Al llegar a la entrada de juegos topecé con Tania y por detrás llego Ofelia con Mariana. Ambas venían riendo pero entonces, en cuanto Ofelia me vio, su sonrisa se fue borrando. Los cuatro estabamos sin saber que decir y finalmente, al ver que ninguno decía nada, Tania habló.
—Oh, Daniel —comenzó con un tono de sorpresa fingido—. ¿Qué haces aquí?
No respondí. Nadie decía nada. Ella me miró con sus ojos azules llenos de suplica y preocupación. Yo le devolvía la mirada. Ambos. Sin romper contacto alguno. De reojo miré como Mariana tomaba del brazo a Tania y nos dejaban solos.
—Hola —dije un poco incómodo.
—Hola —respondió ella jadeante y demasiado quieta.
—Quería hablar contigo —miró hacia los lados un poco nerviosa.
—Daniel...
—Quiero saber que esta pasando —la interrumpí—. ¿Por qué estas así conmigo?
Ella se alejó de la entrada y camino hasta uno de los barandeles de la plaza mirando hacia abajo. Me uní a su lado.
—Yo... es que... —balbuceó. Estaba nerviosa—. No puedo.
—¿Qué es lo que no puedes?
—No puedo decirtelo —respondió viendome a los ojos para luego desviar la mirada.
—¿Por qué? ¿qué es lo que pasa?
—Es que... es complicado. Iba a hablar contigo hoy. Pero esto... es muy díficil de explicar.
—¿Acaso dije algo malo o alguien..?
—No —cortó ella—. Dame tiempo, ¿si? Cuando esto se resuelva yo te contaré todo.
—No —me adelanté. Ya no soportaba sus secretos. No me gustaba que siempre se guardará todo—. No volvamos a lo mismo. Guardarte los problemas no te ayuda.
No me gustaba hablar en este lugar. No había mucha gente, pero aún así, no me sentía cómodo.
—Sé que hicimos una promesa —continuó—. Pero entiendeme, por favor. Por ahora no puedo.
—Ayudame a entender que sucede porque parece que ya no quieres que este cerca tuyo.
—No es así —negó ella—. Quiero que sigamos como antes.
—¿Entonces?
—Lo siento. Lo siento, ¿si? —sus ojos comenzaron a brillar por unas lagrimas que se asomaban—. Es que esto es díficil. Olvidemos que yo estuve rara estos últimos días y seamos los de antes.
—No es así de fácil... Ven conmigo —dije y la lleve fuera de la plaza.
Algunas personas nos miraban. Ofelia parecía luchar consigo misma para mantenerse al margen.
Caminamos hasta donde estaba el auto y entramos ahí. Alzó la mirada saliendo del trance y fué cuando se percató en donde estabamos. Sus ojos estaban levemente rojos.
—Yo... —empezó a decir después de un rato—. De verdad no sé que me pasa. Sé que he estado muy extraña estos días y sí, estuve evitandote pero no es porque hayas hecho algo malo. No, tu no... soy yo, me siento un poco confundida contigo.
—¿Por qué?
Que no sea lo que estoy pensando.
—Dame tiempo. Dame tiempo de aclarar esto y luego te diré. Por favor.
Creo saber a que se refería y de verdad no quería que fuera en serio. No. No sabía que decir. Probablemente lo que yo pensaba no fuera su respuesta pero de igual manera prefería no saberlo. Entonces no pregunte más. No quería dejar las cosas así pero no había otra forma. Así que nos quedamos un rato en los asientos. Mariana me mandó un mensaje preguntando a donde nos habíamos ido.
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Ofelia.
RomantizmPara Daniel, uno de los colores más deprimentes y sombriós era el color azul. Para Ofelia, uno de los colores más bonitos y llenos de esperanza era el color azul. Daniel creía que nunca nadie lo haría cambiar su opinon respecto al color, pero cuan...