Capitulo 1

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Daniel

Escuché una voz lejana.
Daniel
Volvía a repetir más cerca y entonces desperté.

—Por dios, Daniel —era mi madre —. Despierta que se te hace tarde.
Con pasos torpes mi madre se levanto a abrir las cortinas para dejar entrar la luz del sol.

—¿Tarde para qué? —pregunté yo apenas abriendo los ojos y poniendo la almohada encima para volver a dormir. De pronto sentí como esta era arrebatada y me froté el rostro con ambas manos dandome por vencido.

—¿Cómo que para qué? —dijo ella aún más efusiva—. Es un hermoso día que no puedes desperdiciar durmiendo. Anda levantate ya y baja a desayunar.
Cerró la puerta del cuarto y escuche sus pasos resonando por toda la casa.

¿Quién, en su sano juicio, despierta a un niño de 13 años en un sábado por las 6 de la mañana sin un motivo aparente?
Bajé lentamente las escaleras con todas las energías que se podían tener a estas horas. Mi madre era capaz de dejarme sin desayunar si no llegaba a tiempo a la mesa. Solo tenia diez minutos de tolerancia después de su aviso. Baje los dos ultimos escalones de un brinco.

—Ya te dije que no hagas eso, te puedes resbalar—. Reprendió ella tomando una taza de café.

—¿Por qué tienes que despertarme tan temprano todos los fines de semana?

—Debemos aprovechar cada momento del día.

—No puedo aprovecharlo teniendo sueño. Además, ¿qué puedo hacer aquí? Es sumamente aburrido estar en esta casa y afuera no me dejas salir.

—Hay muchas cosas por hacer, tus deberes por ejemplo.

—Uy si, que diversión. Me muero por empezar —respondí con una oración cubierta de sarcasmo.

—Me tengo que ir a trabajar. Tu abuela llegara en unas horas. Recuerdame las reglas.

—No abrir puerta a extraños, no salir, comenzar tus deberes con una gran sonrisa...

—¿Y?

—Ah, si.

Olvidaba la falsa sonrisa que siempre ponía. Sonreí mostrando los dientes de una manera muy forzada.

—Que tengas un buen día.

—Igual, mamá.

En cuanto vi que no habia rastro de ella salí por una de las ventanas de la casa como usualmente hacía cuando ella salía al trabajo. Corrí lo más que pude adentrandome entre los arboles para llegar hasta el lago. Me sente sobre una roca para no ensuciar la ropa que llevaba. El lago era con lo unico que podía entretenerme. Dibujando con una rama en la tierra, lanzando piedras al lago o adentrandome en el bosque imaginando cualquier tontería. Eso era mucho más divertido que estar en esa tonta casa. Donde no habia más que libros de historia con un grosor que del solo verlo te quitaba las ganas de si quiera abrirlo. No había televisión, ni siquiera un estereo para escuchar música. No tenía juguetes desde que nací. La casa era tan simple con colores tan aburridos. Mi madre había decidido traernos a un lugar retirado de la ciudad porque ella era escritora y estar en un lugar así sin aparatos electronicos, sin ruido de la ciudad y solo naturaleza era algo perfecto para su inspiración. Iba lo menos que podía a la ciudad y solo para trabajar. Ya eran casi las nueve de la mañana y a las once llegaría mi abuela con más comida. Desde que fallecio el abuelo ella se ha quedado a vivir con nosotros con la excusa de ayudar a mamá en la casa pero yo sé que solo se quedó porque se siente sola.


Escuche unas risas que  provenian del bosque y mi curiosidad fue tanta que caminé buscando aquella voz que ahora parecía platicar con alguien más, pero no se escuchaba respuesta. Mi madre siempre me había dicho que no hablara con extraños o abriera la puerta a extraños y eso era algo tonto porque nunca antes habia visto a alguien venir hasta este lugar. La voz era más cercana así que camine sigilosamente y me escondí detras de un arbol. Era la voz de una niña.

—Es usted muy lindo y tierno.

Decía la niña mientras abrazaba un peluche de tortuga.
Ella comenzo a caminar mientras veía al cielo y la seguí. Su cabello ondeaba en el aire era un pelo rojizo y largo, su vestido color azul marino, su piel era blanca y sus uñas las habia pintado de un color blanco.

—¿Que dice usted señor? —acercó el peluche a su oído como si contará un secreto—. ¿Qué un niño esta detrás de mi y nos ha estado siguiendo?
Alcancé a esconderme detras de un arbol en cuanto ella volteó. Mé asomé un poco pero ya no estaba supongo que se habrá ido y yo no sé que estoy haciendo aquí, lo mejor será volver a casa. Mire mi reloj y apenas eran las diez y media. Al regresar la mirada al camino estaba ella frente a mi. Demasiado cerca. No sabia que hacer. Mis pies estaban clavados al suelo y la boca se me había secado.

—Con que... tú estabas siguiendome —ella sonrió y se llevo un mechon de cabello detras de la oreja— ¿No vas a hablar?

No tenía control de mí. No podía mover mis pies y menos hablar. Sentí un cosquilleo extraño en el estomago y unas ganas tremendas de vomitar. Lo unico que quería era salir corriendo de ahí pero mis pies no avanzaban. Cuando ella iba poner una mano sobre mi, logré mover un pie y torpemente me eché a correr. Que situación más rídicula. Lo bueno es que no volveré a verle la cara a esa niña.


O eso era lo que creía yo...

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora