Epílogo

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Los edificios altos decoraban las calles, reflejando el cielo sin nubes de esa mañana. Varias personas transitaban las calles y los autos no cesaban de cruzar.
Junto a su mejor amigo, Yugi subió al auto del rubio después de meter la última caja en la cajuela.

–Me alegra que estés viviendo aquí. –dijo Joey sonriendo.– Preparatoria, licenciatura y ahora, juntos.

El ojiamatista rió ante el comentario de su compañero. Su carrera duró más y llevaba un año sin ver a su amigo así que al observar la oferta de trabajo que le ofrecían no dudó un segundo en aceptar.

–Cualquier cosa, de nuevo estoy aquí.– dijo Yugi.

Una nueva ciudad. El comienzo de una vida independiente muy lejos de su lugar de costumbre le provocaba un sentimiento algo abrumador pero ansioso.

Durante el camino a lo que sería su nuevo hogar ambos no dejaron de hablar sobre todo lo que les había pasado, se entretuvieron tanto que cuando menos lo esperaron ya habían empezado a bajar las cajas y a subirlas hacia el apartamento del ojiamatista.
En una de las idas y venidas Yugi dejó una caja en la barra de la cocina, sin fijarse, empujo otra llena de libros, haciéndola caer.
Con un quejido, se dispuso a recoger el contenido de la caja para meterlo de nuevo, al tomar el último libro se dió cuenta de lo que era.

"Propiedad de Yugi Mutou..."

Sonriendo con melancolía, pasó entre las páginas de la libreta, leyendo a frases lo que escribió durante su último año de preparatoria.

–Cuatro años... –susurró para si mismo, ensimismado en su diario.

El nombre Yami Sennen resonaba en las páginas. Sus amigos también acompañaban las notas de ese diario.
Cerrándolo, se dispuso a meterlo a la caja pero un sobre resbaló, cayendo a sus pies.

Una punzada en el pecho le atacó al ojiamatista, como si los nervios de ver a su amor de preparatoria volvieran. De repente le pareció haber vuelto cuatro años en el tiempo.
Negó fuertemente con la cabeza, tomó el sobre y lo metió en su pantalón. Guardó su diario en la caja y bajó las escaleras, cruzándose con Joey en el umbral de la puerta de entrada.
Se recargó en el auto de su amigo, presionando el puente de su nariz.
Tomó aire y se relajó. Era una tontería pensar en ello. No podía seguir permitiéndose reaccionar así, por algo había guardado aquel diario junto a la carta.

–¡La última ya está arriba! –dijo fuerte Joey, saliendo del edificio sacudiéndose las manos, distrayendo al ojiamatista.

–No sé cómo agradecerte esto Joey.– dijo Yugi, mirando a su amigo.

–No te preocupes, yo siempre te ayudaré. –soltó el otro sin preocupación alguna.– Te dejo para que empieces a acomodar. Iré a una cita con una rubia, deséame suerte.–dijo palmeando su espalda y subiendo al auto.

–Suerte, tigre.–bromeó el ojiamatista mientras observaba el auto alejarse.

Yugi volteó a ver el edificio. Una nueva fase empezaba, el tiempo corría a su favor y estaba ansioso de vivir, de descubrir la nueva ciudad en donde se encontraba.
Sonrió por sus pensamientos y dió paso a entrar a su apartamento.

–¡Oye! ¡Espera! –escuchó detrás suyo una voz femenina, haciéndole voltear.

Una chica, castaña, de unos treinta y tres años más o menos se le acercó.

–Oh... –se llevó una mano a la boca, con sorpresa.– Disculpa, me confundí... Creí que– .–la chica no encontraba las palabras adecuadas.

–Soy nuevo.–dijo Yugi sonriendo, algo confundido y con una pregunta rondando en su cabeza que quería negar.– Me llamo Yugi Mutou, un gusto. –se presentó estirando la mano.

–Un gusto. –dijo aceptando el saludo.– Soy Ada Reid, vivo igual aquí. –se presentó ahora la castaña.– Siento haberte confundido. Si no fuese por los ojos y la voz serías igual.

–¿A quién?

–Un chico que vive al lado mío, en el mismo edificio, aquí. –dijo señalando detrás de Yugi.– Dijo algo de regresar a... –la chica se quedó pensativa, tratando de recordar un dato.– No recuerdo a dónde pero si recuerdo que dijo que iría a buscar a alguien.

Yugi se sorprendió, un aroma le cruzó la nariz. Su mente le había empezado a hacer jugadas, a regresarle el tiempo, a abrir el cofre de los recuerdos. El hecho de que la carta estuviera cerca suyo lo dejaba algo intranquilo.

–Creí que había vuelto pronto de su viaje, lleva media semana que se fue.

Yugi estaba a punto de preguntar sobre el nombre de aquel "chico" pero un bip constante resonó entre la chica y él.

–¡Oh no ya voy tarde! –se alertó la castaña.– ¡Nos vemos luego, Yugi! –se despidió de lejos la chica, corriendo.

Con un ademán le regresó la despedida.
Entró en el edificio y cerró la puerta principal. Metió la mano en su bolsillo, sacando la carta.
Los bordes de ésta estaban algo desgastados pero aún se leía "Para tí" en el centro del sobre. El ojiamatista abrió el sobre, sacando la carta.

Observó la caligrafía algo descuidada de Yami preguntándose si aún sería así, si ahora él había cambiado, si aún lo recordaba, si aún lo quería.
Su corazón se aceleró al pensar algo como lo último. Tocó con los dedos el "te quiero" escrito hasta al final de la hoja.
Suspiró y dobló la carta. Al meterla de nuevo al sobre ésta chocó con algo dentro, extrañado, Yugi sacó lo que obstruía.

Una foto.

Cuatro años y no se había dado cuenta. Sintiéndose como un tonto observó la foto con melancolía.
Era una foto simple, ambos, juntos, sonriendo en alguna de las muchas tardes en las que se vieron.

Un cúmulo de sensaciones  envolvieron a Yugi, de repente el aroma volvió a ser familiar, la sensación de los labios ajenos se sintió como si fuese ayer y finalmente una mirada  carmín volvió a ahondar en su mente.
Como si un balde de agua fría le cayera encima, leyó una frase que estaba detrás de la foto. Escrita en letras pequeñas para no marcar el papel decía:

"El contador no llegó a cero. El contador solamente se detuvo."

Diario de MutouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora