado de perseguirnos, tal vez encontró en ese niño extraño una presa más fácil de capturar o tal vez ese niño era el hombre intentando distraernos. El punto es que estábamos a salvo y no faltaba mucho por llegar a casa cuando nos percatamos que el abuelo iba en su camioneta a toda velocidad en dirección a la choza, lo primero que vino a nuestras mentes fue que se había dado cuenta de nuestra ausencia. Luego de unos minutos llegamos a casa, entramos sigilosamente Adrián estaba dormido, pero Víctor seguía esperando, estaba asustado, preguntamos qué había pasado. Al parecer el abuelo estaba muy nervioso, como si supiera que alguien husmeaba en aquel pozo, de pronto en un ataque de ira salió de casa y se fue en su camioneta. Definitivamente algo había en ese lugar que no quería que nadie más viera. Lo único que pude ver fue muerte, esa luz en la oscuridad total me hizo sentir muerto por unos instantes, estoy seguro que es ahí de donde viene el hombre, pero nos encontrábamos cansados y heridos para seguir buscando. Necesitábamos ayuda urgentemente y pareciera que nuestras plegarias serían escuchadas, pues llegarían personas que sin duda harían que esta pelea fuera menos tortuosa.
Al menos ahora sabíamos a donde dirigirnos, pero aún quedaba la duda de lo que había en el costal y por qué aparecía en ese viejo roble.

Créditos a Archivo 1958

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