#54

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El lunes, ______ todavía estaba fatal. Ya no lloraba tanto, pero la tristeza la estaba consumiendo. Eso de enamorarse era horrible, en todas las novelas que había leído, se suponía que el amor era maravilloso, pero para ella no lo había sido. Bueno, sí. Pero había durado muy poco, y cuando el viernes Luke la miró a los ojos y le dijo que nunca la había querido, destrozó los recuerdos que ella tenía. No podía ser cierto. Se negaba a creer que él no hubiese sentido nada. Se negaba a creer que fuera capaz de hacer el amor de ese modo con otra mujer, que le sonriera así a nadie más. No, era imposible. Ya estaba, ya volvía a llorar de nuevo. Tenía que hacerse a la idea de que sí, de que él no había sentido nada por ella. De haberlo hecho, no la habría creído culpable de los robos y no la habría echado sin parpadear.

Luke salió de The Scope y se fue a su casa. Desde allí, llamó a Sam y le contó todo lo que había pasado. No tenía valor de decírselo a la cara y ver cómo él lo miraba con reprobación. Sam lo escuchó con atención y, cuando acabó, no le recriminó nada, sino que se limitó a preguntar:

—¿Qué vas a hacer?

—No lo sé. —Luke fue sincero—. Pero creo que ya no puedo hacer nada.

—Vamos, no digas tonterías —lo animó Sam—. ______ te ama, seguro que te perdona.

Luke no estaba tan convencido.

—No sé, tal vez sí me amaba. Pero después de lo que le dije el viernes no creo que quiera volver a hablar conmigo.

—Ya se te ocurrirá algo. —Sam suspiró hondo—. ¿Por qué no te quedas en casa y descansas? Seguro que no has dormido nada en todo el fin de semana. Ya verás como luego lo ves todo más claro.

—Quizá tengas razón —respondió Luke—. La verdad es que estoy agotado, casi no puedo tenerme en pie. ¿No te importa?

—No, tranquilo. Nos vemos mañana.

Y, por extraño que fuera, se durmió en el sofá.

No se despertó hasta el martes por la mañana, y lo primero que hizo fue llamar a ______. Como era de esperar, tenía el móvil apagado. Lo intentó tres o cuatro veces y ninguna tuvo éxito. Luego llamó a Ashton. El móvil de Ashton sí estaba encendido, pero su amigo no cogió ninguna de sus llamadas. Llamó diez veces. Las nueve primeras no dejó ningún mensaje. La décima le pidió por favor que lo llamara pero, típico de Ashton, éste ignoró su petición. Bueno, la verdad era que no le extrañaba. Se había comportado como un cretino.

Esa tarde hizo algo que había estado retrasando: llamar a Nana para contárselo todo. Cuando Nana dejó de reñirlo, le preguntó:

—¿Qué vas a hacer?

Últimamente todo el mundo le preguntaba eso.

—No lo sé —respondió él de nuevo.

—¿Es que eres idiota?

Bueno, en eso, Nana se había diferenciado de Sam.

—Te he preguntado si eres idiota —insistió su abuela—. Dios, no sé quién es peor, si tú o tu padre.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Luke.

—Porque tu padre se empeñó en luchar por una mujer que no lo amaba y tú no eres capaz de hacerlo por una que te ama con locura.

Luke no supo qué responder a eso.

—¿De verdad lo crees, Nana?

—¿El qué? —Nana estaba enfadadísima—. ¿Que eres idiota o qué ______ te ama?

—Lo de ______. —Luke no se veía capaz de pronunciar la pregunta entera—. Lo de que soy idiota ya lo has dejado claro.

—Claro que te ama, Luke —respondió Nana ya más cariñosa—. ¿Por qué crees que quiso hacer lo del reportaje de tu padre? ¿O por qué crees que no se defendió de tus estúpidas acusaciones?

—No lo sé. —Luke tenía un nudo en la garganta.

—Sí lo sabes. —Su abuela no iba a darle tregua—. Pero lo que de verdad es importante es si tú la amas a ella.

—Con todo mi corazón —respondió Luke sin dudarlo.

—Entonces, no tienes nada más que pensar. —Nana se sintió orgullosa de su nieto—. Ve a buscarla.

Luke se dio cuenta de que Nana tenía razón, tenía que ir a buscar a ______. Ya había perdido demasiados días.

—Nana, te quiero. Eres la mejor.

—Ya lo sé. Llámame desde Barcelona. —Su abuela sonrió—. Y dale un beso a ______ de mi parte.

—Lo intentaré.

Colgaron el teléfono y Luke encendió el ordenador para comprar un billete para Barcelona. Miró las páginas de todas las aerolíneas para encontrar el primero que llegara a la Ciudad Condal, y tuvo suerte, pues había un vuelo de British Airways que salía el miércoles a las ocho de la mañana. Sólo quedaban plazas en la categoría de business, pero lo compró igualmente. Como decía ese anuncio de tarjetas de crédito, hay cosas en la vida que no tienen precio, y recuperar el amor de su vida era una de ellas. Se preparó una bolsa con un poco de ropa y guardó en ella El conde de Montecristo; si ella no lo perdonaba, no tenía intenciones de devolvérselo. Llamó a Sam para decirle que no iría a trabajar en un par de días. Antes de colgar, Sam le hizo prometer que lo llamaría para contarle todo lo que pasaba, y oyó cómo Silvia le deseaba suerte. Iba a necesitarla.

El vuelo salió de Hearthrow a la hora prevista. Luke se pasó las casi dos horas del trayecto pensando en qué iba a decirle. No sabía por dónde empezar. Tenía miedo de que ella no quisiera verlo; de hecho, le había dicho que cuando descubriera al verdadero ladrón no fuera a buscarla. Él había revivido ese último encuentro una y otra vez en su memoria y, por más que lo intentaba, no lograba cambiar el final. No podía olvidar lo triste y dolida que se veía ella, ni lo estúpido y engreído que había sido él. El avión aterrizó y, cuando Luke pisó el suelo del aeropuerto, se dio cuenta de que no tenía ni idea de adónde ir. No sabía dónde estaba ______. Conectó su teléfono y llamó a Ashton. Como era de esperar, no contestó. ¡Maldita fuera! Decidió alquilar un coche; se negaba a presentarse en casa de los padres de ______ en taxi.

Salir del aeropuerto de Barcelona en coche no es nada fácil, y menos si hace años que no lo haces. ¿Por qué colocan las señales cuando ya no estás a tiempo de girar? En fin, Luke supuso que no era tanto culpa de la señalización como de su estado nervioso, y después de la segunda vez que se perdió, logró por fin dar con la autopista.

Llegó a Arenys y vio que la memoria no lo había traicionado; la casa de la familia Martí seguía siendo tan acogedora como recordaba. Aparcó el coche y se dirigió a la entrada. Las manos no dejaban de sudarle. Llamó al timbre y Elizabeth, la madre de ______, le abrió la puerta.

—¿Luke? —preguntó ella mirándolo de arriba abajo—. ¿Eres tú?

—Me temo que sí —respondió él inseguro.

—Pasa, pasa. —Elizabeth se apartó de la puerta para que pudiera entrar—. Supongo que has venido a ver a ______.

—Así es. —Antes de que Elizabeth pudiera decir nada más, él añadió—: Siento mucho todo lo que ha ocurrido.

Elizabeth lo miró, se acercó a él y le pasó la mano por el pelo.

—Lo sé —dijo ella enigmática—. Sólo hay que mirarte a los ojos para ver lo mal que lo estás pasando.

Luke no intentó disimular ni negar lo que ella acababa de decirle.

—¿Puedo hablar con ______?

—Pues la verdad es que no. Ella y Ashton se han ido al hospital, a Barcelona. —Al ver que él se ponía tenso al oír la palabra «hospital», aclaró—: ______ está bien, han ido a que le quiten los puntos de la ceja. Pero luego se quedará en Barcelona.

—Ah —fue lo único que él atinó a responder.

—¿Quieres que te dé la dirección del piso de ______? —Elizabeth empezó a escribir en un papel—. Toma.

—No lo entiendo. ¿No estás enfadada conmigo? —No pudo evitar preguntar.

—Bueno —respondió Elizabeth—, claro que estoy enfadada por el daño que le has hecho a mi niña. Pero, a diferencia de su padre y de su hermano mayor —añadió mirándolo a los ojos—, creo que tiene que ser ella la que decida si quiere volver a verte o no.

—Gracias. —Fue lo único que Luke consiguió decir.

—Vamos, vete. —Elizabeth lo acompañó a la puerta—. Ya tendrás tiempo de agradecérmelo más tarde, si es que aún quieres hacerlo. —Ella sonrió—. Creo que mi hija te hará pagar todo lo que le has hecho pasar.

Luke intentó devolverle la sonrisa, pero no lo consiguió y, tras agradecérselo de nuevo, se fue y se dirigió hacia Barcelona.

Nadie como tu. {Luke Hemmings}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora