Capitulo 11

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Dylan estaba sentado junto a mi. Ambos conectamos nuestras miradas. No quería que estuviera aquí. No en estos momentos.

—¿Qué haces tan sola? ¿pasa algo? —preguntó y su aliento a alcohol chocó contra mi.

—Nada —eso fué lo mejor que pude responder.

—Cuando las chicas dicen que no pasa nada es porque pasa todo.

—Y tú eres un experto en eso —solté amargamente.

—Sí, lo soy —respondió con orgullo y no dije nada más. Tenía la mirada perdida. Mi mente no eliminaba lo que había pasado. Un nudo viajo hasta mi garganta muevamente. Necesitaba estar sola ahora—. Ya. Dime qué te pasa.

—Necesito estar sola —murmuré con dificultad.

—Nadie quiere estar solo —contestó y tomó mi menton para inclinarse más a mi.

Esto parecía ser sacado de una pelicula romantica lo cual no me sorprendería, ya que Dylan no era para nada original y se aprendía frases de todas las peliculas que veía. Tampoco me sorprendería que los mismos trucos que ve en la televisión los usara con las chicas.

—Dylan —dije irritada quitando su mano—, por ahora no quiero entrar en tus juegos inutiles de seducción, ¿si? Mejor hablemos otro día.

Me pusé de pie dispuesta a salir de la casa. En verdad necesitaba pensar y estar sola. Fernando y Jorge seguían en la sala y yo me salí de la casa sin detenerme cuando ellos preguntaron a donde iba. Dylan iba detrás de mi y les dijo que todo estaba bien, pero no, no estaba bien.

—¿Qué te ocurre?

—Dejáme sola —dije de forma apagada mientras caminaba y escuché sus pasos detrás de mi—. ¡Quiero estar sola! —grité. Dylan se detuvo y me miró preocupado. Se dio cuenta de que hablaba en serio pero aún así no se fue y eso me enfurecio aún más— ¿No lo entiendes? ¡Vete! —continué gritando que casi se me desgarraba la garganta—. Vete, por favor.

Ya no podía más. Mi última frase sonó más a un ruego. El nudo en mi garganta me impedía hablar. No me podía contener. Las lágrimas estaban brotando, aquellas que siempre lograba controlar estaban saliendo sin poder detenerlo.
Me di la vuelta. No quería que me viera llorar. Me daba vergüenza.
Sentí sus brazos rodeandome y me dejé vencer tan facilmente. Me di la vuelta sin levantar la mirada y lloré en su pecho. Me fui resbalando, cayendo poco a poco y él me sostenía abrazandome. Quedamos en el pasto. El se sentó. Yo hice lo mismo. No podía parar. Ya no podía controlar mis sentimientos, al menos no como antes.

Dylan pusó su mano donde antes Daniel lo había hecho y reemplazó su tacto. Se me vino a la mente la idea más estúpida. Estaba tan llena de rabia que cuando Dylan me hizo mirarlo a los ojos, me abalancé sobre él. Lo besé freneticamente. Quería borrar todo. Olvidar lo que había sucedido hace momentos. Él me tomó de la cintura. Cambiamos de posición. Yo estaba abajo y el encima de mi. El llevaba el control del beso y yo solo me dejé guiar correspondiendole. No me importo lo que pasara esta noche. No me importaba si los chicos salian de casa y se encontraban con esta escena. No me importaba.
De igual forma, nadie salio. Dylan y yo nos seguiamos besando. Besaba bien pero no sentía nada y yo quería encontrar algo de lo que Daniel me hacía sentir sin siquiera besarme. Sin embargo, mis intentos fueron en vano.

Cuando nos separamos por la falta de aire respirabamos agitadamente. Los dos nos acostamos en el frío cesped, en la fría noche sin decir nada. Estabamos en total silencio con la música encerrada que se oía de fondo. Yo solo pensé en la tontería que había hecho. Había dejado de llorar y eso me hizo sentir mejor. Me sentí mejor solo por unos instantes.

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora