Capítulo 17

3.1K 353 53
                                    


—¿Qué ha sido eso? —preguntó Ayax siguiéndome con cara alarmada hacia el interior. Al mirarle de reojo, constaté que Knight se había ido ya y suspiré aliviado (y bastante jodido también).

—¿El qué? —me apoyé en la ventana intentando calmar mi respiración. ¿Por qué ese matón violento tenía que ser tan guapo? ¿Por qué tenía que estar interesado en mí? ¿Por qué sus ojos habían mostrado tantísimo dolor ante mi respuesta, si él podía tener casi a quien quisiera en esta prisión? ¿Y por qué me importaba tanto que le importase, pese a saber lo mala gente que era?

—No disimules, Pipiolo —me pidió el francés con un tono mitad sorprendido y mitad enfadado; y me sorprendió que me llamase por el apodo popular en vez de su típico "Alexcito". —Ese chico, nuestro compañero de celda, ese al que tanto le cuesta dar su confianza y mostrar afecto, se ha acercado a ti para darte un regalo; uno de los regalos más alucinantes que nadie podría darte aquí dentro y... ¿le has mandado a paseo? ¿Qué te pasa con él?

Yo miraba a través de la ventana hacia un patio con un bonito césped decorado con flores bien cuidadas, así como a un cuadrilátero en donde dos chavales (uno con un slip rojo y otro con un slip azul) se agarraban, placaban e inmovilizaban sudando bajo el sol y refrescados por la brisa marina, animados e increpados alternativamente por muchos otros presos. La gente de esta sala de juegos no nos miraba ni escuchaba de tan concentrados como estaban en sus actividades.

—No necesito esa Surface Pro 4 de última generación, con pantalla pixelsense y sólo setecientos sesenta y seis gramos de peso; casi un portátil en sí misma —mentí mordiéndome la lengua, pues ya tenía echado el ojo a ese aparato desde hace tiempo.

—Ya —manifestó claramente su incredulidad.

—Y no me cae bien ese tío. O sea, no me gusta, ¿vale? —mentí de nuevo.

—¿No te gusta Knight? Pues no lo pareció ayer noche, cuando él se encontró contigo entre sus sábanas y tú te quedaste un buen rato a su lado.

¡Ohmaigad! —Me puse rojo como un tomate. —¿Os ha contado lo que hicimos?

—¿Knight? ¡Qué va! Es demasiado educado y discreto como para hacer algo así; demasiado... caballeroso.

—Entonces, ¿cómo lo sabes?

—¿Recuerdas que duermo en la cama de al lado? Todos vimos que te subiste a la suya para dormir, pero no te advertimos que esa litera ya tenía dueño para reírnos un poco. Esperábamos que salieras al instante en cuanto él llegase de su "asunto nocturno", pero no fue así. ¡Ah! Y creo que te oí gemir un par de veces.

—Sois unos cabrones. —Mi rubor no hacía sino aumentar.

—Si quieres, considéralo una novatada, pero tampoco fue para tanto. Aun así, sigues sin contestarme. ¿Qué te pasa con él?

—¿Y cómo ha sabido él que yo estudiaba informática?

—Alguien le habrá comido la polla a un guardia para que cantase algunas cosas de ti; estudios, familia, origen y todo eso.

—¿Knight ha hecho eso para averiguar cosas sobre mí?

—No tiene por qué haber sido él. Cuando llega un nuevo a Barroteferro suele despertar la curiosidad de muchos; más aún si ha resultado ser del agrado de autoridades como Master y Commander. En un caso así, alguien se habrá encargado de averiguar lo que haya podido; luego esos datos se habrán filtrado a cambio de otros favores.

Me resultó extraña la mezcla de temor y halago que sentí al saber que había despertado el interés de mucha gente. ¡Yo pretendía haber pasado desapercibido!

Barroteferro, La Cárcel del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora