VEINTIUNO

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ALEJO:

Tan rápido como la madrugada llegó dejé a Zaya en su casa y me dirigí a la mia, las luces estaban apagadas y ningún sonido se oía en todo el lugar. Suspiré de alivio, me metí en la cama y me deje llevar por un placentero sueño, donde el dolor se disipaba a medida que ella, la hermosa chica con cabello color atardecer y mirada dulce se apoderaba de mí corazón, sanando y cerrando heridas que parecían incurables.

***

El modo vibrador del móvil me despertó, era una llamada entrante, aún somnoliento atendí y oí una voz familiar del otro lado.

— ¡Alonso maldito dormilón!
— Leonardo... — dije despertando poco a poco.
— ¿Cómo está mí hermano pequeño? No he sabido de ti en varias semanas.
— Bien — contesté algo extrañado de su llamada, él rara vez se metía en mí vida — ¿Cómo están ustedes? — quise saber.
— ¡Muy bien! — exclamó — Tus sobrinos preguntan por su tío artista que pinta con miles de colores.
Una auténtica sonrisa surguio de mis labios, también los extrañaba.
— Pronto iré a verlos.
— ¿Y qué tal la vida cerca del mar eh? ¿Refrescante?
— Aquí todo es muy tranquilo.
— ¿Sólo eso? — quiso saber.
— Farrah te obligo a llamar ¿Cierto?
Cierto — grito ella del otro lado.
Si fue ella — admitió mí hermano.
— Estoy bien, enserio, estoy conociendo personas nuevas...
— ¿Una chica? — pregunto mí hermana.
— Hmm si...
De verdad eres raro Alonso.
— No tan raro como ustedes — bromeé.
— ¿Y que hay con esa chica? — volvió a la carga Leonardo.
— Nada, es una buena amiga. Es todo.
— No debes apresurar las cosas, acabas de terminar una relación larga, no sé si es bueno comenzar otra.
— Te dije que es sólo una amiga — me defendí.
Contigo nunca se sabe...
¿A qué te refieres? — pregunté algo molesto.
Eres muy impulsivo hermanito, te lanzas sin pensar en las consecuencias de tus actos.
Tal vez he cambiado...

Corte la llamada antes que discutieramos por algo insignificante.
Pero el móvil volvió a sonar, atendi sin mirar la pantalla.

— No quiero oír uno de tus discursos de hermano mayor — hablé con sumo disgusto.
Hola ¿Alejo? — preguntó una melodiosa voz.
— Zaya, p- perdón crei que era mi hermano — contesté algo nervioso.
No, esta bien. Me preguntaba si quisieras ir conmigo a ver a Margarita a la clínica. Me llamaron diciendo que despertó y está muy confundida.
— Si, ¿Ahora? — inquiri preocupado, aún estaba con ropa de dormir y apestando a sudor.
Paso por allí antes del mediodía. ¿Está bien?
— Si, nos vemos— respondí aliviado.

Colgó sin decir más, aproveche la mañana para ordenar un poco mí habitación, ducharme y revisar redes sociales, contestar mensajes y algunos e mails de las galerías donde se suponía que exibiria mis obras.
El tiempo se me pasó volando, me arregle un poco más a lo habitual.

¿Qué sucedió? De repente quería verme bien, quería agradar.
¡Quería gustarle a Zaya!
Sonreí como un tonto,
aún no sanas corazón roto — pensé.

Escaleras abajo los sonidos daban vida a la casa, los juegos de Mateo junto con los cantos de tía Teffy que de seguro estaba junto con él, cuidándolo.
Al bajar y ver que sucedía me lleve una gran sorpresa, quién jugaba y cantaba con el pequeño no era su abuela, era Zaya. Cargaba a Mateo, giraba y reía divertida. El niño parecía estar encantado con sus ocurrencias, la miraba y sonreía dejando ver sus pequeños dientes.

VOY A ESPERARTE |COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora