Durante unos días, los medios se volvieron locos con el asesinato de Agna Vatdn; las autoridades no podían esbozar una explicación coherente. Con el pasar de las semanas, los noticieros dejaron de ofrecer información nueva, leña para la paranoia de la gente, y pronto se agotaron las teorías de conspiración y los mensajes del fin del mundo. El tema no quedó en el olvido, pero fue relegado a un rincón oscuro de la mente donde se podía pretender que no existía.
El tiempo pasó deprisa para Sarket, como siempre hacen los días de solaz, hasta que una tarde las campanas del templo anunciaron con su tañido el fin del verano y el inicio del nuevo año escolar.
Para ese entonces, Sarket había dejado de ser un novato inútil para convertirse en un novato casi inútil en lo referente a las artes arcanas. Su entrenamiento formal comenzó no con magia elemental, pues Selene decidió que tal cosa lo condenaría a un suicidio no intencionado, sino con una tanda de ejercicios mentales diseñados para adiestrarlo en concentrarse en una cosa, en varias, o en ninguna. Lo instruyó en el arte del sseal, que Sarket definía como «el arte de los sinsentidos».
—¿En qué te pareces a un caballo?
—En que cuando pisamos el lodo, dejamos una huella.
—¿Adónde irás después de morir?
—Al lugar en el que estaba antes de nacer.
—¿Cuál es el significado de la vida?
—Cuarenta y dos.
Cuando Selene estuvo satisfecha con su velocidad y calidad de respuesta, le enseñó a sentir las conexiones de su propia mente y a reorganizarlas. Debía hacer que su cerebro trabajara de forma más eficiente si quería aprender magia más compleja.
Sarket se puso manos a la obra, y entonces vino el primer obstáculo: a diferencia de una máquina cuyos engranajes encajan y trabajan en armonía, la mente es un órgano flexible que aloja un cúmulo de ideas aparentemente inconexas. Para hacerla funcionar de forma eficiente tuvo que mover una cantidad de pensamientos casi inmensurable, algunos de los cuales no querían ser sometidos a tal tratamiento, lo cual lo obligó a arrastrarlos con gran esfuerzo de una esquina a otra. Luego tocaba afianzar los vínculos útiles, romper los innecesarios y formar nexos nuevos.
Llegado ese momento, su mente decidió rebelarse contra él. Hubo disputas que terminaron en guerras inventadas, con pensamientos encontrados en una infinidad de bandos opositores. Los recuerdos de su niñez querían expulsar todo lo relacionado con Grenfall, la institutriz más tediosa del mundo, a las memorias de una tienda de antigüedades que frecuentaba cuando tenía catorce años porque olía un poquito a ella. Esos recuerdos no querían a Grenfall, pero se morían por estar con los de Ava, porque una vez había hecho una sopa que se parecía mucho a la del restaurante de enfrente. Mientras tanto, las fantasías heroicas de su infancia tardía se confabulaban con sus recuerdos de Selene porque necesitaban a una damisela más bonita.
En fin, su propio cerebro lo estaba volviendo loco.
Justo cuando estaba a punto de sucumbir ante la desesperación, tuvo una epifanía súbita: lo estaba haciendo todo mal. ¿No sería mejor relacionar todo aunque fuera de forma indirecta? Es decir, dos pensamientos podían estar fuertemente vinculados entre sí, y al mismo tiempo uno de ellos podía estar vinculado a un tercero, y este a un cuarto. De esta manera, todos estarían conectados.
Dispuesto a intentar aquello, reorganizó todo de nuevo, afianzó los enlaces necesarios y por fin (¡por fin!) hubo paz. Para inicios de marzo, su cerebro era un amplio edificio de incontables habitaciones, todas ellas capaces de funcionar por sí solas, pero accesibles entre sí por sólidos pasillos.
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Cazador y presa [Los moradores del cielo #1]
Fantasy«Sarket ya debería estar muerto. Debió haber muerto con su madre al nacer, y cuando se enfermó de neumonía, y cuando los cirujanos cometieron una negligencia al implantar el aparato que ayuda a su corazón a seguir latiendo. Lo cierto es que, por alg...