Capítulo 29

2.8K 282 47
                                    


Aun goteando flujos propios y ajenos, les abracé a ambos por detrás y noté que se me agarrotaban los brazos de tanta fuerza que hacía para que no se escapasen hacia las duchas más cercanas.

—¡Esperad! Esperad...

—¿Qué te pasa, Pipiolo?

—Os quiero, a los dos. —Me mordí los labios unos segundos mientras intentaba dar forma a mis sensaciones. —Sois lo más parecido que tengo a una familia aquí. —Dani me dedicó una tierna sonrisa y asintió, como indicando que pensaba igual que yo. —Y eso que hemos hecho...

—Es una putada —definió el gallego sin asomo de humor o ironía—, pero había que hacerlo. Ha sido trabajo, nada más. No teníamos otra opción. ¡Carallo! No sabía lo que era eso de "friendly fuck" cuando acepté el pedido hace una semana.

—Ni yo, cuando acepté ayer —convino el rubio —, pero sonaba bien.

—Yo he aceptado esta mañana. Se ve que, hasta que no aceptásemos los tres, no se podía llevar a cabo —supuse—. Pero ha sido como... raro. O sea, ¿estamos bien? ¿Podemos hacer como que no ha pasado?

—Pero ha pasado, y no ha sido tan terrible. —Ahora sí compuso una libidinosa sonrisa el Moreno, revisando nuestros sudorosos cuerpos y los agotados miembros que reposaban de su ardua labor.

—Que sí, que ha molado —suspiré poniendo los ojos en blanco—, pero no me refiero a eso. ¿Nos afectará en algo? ¿Podemos seguir como antes, sin problemas?

—Para mí ha sido sólo trabajo, ya os lo había dicho —aseguró el gallego, apartándose y dirigiéndose hacia el aseo.

—Todo bien por aquí —aseguró Dani; aunque, antes de alejarse de mí, me dio un pico en los labios mientras me sopesaba los testículos soltando una risita lujuriosa. —¡Espera, Moreno!

Después de adecentarme, me dirigí hacia la biblioteca para mi hora diaria de estudio del curso de FP que estaba avanzando. No lo he contado aún, pero había ganado acceso a los ordenadores con internet capada, eso sí; pero con el curso buscado, descargado y a mi disposición. Logré pasar por encima de la autoridad del bibliotecario gracias a mi nueva influencia. Ni siquiera sabía que yo tuviera ninguna prerrogativa hasta que Lucas me lo sugirió, pero era obvio que tanto Master como Commander me debían algunos favores.

Y es que, al menos una vez a la semana, el jefecillo de los guardias diurnos y el de la noche me llamaban para disfrutar de mí, a veces juntos y a veces separados. Al principio temía estos encuentros, pues creía que Commander tenía alguna filia recurrente con el "Fisting", pero se contentaba con introducirme diversos objetos fálicos mientras me tenía amarrado y, por suerte, ninguno llegaba al diámetro de una mano. Eso sí, la puñetera pieza de ópera cuyo título nunca descubrí, se me metía en el cerebro como una odiosa taladradora que terminó siendo la banda sonora de algunas pesadillas nocturnas.

El pequeño Master era más de tumbarse en el suelo y que yo y otros tres o cuatro invitados de su gusto nos pajeásemos mutuamente hasta corrernos encima suyo. Bukkake para el enano. Yo no ganaba puntos con esos encuentros, pero, puesto que no podía negarme tampoco, al menos obtenía otras ventajas.

Como ya he comentado, me sabía superior a la media; pero no me consideraba de la misma manera en Barroteferro, donde todo el mundo era atractivo. Así que tuve que preguntarlo y, entre unos y otros, conseguí entender por qué gustaba tanto al jefecillo de la mañana como al nocturno. Algo así me comentó Ayax en cierta ocasión, pero como no terminaba de creérmelo, indagué para asegurarme:

Parece que a Commander le iban los niños bien, los pijos, los adinerados; le placía humillarlos, someterlos y dominarlos. Yo no me tenía por pijo, de verdad que no, y el dinero era de mi padre, no mío; pero no sería yo quien le aclararía estas cosas, pues al final era bueno estar bien considerado por los mandamases.

Barroteferro, La Cárcel del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora