#28

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Debían de ser las tres o las cuatro de la mañana cuando ______ se despertó sobresaltada.         Luke se movía nervioso y hablaba en sueños. En realidad no hablaba, pensó ______, discutía, gritaba.

—Papá, te he dicho que no bebas. ¿Hasta cuándo vas a seguir así? —Tenía la respiración entrecortada—. ¡Deja esa botella! Si tengo que pegarte para que lo hagas, lo haré.

______ se levantó y se acercó a él. La cara de rabia de Luke le destrozó el corazón. ¿De qué estaba hablando? ¿Qué lo atormentaba tanto?

—Luke, es sólo un sueño.

Estaba ya a su lado cuando Luke, completamente dormido, la apartó sin querer y ella se cayó encima de la mesilla que había junto a la cama. El dolor casi la dejó inconsciente durante unos segundos. Seguro que al día siguiente tendría el ojo morado, pero ahora tenía que encontrar la manera de tranquilizarlo a él antes de que se hiciera daño. Así que se levantó y se colocó encima de su estómago.

—Luke, estate quieto, es sólo una pesadilla, tranquilo. —Él seguía respirando entrecortadamente, pero el peso de ______ sobre él le impedía moverse tanto—. Danger, despacio, tranquilo.

Pero entonces volvió a acelerarse.

—Papá, ¡es que no lo entiendes! No te quiere, ni a mí tampoco. Nunca nos ha querido.

______ notó cómo volvían a tensarse los músculos de él y, para evitar otro ataque, lo besó. No es que fuera muy buena idea, pero fue lo único que se le ocurrió. Primero sólo tenía intención de colocarse encima de él, pero cuando vio la cara de angustia de Luke no pudo evitarlo. Pensó que él no respondería, y así fue durante unos segundos, pero cuando sus labios se entreabrieron, la besó como si ella fuera la única medicina que necesitaba para curarse. Sus manos ardientes por la fiebre la atraparon, le resiguieron toda la espalda hasta meterse por dentro del pantalón del pijama. Y una vez allí, la apretaron fuerte contra su erección. ______ le devolvió el beso con la misma pasión, pero con más dulzura. Quería tranquilizarlo, que él notara que alguien lo quería, y ella ya estaba harta de negar lo que sentía. Le acarició la nuca, y poco a poco, Luke fue relajando los brazos. Ella continuó besándolo; posó sus labios en sus párpados, que parecían húmedos de lágrimas, en la frente, en la nariz, y Luke fue relajando el ritmo de su respiración. Por fin se tranquilizó. Parecía ya totalmente dormido, de modo que ______ intentó levantarse para volver a la silla, pero al notar que se movía, los brazos de Luke volvieron a apresarla, esta vez sin tanta fuerza. La abrazó como si no quisiera que ella se apartara de él.

—Bueno, supongo que después de esto, puedo perfectamente dormir en tu cama. Aunque dudo que seas consciente de nada. Seguro que ni siquiera sabes que soy yo a quien besabas.

Le dio un pequeño beso en el hombro y se acurrucó a su lado. Aunque sólo fueran unas horas, tenía que descansar, si no, al día siguiente no daría una en el trabajo. Ya estaba casi dormida cuando Luke la abrazó un poco más fuerte y susurró:

—______.

Al oírlo, ella se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás; estaba enamorándose como nunca había creído posible.

Luke fue el primero en despertarse. Le dolía todo el cuerpo como si le hubieran dado una paliza, pero no había sido el dolor de la espalda lo que lo había despertado, sino notar la mano de ______ en su abdomen y sus labios en el hombro. ¿Habían dormido juntos y no se acordaba? Era imposible. Si uno de sus sueños se hacía realidad, tenía que acordarse. Además, era imposible que él hubiese podido hacer nada. Por mucho que deseara a ______, y la deseaba mucho, estaba demasiado enfermo como para hacerle el amor. ¿O no? Iba a volverse loco. Tenía que saberlo, y el único modo era preguntárselo al duende que tenía pegado a su costado.

—______, despierta. —Ella se acurrucó aún más. Él estaba encantado, pero entonces notó que ella desplazaba la mano que tenía descansando en su cintura más abajo. Peligro. Si bajaba un centímetro más, notaría lo recuperado que estaba. Le cogió la mano e insistió—. ____*, despierta.

Lentamente, ella abrió los ojos y se desperezó. Cuando su cerebro conectó todos los cables y se dio cuenta de dónde estaba, se despertó del todo, y se incorporó sobresaltada.

—¿Cómo te encuentras? ¿Tienes fiebre? —Le tocó la frente, que ahora ya estaba fría—. Voy a buscarte las pastillas. —Iba a levantarse cuando Luke la detuvo.

—Estoy bien. —Le cogió la muñeca y, por algún extraño motivo, no quería soltarla—. ¿Qué haces en mi cama? —preguntó él un poco sonrojado.

______ pensó que era fantástico ver que él también podía sentir vergüenza.

—¿No te acuerdas? —______ se apartó el cabello de la cara. Siempre se levantaba hecha un desastre, y en ese instante Luke vio el morado que le estaba apareciendo en la mejilla izquierda.

—¿Qué te ha pasado? —Le acarició la cara preocupado—. ¿Cómo te has hecho esto?

Al principio, ______ no sabía de qué hablaba, pero cuando notó la punzada de dolor debajo del ojo se acordó del golpe que se había dado contra la mesilla al caer.

—No es nada. Voy a la cocina a por tus medicamentos. —Él seguía sin soltarla. Había algo raro en ______ aquella mañana—. Luke, ahora vuelvo. —Se liberó de la mano que le agarraba la muñeca.

«Gracias a Dios», suspiró ______. Ya no podía más. Si llega a estar dos minutos más sentada en la cama con Luke mirándola con aquellos ojos y con la camisa del pijama desabrochada, se muere o se lo come a besos. Por desgracia, ninguna de las dos opciones era posible, así que tenía que recomponerse y seguir con su vida. Tardaría unos mil o dos mil años en olvidar a aquel hombre, pero lo lograría. Mientras, lo mejor que podía hacer era disfrutar de su amistad y sacar el máximo provecho de su experiencia británica. Ya lo había decidido, ahora sólo tenía que creérselo y llevarlo a la práctica. Bebió un vaso de agua y preparó otro para su enfermo, cogió las pastillas, compuso su mejor cara de «sólo somos amigos» y regresó a la habitación.

Cuando entró, vio que Luke se había abrochado la camisa del pijama y estaba sentado en la cama. Tenía la mirada ausente.

—¿Te sientes mal? Tienes que tomarte estas pastillas —dijo ella, acercándole el vaso de agua.

—Gracias. —Se tomó las pastillas, cerró los ojos, como si intentara pensar, y cuando volvió a abrirlos buscó con la mirada a ______—. ¿Cómo te diste ese golpe en la mejilla?

—Me caí y me golpeé con la mesita de noche. No es nada —respondió ella sonrojada.

—Ya. ______, te lo preguntaré directamente, ¿te lo hice yo? No sé qué me pasa, no puedo acordarme de nada. —Luke estaba nervioso y no dejaba de tocarse el pelo—. Lo último que recuerdo es que te pedí que llevaras los artículos a Sam, ¿lo hiciste? Vaya tontería, seguro que sí. Esto ya me pasó una vez de pequeño, la fiebre se me disparó y... no sé, mi abuela dice que no paré de hablar, pero yo nunca logré acordarme de nada. ______, por favor, dime si te lo hice yo antes de que me vuelva loco. —La miró directamente, esperando la respuesta.

—Claro que no, tú eres incapaz de hacerle daño a nadie.

Estaba tan preocupado que ______ decidió no contarle nada de sus pesadillas. Ya encontraría la manera de ayudarlo más tarde.

—Ya sabes que soy torpe; tropecé al salir de la habitación con las luces apagadas. No te preocupes, ahora lo más importante es que te pongas bien. Anoche estabas ardiendo de fiebre, casi me muero del susto, por eso me quedé aquí. —______ no podía dejar de tocarle la frente, necesitaba saber que ya estaba bien, y a Luke parecía no importarle—. Ahora descansa, yo voy a ducharme para ir a trabajar y, antes de que lo intentes, no, tú no vas a ir a trabajar, te vas a quedar aquí recuperándote, ¿de acuerdo?

Dicho esto, se levantó y le acarició el pelo por última vez.

—De acuerdo. —Luke la miraba hipnotizado. Realmente era preciosa. ¿Cómo había sido capaz de estar tantos días sin apenas verla y sin tocarla? Debía de estar loco. No había escuchado nada de lo que le había dicho, sólo estaba concentrado en que no paraba de acariciarlo, le tocaba la frente, el pelo, como si no pudiera evitarlo. Cuando ella se levantó de la cama, reaccionó y le cogió la mano—. ______, gracias por cuidarme. —Le besó el interior de la muñeca.

—De nada. —Y salió ruborizada de la habitación.

Nadie como tu. {Luke Hemmings}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora