Capitulo 9

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—En un par de días tendremos una pequeña reunión.

Comentó Daniel mientras ibamos en la camioneta.

—¿Una fiesta?

—Algo así. No es una fiesta como tal. Solo una reunión de amigos. Mariana quería decirte cuanto antes pero le dije que yo soy tu mejor amigo y que me correspondía a mi invitarte. ¿Qué dices?

—Que ya comprendo por que se comportaba de esa forma tan rara.

—No es muy buena guardando secretos —confesó mientras giraba un poco el volante y mantenía los ojos en el camino.

Lo miré por un buen rato. Me sentí muy afortunada de tener a alguien como él. Lo vi sonreir. Su sonrisa era hermosa. Sus labios eran delgados y en ocasiones me dedicaba una de esas sonrisas que me dejaban confundida. Se miraba tan atractivo. Había algo diferente en él o sólo era yo la que lo creía.
Sentí mi estómago revolverse que me causaba nauseas. Mi respiración fue haciendose cada vez más acelerada.

              ¿Qué me ocurre?

La música que nos invadía la comencé a escuchar en un volumen suave. Era audible para mí apesar de que Daniel le había bajado para que pudieramos hablar. Me sentí extraña. Miraba a Daniel aún con esa sonrisa y sus ojos brillaban y reflejaban el camino de la ciudad con esas luces que iluminaban el obscuro camino a causa de la noche.

De pronto quise...
Me preguntaba que se sentiría...

Mis pensamientos quedaron suspendidos en una frase incompleta. Daniel había volteado a verme por unos segundos llamandome y regresó su vista a la carretera.

—¿Estas bien? —preguntó en ese tono cuando se preocupaba por mí.

—Sí —respondí todavía anonada tratando de controlar mi respiración.

—¿Segura? —preguntó una vez más viendome de a ratos para no perder la concentración en la carretera.

—Sí, es sólo que...

Dejé la frase a medio terminar tal como lo había hecho con mis pensamientos. Miré hacia el frente. Mis ojos veían la carretera pero mi mente estaba en otro lado. No podía decirlo. No debía decirlo.
¿Cómo le explicaba a mi mejor amigo que comencé a imaginarme lo que se sentiría besarlo?

—Estoy bien —dije al fin y reí de forma apagaba. Era una pequeña risa nerviosa que esperaba no notara—. Solo estaba pensando en tonterías —murmuré y luego seguí hablando en mi tono normal—Respecto a la fiesta. Sí me gustaría asistir.

Al llegar a casa todavía me sentía de forma extraña. Estaba cubierta de dudas. Los niños llegaron gritando y me abrazaron. Me cayó como un balde de agua fría. Fué como despertar. Ambos me sacaron de mis pensamientos. Su madre estaba preparando algo en la cocina porque venía hacia mí con las manos cubiertas de harina. Primero me dio un abrazo.

—No me avisaste que ya venias para acá —comenzó a decir en un intento de reprenderme, pero ella era tan dulce como persona que me era imposible imaginarla regañandome—. ¿Ocurre algo?

—No —conteste con una sonrisa cellada—. Todo bien.

La mesa estaba lista para que todos cenaramos. El señor Juan no iba a llegar a casa pues seguía en la oficina repleto de cosas por hacer. Todos los días lo veía trabajar. Antes no era así, solo de repente se vió enfrascado entre tanto trabajo que ya casi no lo veíamos por la casa. Nos encontrabamos los tres cenando en la mesa. Se sentía un poco triste y silencioso el ambiente. La señora Karla, aunque no lo demostrará, sé que se sentía triste sin él. Era obvio que le hacía falta y a los niños también. Todos cenabamos envueltos en un triste silencio.

Una vez teminado la cena. Me puse de pie ayudando con los platos para ir a lavarlos. Brandon y Alex se despidieron. Su madre subió con ellos para darles un beso a cada uno y las buenas noches. Me dedique a lavar los platos y cuando termine fui hasta mi habitación.

Me deje caer sobre la cama y me puse a pensar sobre lo que sentí hoy. Era algo que nunca me había pasado. Estuve un largo tiempo dando vueltas a lo mismo sin concluir nada. Mientras más pensaba en él, más confundida me sentía.

La puerta de la habitación fue tocada. Fui hasta ella para abrirla. Ya era un poco tarde. Imaginé que podría ser Brandon ya que a veces se levantaba en las noches porque no podía dormir y me ponía a leerle cuentos. Me llevé una gran sorpresa al abrir la puerta y ver que no era él, sino su madre.

—¿Puedo pasar?

Tardé un poco en reaccionar pero finalmente pude articular esas palabras junto con un asentimiento de cabeza.

—Desde que llegaste te sentí un poco extraña. ¿Quieres contarme algo?

Dudé un segundo entre contarle o no. No sabía si hacerlo. Sentía un poco de pena.

—No pasa nada —respondí de forma tan apagada que ni yo me lo creía.

—Ok —dijo ella.

Pensé que en ese momento se pondría de pie y se iría, pero no fue así. En cambio, se removió un poco y se quedo sentada en un extremo de la cama para después hablar conmigo.

—Sé que no nos une ningún lazo de sangre, sé no hace mucho te mudaste con nosotros pero, puedes confiar en mí. Ofelia. Yo te quiero como a una hija. Puedes contarme lo que te tiene así.

Dudé una vez más y por última vez. Pensé y lo volví a pensar. Sí, necesitaba decirle esto a alguien. Necesitaba una amiga o una madre a la cual contarle lo que estaba sintiendo. A Mariana no podría contarle. Era mi amiga y habíamos estado saliendo. Es muy buena conmigo pero no creo que estuviera bien contarle. ¿Qué pensaría de mi? ¿Qué tal si se lo decía a Daniel?
Al fin tomé una decisión. Comencé a hablar con la señora Karla quien me escuchaba atentamente. Al principio pensó que algo malo me había hecho Daniel y yo respondí que el jámas haría algo para lastimarme.
Cuando termine de contarle todo sin interrupción me contesto así.

—Estas enamorada.

Sus ojos brillaban y me miraba con una sonrisa dulce llena de ilusión y ternura. Y mi respuesta fué un No.

No estaba enamorada. Ni siquiera tenía una buena idea de lo que era exactamente el amor. Yo no podía estar enamorada. No de él. Me niego a sentir esto. Este sentimiento solo traía complicaciones. Esperar amor de pareja por parte de alguien sólo eran problemas y desgracias.
Yo no estaba enamorada. Solo fué una simple atracción de momento. Un arranque de hormonas o que sé yo.

Dí vueltas en la cama intentando dormir y arrancar esa imagen de él. Cada recuerdo me golpeo una y otra vez. Imagenes de él y yo. Él primer momento mágico. Mi primer ataque de risas. Mi primer beso. Todo fué con él. Terminé llorando de la desesperación. No se podía escapar de esto tan facilmente.

Mi abuela murió de tristeza por el amor que le tenía a mi madre. Todas las desgracias, corages y humillaciones que mi madre le hizo pasar fueron lo suficiente para acabar con ella. Fué por ella que murió. Todo fué su culpa. Mi madre me abandonó por mi padre y entonces me quedé sola. Tenía esa estúpida obseción por él y acabó mal. Veronika me privo de cosas maravillosas por la desilución de amor de aquel hombre.

El amor hundió a mi familia y ahora trataba de hundirme a mi.

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora