Eran diminutas -no más grandes que la última coyuntura de mi dedo meñique- y translúcidas; sus órganos eran visibles a través de su carne glassine. A veces revoloteaban por encima de mi cabeza con sus alas finas y a veces bailaban entre los racimos de flores, moviendo sus bocas para cantar melodías en una octava que no podía escuchar.
Pero nadie más era capaz de verlas. A medida que crecí, se hicieron invisibles para mí también -o crecí lo suficiente como para que mi imaginación no pudiese sustentar esa realidad-. Al final, comprendí que solo habían sido amigos imaginarios, no muy diferentes a los que otros niños tenían. Así que me olvidé de ellas.
...
Haber sido criada por una madre soltera no fue tan malo. Pese a que éramos terriblemente pobres, mi madre me dedicaba su tiempo tanto como podía. Ella era el foco central de mi vida, la persona que más me amaba, la persona que me daba vida.
Por qué nunca se volvió a casar luego de que mi padre la dejó..., nunca lo sabré. Ella era hermosa, mi madre, de una manera frágil y etérea -dando la impresión de que una brisa fuerte podría disipar toda su sustancia en cualquier momento y solo dejar atrás una telaraña esquelética de hilos de seda-.
Atraía a los hombres, ciertamente. Nunca le faltaban los ayudantes masculinos amistosos y admiradores, pero los evadía con timidez para pasar tiempo conmigo, su única hija.
Aunque tuve una buena vida, la escuela no era fácil para mí. Yo no era una chica brillante o una chica elocuente; se me complicaba y me quedaba atrás con frecuencia. Para cuando tenía doce, mi únicos talentos notables eran mis habilidades para soñar despierta infinitamente y un nivel de lectura decente. Pero era feliz hasta donde necesitaba serlo.
...
La muerte de mi madre inundó mi pequeña isla de felicidad con un tsunami que arrasó desde las profundidades, desmantelando mi frágil estabilidad emocional y abandonándome en un mundo de vegetación oceánica y escombros, frío y funesto.
La espera adormecedora en la sala de emergencias había finalizado con un doctor de rostro avinagrado explicándome que mi madre murió de un derrame cerebral masivo, originado por una «causa desconocida». Me aconsejó que llamase a mi pariente más cercano con el teléfono público y me dijo que llevarían a cabo una autopsia para explorar más a fondo la causa de muerte.
Pero no tenía ningún pariente a quien llamar; no tenía tías, ni tíos, ni abuelos o hermanos. Con la pérdida de mi madre, tenía dieciséis años y estaba completamente sola en el mundo.
Careciendo de alguien a quien llamar, recurrí a mi profesora de Inglés, la señorita Ross. Me recogió en su VW Beetle y me llevó a la pequeña casa que había compartido con mi querida madre.
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Nadie esperaba que regresara a la escuela en un largo tiempo, así que utilicé el momento para inspeccionar la reducida pila de cosas que mi madre había acumulado a lo largo de los años. Ella le rehuía a la joyería, pero tenía una buena colección de ropa de segunda mano, todas fabricadas para su delicada complexión con su propio y paciente bordado; todas desplegadas amorosamente y perfumadas con lavanda.
Recuerdo haber atraído esos vestidos a mi boca y haber respirado su esencia -las lágrimas al fin traspasaron mi estado de shock prolongado y humedecieron las telas aromáticas-.
¡Oh, madre, te extraño tanto!
Fue difícil, desgarradoramente difícil, revisar sus posesiones con la huella indeleble de su personaje único. Pequeñas cajas de conchas de mar, plumas de aves bebé rescatadas, bigotes de nuestro gato que murió hace mucho. Había una caja pintada que contenía cartas organizadas con meticulosidad por tipo y nombre; la mayoría de ellas eran de los hombres que la admiraban, la mayoría eran cartas de amor. Facturas y documentos legales se ubicaban a un lado -con las que tendría que lidiar más tarde-, pero al final de la caja había un sobre azul verdoso dirigido hacia mi madre con una caligrafía dorada hermosa. Adentro había una sola carta de papel violeta oscuro, conteniendo un mensaje para mi madre con la misma caligrafía enmarañada:
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Creppypastas e historias de terror
HorrorEn este libro encontrarás las mejores creppypastas e historias de terror que hay en la red. • Todas las historias fueron escritas por otras personas y se encuentran disponibles en internet, no me atribuyo el crédito por ninguna de ellas, simplement...