Lo despertó un golpe sordo que se le hizo muy parecido a un disparo de cañón cuyo bramido rebotaba contra las paredes. Se sentó de repente, alarmado y haciendo muecas porque su cabeza palpitaba dolorosamente y la luz que se colaba por la ventana lo cegaba. Otra vez oyó ese golpe. Era solo un sirviente tocando la puerta para despertarlo.
—Estoy despierto —dijo con voz rasposa.
Se sentó al borde de la cama con la cabeza entre las manos. El zumbar de sus oídos lo estaba volviendo loco y su cerebro pugnaba por partirle el cráneo con cada latido del corazón. Lo peor del caso era que no sabía con exactitud por qué se encontraba en tal estado. Intentó recordar lo ocurrido el día anterior. Recordaba la historia de Selene, que realmente era Fraer, la resurrección, beber de una botella verde... y hasta ahí.
«Dioses misericordiosos —se dijo a la vez que emitía un gemido—, ¿por qué se emborracha la gente?».
Lo que más necesitaba era despejarse antes de bajar a desayunar para lucir lo más normal posible. Se dio una ducha de agua fría que poco sirvió para reducir su dolor de cabeza, se arregló y comenzó a preparar su maletín. Encontró una nota en el escritorio:
«Bebe tanta agua como puedas, el dolor de cabeza se debe a la deshidratación producida por el alcohol. Te cambié la ropa. Tu billetera está debajo de la almohada.
Enor».
Su cara se puso caliente. ¡No volvería a tomar alcohol en su vida, se lo pidiera un mortal o un dios! «Al menos Selene está igual que yo», se dijo mientras bebía agua del grifo. A diferencia de la ducha, aquello lo hizo sentir mucho mejor, pues alivió una resequedad que al principio ni siquiera había notado. La luz y el sonido seguían molestándole, sin embargo. Rogó por que Hans no dejara caer ningún cubierto. Luego rogó por que Ava no sospechara nada. O peor, Alden.
Intentó comer con normalidad, aunque su estómago estaba revuelto y amenazaba con devolver todo. Creyó haber logrado ocultar su resaca, pero cuando Sarket se levantó de la mesa, Alden le lanzó una mirada de «hablamos más tarde» y se resignó al regaño. Había tomado dos días seguidos, se lo tenía merecido.
No le fue muy bien por la mañana. Había bebido tanta agua que le dieron ganas de orinar camino a la academia y llegó dos minutos tarde a clase. El profesor Waetcher no podía quitarle más puntos y, de todos modos, ya no importaba en absoluto, pues tenía que prepararse para la ceremonia de vinculación. El aspecto mental no le preocupaba tanto como el físico. Era necesario que su cuerpo estuviera en un estado de forma aceptable o Selene le freiría el sistema pránico.
Por ese motivo y porque no tenía muchas ganas de que el profesor de Cálculo III le escupiera encima se saltó la segunda clase. Quería observar a los atletas ejercitándose en los campos de entrenamiento ocultos tras las gradas. Luego se escabulló y sacó un libro de educación física de la biblioteca. Se mostró alegre durante el receso a pesar del fulgor del sol. Le contó a Will que Selene y él ya volvían a hablarse y este le invitó a unos tragos. Él solo arrugó la cara. Beber tres días seguidos ya sería una desvergüenza.
Salió disparado a casa. Su dolor de cabeza era casi inexistente, pero la luz seguía molestándolo y lo que más quería era tirarse en la cama cuan largo era y dormir. Se encontró con que Alden había regresado temprano, para su desgracia. No lo regañó, sino que se dedicó a lanzarle miradas de decepción extrema y un escueto «modérate», algo que le hizo reafirmar su decisión de no volver a beber. A veces, una mirada elocuente vale más que mil palabras.
Después de una siesta, echó un ojo al libro de educación física. Lo había escogido porque los ejercicios planteados no requerían pesas ni máquinas, solo el peso del cuerpo. Estaba lleno de ilustraciones de tipos musculosos haciendo sentadillas, estocadas, abdominales y flexiones, con dos manos o con una sola. Sabía que no podría hacer todo eso, pero lo que le importaba era que con paciencia y dedicación lograría fortalecerse. «Paciencia y dedicación… Paciencia».
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Cazador y presa [Los moradores del cielo #1]
Fantasy«Sarket ya debería estar muerto. Debió haber muerto con su madre al nacer, y cuando se enfermó de neumonía, y cuando los cirujanos cometieron una negligencia al implantar el aparato que ayuda a su corazón a seguir latiendo. Lo cierto es que, por alg...