Estados unidos

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El vuelo a Estados unidos partiría en una hora, McCree tenía el equipaje listo y él permanecía con los nervios de punta. Eran las 11 de la noche y solo unas cuantas luces en el cuartel seguían encendidas.

Subió por la salida de emergencia como hacía de vez en cuando, esta daba a una pequeña calle vacía y llena de grafitis. Se apoyó en una pared vieja de ladrillos, y observó la iluminación de los postes. Tenía miedo de lo que pasaría, si bien el plan era detallado nada les aseguraba la victoria. Escuchó un suspiro, muy cerca de él se encontraba Hanzo con una cajetilla de cigarros en su mano. No se habían despedido aún, de hecho, no lo había visto en todo el día. 

—Hanzo. —pronunció para llamar su atención. Al pelinegro le pareció escuchar su nombre de una forma seca y deslavada, dignas de ser pronunciadas por algún extraño, sin embargo era él: su pareja. 
—McCree. —imitó su expresión —Creí que te habías ido. —sacó un cigarro y lo encendió. Jesse no sabía que el japonés había vuelto a fumar. 
—En una hora más. —caminó hasta su lado —Te ves bien con el cabello suelto. 
El castaño se detuvo a contemplar su mirada, poseía el rostro serio y distante que no veía hace algún tiempo. Quería seguir conversando, pedir disculpa por lo apartado que había estado últimamente, pero le fue difícil, estaba muy tenso.
—¿Hanzo? —vio como tiró la colilla al basurero
—Se que estás metido en algo hasta el cuello, —McCree tragó saliva —y por alguna razón Genji lo sabe. —Jesse mantuvo los ojos muy abiertos ante aquellas palabras. Hanzo suspiró. —Estoy cansado. 

Jesse sintió su corazón detenerse ante esas dos palabras. Conocía aquella conversación. 
—Hanzo, espera. No sigas. 
—No me dirás que ocurre, casi no me hablas, y no planeabas despedirte.

—Lo hacía. —lo interrumpió —Pero no te vi. —intentó tomar la mano del pelinegro, pero este la quitó de su alcance. 
—Estoy cansado. —repitió, esta vez con el ceño fruncido —¿Por qué no puedes confiar en mi?
—No lo entiendes...
—¿Qué no entiendo?  —McCree guardó silencio por unos segundos, tentado a decir la verdad como había pasado antes. —¿Que mi hermano genera más confianza que yo?
—No...cariño...
—¿Que mi historial siempre estará manchado para ti? —esperó una negación por parte del más alto, pero al no obtenerla se molestó más —¡¿Es eso?! 
—¡No!  —sus ojos estaban tristes —Te amo demasiado como para arruinarte.
Hanzo lo miró, intentando asimilar esas palabras mientras recordaba al vaquero abrazar a esa mujer. Presionó el puente de su nariz con la mano y volvió a encender un cigarro de la desgastada cajetilla. No habló más y se alejó unos cuantos pasos, esperando a que el otro se marchara. Jesse intentó acercarse.

—Adios McCree. —pronunció con los brazos cruzados, esta vez dándole la espalda.
El castaño quería abrazarlo y besar cada rincón de su cuerpo. Pedir perdón y explicarle todo mientras tomaban un buen trago, de seguro Hanzo lo entendería. 
—Adios Hanzo. 
Pero no lo hizo. 

La nave partió a tiempo como de costumbre. Dos pilotos se encontraban en la parte delantera, mientras que el equipo de cinco personas que estaría en la misión descansaba en los asientos del avión. Jesse miraba por la ventana, sus ojos lucían apagados. Genji intentaba llamar su atención cada cierto tiempo, pero nada animaba lo suficiente al americano. En su ultimo intento por conseguir una conversación el cyborg le ofreció una cerveza de la nevera. Jesse sonrió. 
—¿Desde cuando hay alcohol en estas cosas? 
—Desde que sujetos como tú existen. —bromeó el menor —¿Nervioso? ella llegó bien por si te preocupa. —el otro miró la lata como si buscara algún tipo de respuesta, luego bebió su contenido.

—Terminamos. —pronunció sin mirarlo a la cara, Genji se acomodó hacia atrás en el asiento. 
—Hanzo es un imbécil. 
No hablaron hasta llegar a su destino. 

El aterrizaje en América fue exitoso. Todos bajaron con rapidez, salvo por jane que esperó el momento preciso para abandonar la nave sin ser descubierta, ¿y que mejor momento que el de los pilotos bajando para comprar un café? parecían ser afortunados tiempos para la criminal. 
Los agentes se hospedaron en el hotel Royal de cuatro estrellas, esperando ahí hacer contacto con los federales. Al encontrarse fueron directos. Genji mencionó que hackearía la lista, lo cual era mentira (porque eso era trabajo para Jane) pero al ver su forma física no lo dudaron. Tres de ellos le quitarían las armas a los guardias, los otros dos buscarían a los omnics y los liberarían por las puertas subterráneas del lugar. Cuando ellos estuvieran a salvo rodearían el edificio. 
—Tengan esto, pónganlos en sus oídos. —cada uno recibió un transmisor que servía además de gps. —Siempre sabremos su ubicación, sin embargo...—el hombre mayor frunció el ceño—si se salen de posición y perdemos el contacto no arriesgaremos la misión. 
—Justo como los recordaba. ¡Dios bendiga América! —exclamó McCree para intentar salir de la habitación, pero la mano de uno de los oficiales lo detuvo  
—Jesse McCree, no creas que el resguardo de overwatch borra tu historial. Aún estás en nuestra mira. —el vaquero se puso nervioso ante tal comentario, se soltó del agarre y se marchó a su habitación para descansar hasta  la noche.

Snowball effectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora