Quemaduras

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Corrí por el hospital tan rápido como pude. Se suponía que me iría a casa, pero fui llamado para una admisión de emergencia.

Entré a la sala y se me fue el aliento ante lo que vi. En todos mis años de tratar quemaduras, nunca había visto nada que se acercara a esto. El hombre en la cama tenía quemaduras que revestían la totalidad de su cuerpo; su piel era de un negro carbonizado. Sangre y pus sobresalían de las grietas de su carne destruida.

Lo que hacía peor la situación, era que tenía que ser retenido físicamente por dos de nuestros enfermeros más robustos.

—¡Déjenme ir, joder! —gritaba—. ¡No me puedo quedar aquí, va a regresar por mí!

Por Dios, ¿esto era el resultado de un ataque premeditado?

—Doctor —me recibió uno de los enfermeros—, nos continúa dando detalles falsos, posiblemente debido al trauma. Parece creer que está muerto.

—Fecha de nacimiento: 12 de junio de 1972. Fecha de defunción: ¡6 de junio de 2010! —rugió el paciente—. ¡Ahora déjenme ir!

Había oído a las personas decir cosas descabelladas cuando las sedamos por el dolor, pero este hombre hizo que me estremeciera. Algo estaba realmente mal.

Di unos pasos más hacia él escaneando las quemaduras que había sufrido. Mientras lo hacía, toda la situación se empezó a sentir como una experiencia extracorpórea.

—¿Qué eres? —me escuché preguntar a mí mismo.

Él dejó de gritar y de forcejear contra los enfermeros. Despacio, se giró hacia mí, me vio directamente a los ojos y recuperó su compostura:

—Mi nombre es David John Cooper. Soy la primera persona que escapó del Infierno.

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