Capitulo 6

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Ofelia.

Caminé por la calle empedrada. Me quite los zapatos, pues ya me habían cansado y comenzaban a lastimar mis talones.
Luego de haber visto a Daniel me sentí más tranquila, y el haberle contado por todo lo que pase me hizo sentir liberada. Un momento a su lado y logró cambiar para bien mi día.

Pasé por la casa en la que antes vivía, por alguna razón se veía más sombría que antes. Las ventanas estaban cerradas, al igual que la puerta. Es posible que Veronika ya no se encontrara ahí. Me detuve por unos segundos para contemplar la casa y un escalofrío recorrio mi espalda recordando cada momento vivido.
Descalza seguí mi camino hacia mi nuevo hogar. Era extraño decirlo porque hacía mucho que no usaba esa palabra. Después de la muerte de mi abuela terminé en aquel lugar, con aquella mujer y realmente nunca me sentí cómoda estando ahí. Era casi una prisión. Al poder huir sentí que podía respirar de nuevo y aunque estaba casi acabada mentalmente tuve la suficiente fuerza para seguir adelante.
Ahora las cosas eran diferentes. La vida me dio una buena bofetada y a tan temprana edad deje de vivir mi cuento de hadas para chocar contra la pared de la cruel realidad. En parte, eso era algo bueno.

Al llegar a casa estuve por un buen tiempo en la habitación recortando mariposas de papel azul. La señora Karla había sido tan amable en darme un cuarto propio y amplio el cual podría adornar como quisiera.
La puerta de mi habitación fue golpeada en tres suaves golpes.
Sabía muy bien de quien se trataba. Me dirigí hacía ella y abrí mirando hacia abajo.

—Alex, ¿qué pasa?

—Brandon y yo hicimos un juego—respondió el pequeño mostrandome una caja de cartón adornada con letras escritas con gis— ¿quieres jugar con nosotros?

—Por supuesto. En un momento bajo, ¿si?

Alex asintió emocionado. Cerre la puerta para cambiarme de ropa a una mucho más cómoda. Puse las mariposas en el buró color marrón con las tijeras encima para que el viento no las esparciera. Los padres de los pequeños habían salido, por lo que yo me quede a cuirdalos. Estos niños en poco tiempo se ganaron mi corazón y de verdad que no deseaba separarme de ellos. Pasamos todo lo que restaba de la tarde jugando y comiendo algo de pizza.


—¿Que tal estuvo el día?

Preguntó la señora Karla en cuanto cruzo por la puerta y colgaba sus llaves para no perderlas. La casa siempre estaba ordenada y así era muy dificil que se perdiera algo.

—Muy bien, señora. Alex y Brandon ya estan durmiendo —comenté yo mientras terminaba de cenar.

—Me alegra, mi niña. Con las prisas ya no te pude preguntar como te había ido con tu amigo.

—Bueno, pues me fue bien. Le hablé sobre la razón por la cual me fui así tan derepente.

—¿Como lo tomó?

—Al principio si se molesto demasiado pero, después lo arreglamos y estamos bien—al decir esto sonreí de medio lado.

—Este chico es especial para ti, ¿no es así? —cuestionó la señora Karla con una sonrisa.

—Pues es la única persona que conozco, mi único amigo y si, es muy especial para mi —confesé dulcemente y sin querer sentí como la sangre se acumulaba en mis mejillas.

Desperté muy temprano como ya era costumbre desde que era pequeña y tendí mi cama.
Bajé para desayunar con la familia. Mientras comía pensé en lo grande que era esta casa. La casa de Veronika tenía un buen espacio pero esta, sin duda, era una de las más grandes que había visto pero tampoco era como que haya visto muchas. Era bonita, siempre se encontraba limpia. Venía cada fin de semana una señora a hacer el aseo y ella se encargaba de no dejar ni una pizca de polvo. También tenían una niñera a la que pocas veces llamaban. Ahora que había llegado yo, la mayor parte del tiempo si los niños tenían que quedarse solos me quedaba con ellos. El señor Juan ultimamente había tenído tanto trabajo que apenas y se le veía por la casa y la señora Karla salía de vez en cuando para hacer las compras o para ir a clases de cocina.

Ofelia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora