#27

4.1K 229 3
                                    

______ colgó y compró las naranjas para hacer zumo y las verduras para preparar la sopa. Iba cargada como una mula, y tuvo que hacer malabarismos para que no se le cayera todo por la escalera, pero por fin llegó a casa.

—Hola, ya estoy aquí. —Dejó todas las bolsas en la cocina, se quitó la chaqueta y fue directa a la habitación de Luke.

—Luke, ¿hola? —Entró en la habitación, que empezaba a oler ya a enfermo, y se sentó en la cama—. Luke, ¿cómo estás? —Le puso la mano en la frente y comprobó que la tenía empapada de sudor y ardiendo.

—______, ¿qué haces aquí? Vete, déjame. —Temblaba al hablar y seguía sin abrir los ojos.

—Vivo aquí, al menos de momento. —En ese instante se acordó de que se había olvidado de ir a firmar el contrato de alquiler—. No pienso irme hasta que te cures. Tienes que tomarte esto y beber algo. Vamos, seguro que te pondrás bien. —Se levantó de la cama y subió un poco las persianas para que entrara algo de luz del exterior—. Voy a prepararte un caldo. Descansa y luego te lo traigo.

—Los artículos.

—Ya están maquetados. La verdad es que son muy buenos; espero que no te moleste que los haya leído. —Le secó el sudor de la frente con una toalla—. Todos me han dicho que te mejores, y que no vuelvas al trabajo hasta que estés bien. Así que ya sabes, tienes que cuidarte. —Recogió el vaso y salió de la habitación. Luke volvía a estar dormido.

En la cocina, ______ preparó el caldo de verduras. Mientras lo hacía, escuchaba a Nina Simone y pensaba en cómo habían cambiado las cosas. En tan sólo unos meses había encontrado nuevos amigos, un nuevo trabajo y a Luke. Quizá no había sido tan malo lo de romperse la pierna.

Preparó una bandeja con un plato de sopa, un poquito de zumo, los antitérmicos y una servilleta, y se lo llevó a Luke.

—Hora de cenar. He preparado sopa de verduras. Despierta. —Como Luke ni siquiera se movió, ______ dejó la bandeja y se acercó a él—. ¡Dios mío! Estás ardiendo. Luke, por favor, despierta, vamos.

Estaba muy preocupada, tenía que hacer algo.

—______, mi princesa. —Luke deliraba, sudaba sin parar y tiritaba.

—Luke, abre los ojos, por favor. —Nada—. Luke, tienes que tomarte esta pastilla, tienes que ponerte bien, si no, yo... —Notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas—. Vamos ______, no seas histérica —se dijo a sí misma—. Sólo es un resfriado. Lo que tienes que hacer es lograr que se tome la medicación y hacer que le baje la temperatura. Tranquilízate y piensa en lo que haría mamá.

Entonces se acordó de que su madre trituraba las pastillas y las mezclaba con el zumo, y decidió que no perdía nada por intentarlo.

—Danger, tienes que beberte esto. —Él seguía sin responder, así que ______ cogió una cucharilla y se la acercó a los labios—. Eso es —dijo al ver que así conseguía que se la tomara—. Espero que cuando te mejores me compenses por este susto. —Luke estaba ahora un poco más tranquilo, y ______ logró que se bebiera todo el zumo.

Cuando acabó, le secó otra vez la frente, le arregló las sábanas y, antes de salir de la habitación, le dio un pequeño beso en la nariz. Fue una tontería, pero su madre siempre se lo hacía cuando estaban enfermos, así que seguro que eso también serviría para algo.

______ puso orden en la cocina y vio un rato la televisión. Estaba muerta de sueño, pero no quería acostarse antes de haberle dado otra vez la medicación a Luke, de modo que tenía que quedarse despierta hasta las doce. Cuando llegó la hora, volvió a preparar un poco de zumo para poder diluir en él las pastillas.

—Ya estoy aquí. Veamos cómo está mi enfermo preferido. —Se sentó en la cama y notó cómo se le iba todo el color y se quedaba blanca en cuestión de segundos. Luke estaba aún más caliente que antes. Tanto, que cuando ella le puso la mano en la frente, él se apartó como si no pudiera soportar nada más sobre la piel—. Danger, espero que cuando te recuperes, no te enfades por lo que te voy a hacer.

Dicho esto, se levantó, apartó las sábanas de la cama y empezó a desabrochar la camisa del pijama de Luke. Éste no paraba de quejarse, pero por suerte para ella, estaba demasiado débil para oponer resistencia. Para calmarse los nervios, ______ siguió hablando:

—¿Sabes una cosa? Nunca imaginé que el día que te quitara la ropa sería así. Y no me digas que ya te he visto desnudo antes. Esa noche que nos acostamos fue todo demasiado rápido. —Suspiró—. Siempre pensé que haríamos el amor en la playa, como en las películas. Vaya tontería, ¿no? —Con cada botón le confesaba algo más—. Otra cosa que me imaginaba era a ti desnudándome; despacio, lentamente, no como el otro día. ¿Recuerdas que te dije que lo había olvidado? Era mentira. Aunque supongo que tú sí lo has olvidado. En fin, es mi destino. Soy pésima enamorándome.

Ya le había quitado la camisa y el pantalón, sólo le había dejado los bóxers.

—Gracias a Dios que te dejaste los calzoncillos debajo del pijama, no sé si habría podido hacer esto si hubieras estado totalmente desnudo. Por cierto, estás demasiado delgado, pero eso ya lo arreglaremos, ¿vale? Voy al baño a buscar toallas, no te muevas. No está mal eso de que no me repliques.

______ regresó con un par de toallas totalmente empapadas en agua helada, se sentó y empezó. Al notar el contacto con el agua fría, Luke tembló aún con más fuerza.

—Shh, tranquilo.

Primero se las pasó por la cara y el cuello, y cuando creyó que ya se había acostumbrado al frío, bajó al pecho. Luke volvió a estremecerse.

—No pasa nada.

Oír su voz parecía tranquilizarlo, así que continuó hablando.

—Espero que tengas el detalle de no acordarte de esto, aunque para mí será difícil de olvidar. Creo que vas a formar parte de mis sueños eróticos toda la vida. —Le mojó también los brazos—. Me encanta este vello que tienes en los brazos, es tan sexy. Nunca he entendido por qué hay hombres que se depilan. Bueno, basta de decir tonterías, creo que ya te ha bajado un poco la temperatura. Ahora tienes que tomarte otra vez el antitérmico.

Dejó las toallas y le volvió a dar la medicación. Por suerte, él se la tomó en seguida, y pareció quedarse tranquilo. ______ estaba agotada. Tenía que dormir, pero no se atrevía a dejarlo solo. ¿Qué pasaría si Luke volvía a ponerse tan mal? ¿Cómo lo oiría? ¿Qué podía hacer? Tenía tres opciones: la primera, dormir en la cama con él. ¡No! La convención de Ginebra prohíbe la tortura. La segunda, irse a su habitación y dejar las puertas abiertas; tampoco, al fin y al cabo les había prometido a Jack y a Amanda que cuidaría de él. Y la tercera, quedarse a dormir en la silla que había en la habitación, aunque al día siguiente le doliera la espalda. «Pero así podré vigilarle», pensó ______. De modo que fue a su habitación, se puso el pijama y, en menos de un minuto, regresó al cuarto de Luke para intentar dormir en aquella incómoda silla.

Nadie como tu. {Luke Hemmings}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora