Ofelia
—¿Estas mejor? —preguntó Daniel mientras caminabamos alrededor de las casas para tomar un poco de aire.
—Sí, estoy bien —sonreí de lado.
Me asuste demasiado al verlo así y el ver que nadie hacia nada por detenerlo no reprimí el impulso de avalanzarme sobre aquel chico. Ahora pienso que fué demasiado tonto.
—No debiste meterte—me dijo una vez más.
—¿Qué iba a hacer?—exclamé yo—. ¿Quedarme parada al ver como te estaban golpeando?
—En verdad. Siempre he admirado lo valiente que eres pero —tomó aire—, prometeme que si llegara a pasar otra vez, no volveras a hacer una locura así.
—No —contesté haciendome para atras—. No me pidas eso.
El negó mientras miraba al suelo. Dejamos de caminar por un momento. Su labio ya había dejado de sangrar, al igual que su ceja que tenía un pequeño corte. Aunque aún se veía la sangre amenazando con salir. Suspiré pesadamente. El lugar estaba algo obscuro y frío. La mayoría de las personas ya estaban durmiendo. Los chicos se quedaron en la casa porque según ahí dormirían, excepto por Mariana y Tania. Ellas se irían a casa cuando volviera y yo me iría con ellas. Miré a Daniel por unos instantes y vi que estaba metido entre sus pensamientos. Sonrió.
—En verdad eres especial.
Lo miré y él me veia de una forma que nunca antes había notado. Me gustaba. Tenía una sonrisa sincera que te contagiaba la alegría. Mis mejillas se tiñieron de rojo. Podía sentir como la sangre se alojaba en ese punto. Algo extraño comenzó a crecer dentro de mí. Una mezcla de felicidad, emoción... amor. Algo muy parecido sentí como cuando eramos pequeños. Cuando sus compañeros lo siguieron hasta su casa para golpearlo y yo hice lo que pude para que se marcharan de ahí. Cuando dije que los besos curaban heridas y lo besé. Que pena. Mi cara se puso más roja aún. Daniel rozó mi mejilla con su pulgar pasando por donde aquel chico me había golpeado. Cerré los ojos por unos instantes al sentir su tacto. Me costaba un poco respirar cuando él estuvo más cerca. Me miró a los ojos. Luego mi boca. Volvió a subir su mirada. Por un segundo creí que iba a besarme.
—No sé por qué esto me recuerda algo —habló en un susurro. Solté una pequeña risa corta y escaza. Los dos pensamos lo mismo. Me daba mucha pena recordar eso. Él lo sabía. Me mordí el labio por un microsegundo. El azul de mis ojos se reflejaban en los suyos. Sus labios estaban entreabiertos al igual que los mios.
Escuché su respiración. Mi corazón latía con fuerza. Sentí sus labios rozar con los mios y entonces, ya no me importo nada. Comenzó a besarme de forma suave. Puse mis manos alrededor de su cuello y dimos más profundidad al beso cuando su otra mano sostenía mi cintura. Jámas me imaginé estar así con él. Una clase de electricidad viajó por mi cuerpo. Comenzamos a ir un poco más rápido. Me gustaba la forma en como me besaba. Era dulce y luego se tornaba apasionado. Nuestras respiraciones agitadas chocaban y se mezclaban entre sí.
Entonces el paró de golpe y susurro un lo siento. Sabía que no lo decía por el beso. Era algo más, o por alguien más. Me pusé fría al instante. Mi corazón dejo de latir como hace unos segundos lo estaba haciendo. Me hartaba esta situación. Estaba cansada de sentirme así. Sabía que no era el momento pero yo era tan impulsiva e imprudente a veces. Sentí el impulso de decirle de una vez lo que sentía por él.—Pues yo no.
Mi respuesta pareció tomarlo por sorpresa que se quedo inmovil.
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Ofelia.
RomancePara Daniel, uno de los colores más deprimentes y sombriós era el color azul. Para Ofelia, uno de los colores más bonitos y llenos de esperanza era el color azul. Daniel creía que nunca nadie lo haría cambiar su opinon respecto al color, pero cuan...