Capítulo 36

1.8K 249 113
                                    


Creía que, al menos, dispondría de una semana más antes de que este asunto avanzase en algún sentido, pero esa misma tarde me asaltó Lucas hablándome de tonterías y me di cuenta de que pretendía que nos apartásemos hacia algún sitio más privado.

Como siempre que él quería disimular y yo empezaba a actuar para alejarnos juntos, él se lanzaba a besarme y a meterme mano; yo me ponía muy nervioso cuando él se sobrepasaba así, con lo que actuaba peor; y conforme mi disimulo empeoraba, él era más intenso con sus libidinosas atenciones para intentar cubrirme.

La verdad, no creo que yo sea tan, tan malo actuando, ¿no? Pero él creía que era peor dejarme improvisar a mi manera y, de paso, me repasaba a placer hasta que nos escondíamos. A ojos del público de la Deepweb, Lucas debía ser algo así como un amante con el que yo engañaba a Knight.

Ya jadeando y empalmado inevitablemente, por fin llegamos hasta el lateral de la caseta de jardinería del patio B donde se acumulaban semillas, abono y otros utensilios que no podían ser utilizados como arma en una posible reyerta entre reclusos.

Aún lanzó la mano para agarrarme del manubrio, pero le esquivé como pude. —Ya, ¡ya! Hemos llegado. ¿Qué pasa? ¿No has encontrado a Apolo?

—Sí, claro que sí. —Metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta de su uniforme y la extendió para ofrecerme lo que parecía el cadáver maltratado de un croissant. —Me dio esto para ti.

—Qué manía ha pillado con los dulces este chico —susurré cogiéndolo con dos dedos y despedazándolo para obtener mi premio. Efectivamente, allí encontré una nueva tarjeta magnética con otra nota pegada. Además de la consecuente fecha, hora y puerta, el mensajito constaba de una calavera, un ojo tachado y seis números "723016". —¿Qué es esto?

—¿Yo que sé? A dicho que era el último.

—¿Y por qué tan rápido? Se acaba su condena, ¿verdad? Está asustado y necesita poner en marcha su plan.

—¿Qué? ¿Hay un plan? —Verdaderamente Lucas no tenía ni idea de lo que aquí se cocía. —Déjalo, no me digas nada. A menos sepa, menos tendré que mentir.

—¡Qué asco, por favor! Otro día más cogiendo encargos nocturnos; Chris me va a matar. —Sin embargo, no podía evitar desear que esta aventura continuase, pues lo que averigüé la noche anterior me tenía en un estado de permanente desasosiego. Necesitaba encontrar pronto alguna esperanza de que no acabaríamos como... como Faust.

Mientras pensaba en lo que podía significar el jeroglífico del croissant, Lucas se me había quedado observando con seriedad.

—Alex, me acojona cuando me explicas todo eso que estáis averiguando —admitió cuando crucé mis ojos con los suyos—, así que a vosotros os debe aterrorizar. Sabes que te estás metiendo en un terreno realmente peligroso, ¿verdad? Si te pillan, puede que las consecuencias sean muy jodidas.

—Claro que sé que es peligroso, pero más peligroso será si no hacemos algo para defendernos, ¿no? O sea, si nos quedamos quietos, terminaremos como esclavos sexuales cuando se nos acabe la pena de cárcel. Por más que quiera olvidarme de todo y hacer como que no pasa nada, ya no hay vuelta atrás.

—Sólo te pido que tengas cuidado —rogó, verdaderamente preocupado por mí. La dulzura en sus ojos me hizo pensar que, quizá, en otras circunstancias, habría podido tener algo muy bonito con este chico. Pero no era ya posible; sobre todo porque mi corazón y mi entrepierna latían por un caballero norteamericano que me volvía loco y que sentía lo mismo por mí.

—Lo tendré —me comprometí—. Dile a Apolo que lo haré. Esta noche averiguaré esto que me pide, y... más le vale tener un as en la manga que nos saque de esta.

Barroteferro, La Cárcel del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora