Capitulo 2

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—Esta demasiado quieto, ¿estará bien?

—No lo sé, ha estado así desde que llegue.
Murmuraban mi abuela y mi madre.

—Y está más pálido de lo normal.

—Hija, así siempre ha estado y es porque no lo dejas salir al sol.

—Bueno, ¿podrían dejar de hablar de mi como si no estuviera aquí?—respondí alterado y harto de la situación.

—Relajate —contesto mi madre—. No hay porque alterarse

—Lo sacó de ti —respondió mi abuela con una sonrisa burlona.

—Por supuesto que no, madre —se quejó— Yo no soy así.

—Sí, si lo eres y es por tomar tanto café ya te lo di...

—Como sea —interrumpió ella—. ¿nos dirás qué te ocurre?

—Estoy igual que siempre.

—No, estás más apagado de lo normal.

—Eso es porque no tengo con qué entretenerme

—¿Como? Hijo, podrías... no sé, leer

—¿Leer? ¿es en serio, madre? Tus aburridos libros de historia.

—Ya te dije que no son de historia.

—Pues parecen. Son tan grandes, gruesos, pesados y demasiado viejos. Lo que yo necesito son juguetes, ya sabes, carros a control remoto o un balón de...

—No, hijo. Sabes que no me gustan esas cosas.

—No te preocupes, madre. Son para mi, no para ti.

Murmuré para mi mismo pero fue inutil porque mi madre me escuchó y al ver su mirada me di cuenta de lo mucho que le desagrado mi comentario.

—A tu cuarto.
Y esa miráda y esas tres palabras cargadas de enojo bastaron para ir a mi habitación sin chistar.

Al llegar cerré la puerta. Tenía muchas ganas de azotarla pero sabía que sería peor. Me senté al borde de la cama molesto por lo que acababa de pasar.

—Hola.
Esa voz. Inmediatamente voltee a ver y era esa niña otra vez. Me asuste tanto que no evite el gritar y alejarme de ella.

—¡¿Qué haces aquí?!

—Ah, si hablas —dijo ella sonriente.

—¿Como fue que entraste?

—Por la ventana de abajo y me escabullí hasta aquí, ¿te molesta?
Pregunto inocentemente mientras se sentaba en la cama.
Escuche unos pasos que venian cada vez más cerca, giré la vista hacia la puerta. Diablos, mi madre. De un momento a otro la puerta se abrió.

—¿Qué pasa?

Yo miré a mi alrededor de una manera disimulada notando que la niña ya no estaba en mi habitación.

—Nada, solo tropece y me di en la punta del pie.

—¿Seguro? Escuche que hablabas con alguien más.

—No, solo conmigo mismo como siempre.

Mi madre no muy convencida salió cerrando la puerta.

—Eso estuvo cerca —contestó esta niña saliendo debajo de la cama.

—¿Como fué que llegaste aquí?

—Es solo que... nunca antes había visto una casa en este lugar y ahora que la encontre decidí explorarla. Me gusta explorar —respondió con simpleza mientras recorría el pequeño cuarto—. Tu habitación es linda.

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora