Capitulo 3

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Desde que conocí a Ofelia los días eran más divertidos. El tiempo en esas cuatro paredes insipidas era mucho más colorido cuando estaba ella. La mañana del fin de semana lo fué aún más cuando saliamos a caminar por el lago y le enseñé a lanzar piedras. Ofelia no era muy buena en eso y acababa por fastidiarse buscando otra cosa en la cual jugar. Por otra parte, la escuela seguía siendo igual de mala. El tiempo era aún más largo porque lo único que deseaba era llegar a casa.

—¿Tus padres no se preocupan por qué no llegues a casa?

—No, nunca lo han hecho.
Contestó ella de manera cortante.

Cada vez que sacaba el tema de sus padres se comportaba así. Opté por no volver a preguntarle pues no la quería hacer enfadar. Ahora que lo pienso. Nunca la he visto enfadada. Siempre estaba alegré y llena de energía dando saltos.

Ofelia admiraba el lago. Estabamos sentados compartiendo una roca cansados de correr de aquí para allá.

—Quisiera ser una tortuga.
Soltó derepente como suele hacerlo.

—¿Por qué?

—Para nadar e ir a donde yo quisiera. Aparte tendría una casa a donde sea que fuera. Ya sabes, por su cosa esta donde se esconden.

—¿Hablas de su caparazón?

—Eso. Sería libre y me escondería facilmente porque no se diferencian las tortugas...

Ella siguió hablando tanto como usualmente hace comenzando de un tema y mudando a otro. Sus ojos brillaban y reía de vez en cuando dando pequeños brincos de emoción y yo solamente la miraba. No me parecía aburrido las cosas que decía, claro, que a veces decía cosas extrañas que yo no entendía pero de igual forma me parecía interesante y me dedicaba a observarla. Otra vez sentí esas ganas de vomitar. ¿Por qué me ocurría esto.

Daniel.
Escuché mi nombre como un eco.
Daniel.
Otra vez.

—¡Daniel!
Parpadeé repetidas veces saliendo de mis pensamientos cuando sentí un golpe en el hombro. Miré a Ofelia que ahora estaba de pie agitanto sus manos de manera exagerada frente a mi.

—¿si o no?

—¿De qué?

—De la carrera.

—¿Qué carrera?
Cuestioné confundido. Ella rodó los ojos y bufó desesperada de una manera muy graciosa.

—¿Qué si hacemos una carrera?

—Ah, si.

En cuanto dije estas dos palabras ella se echó a correr y yo apenas entrando en razón corrí mientras gritaba "no es justo".




—¿No te parece que está más contento de lo normal?

—Si, hoy me recibió y me ayudó con las bolsas de compra. También...

—Oigan, estoy aquí.
Me hice notar sacudiendo las manos en frente de mi madre y mi abuela.

—Si te ayudé fué por qué cuando no lo hago siempre me regañas.

—Si, pero esta vez accediste sin fue te llamará dos veces.

—Eso fué por qué estaba en la sala, mamá.

—Bueno, ya. ¿Me vas a negar que no hay un cambió en ti? —mi madre acerco más su silla hacía mí—. Acaso... ¿ha pasado algo para que hayas cambiado así de repente?

—Pues... la verdad es que sí.

Ante eso, mi madre se inclinó aún más y hasta mi abuela había dejado de coser solo para escuchar según ella "disimuladamente".

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora