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Capitulo quince

—¿Fresa o mora? —preguntó Liam, logrando captar la atención de la chica que portaba los ojos verdes más hermosos que hubiera visto antes.

—Creo que nunca podría decidir entre tan perfectos sabores. —profirió cuando la persona inesperada llegó a su lugar de trabajo.

—Entonces debería concederte el placer de tener ambos —sonrió para ella una vez que se reposó en una de las vitrinas de vidrio templado que los separaba de estar unidos de por vida.

—Me encantaría concederte tal placer, pero ahora me encuentro de turno como ya tus ojos pueden verlo, y hay un chico que no deja que los clientes avancen para que esta... —se apuntó a sí misma y luego siguió— humilde chica pueda concentrarse.

—Estoy en toda la disposición de esperarte, ya lo he hecho antes, así que... —tomó asiento en una de las sillas de espera y la miró una vez más. —el tiempo invertido en ti no hace ninguna falta. —dicho esto Nataly logró sonreír una vez más y prosiguió a atender unos clientes que estaban en fila anteriormente.

La señorita Nataly ya dispuesta a conceder deseos, cedió su turno y se limitó a buscar sus correspondencias y pasando por las habitaciones adicionales de aquella farmacia logró llegar hasta donde se encontraban los pequeños casilleros de propiedades de los empleados. Los cuales la dirigían al cuarto de almacenamientos, se despojó de su bata y tomó sus pertenencias. Recorrió el extenso pasillo que se caracterizaba por el verde mentolado de sus paredes las cuales la llevaban a la salida de aquel lugar, para encontrarse con el paciente chico que se encontraba aun sentado en la silla de espera cruzado de brazos, y con su mirada al suelo. Su gran figura no pasaba desapercibida en aquella sala de espera. Una camisa a rayas impecable color azul claro abotonada desde el segundo botón. Ceñida a su cuerpo y apropiada para su postura. un pantalón de mezclilla color beige y unos zapatos color negro casuales para la temporada logrando la combinación perfecta. Mientras Nataly llevaba un jean color negro, una camisa amarilla amplia y con lunares blancos, unas sandalias que hacían juego con su camisa pintoresca, un bolso color blanco sencillo y con agarraderas, y unos pequeños pines de mariposas que colgaban del agarre principal de las tiras del pequeño bolso. Ambos lucían una vestimenta nada compatible para la cita de helados que tenían pendiente durante esa calurosa tarde.

— ¿Crees que el helado de fresa con chispas de colores tiene la combinación perfecta o solo quieres impresionar con tus combinaciones al azar? —preguntó la chica con el cabello color miel.

Una vez ingresaron a la tienda de helados que conservaba el cartel de descuentos más grande en toda la cuadra llamando la atención de todos al pasar, como ya se pueden imaginar, lo gratis o lo más barato es lo más aclamado por la sociedad y cuando se trata de una rebaja en la tienda favorita del pueblo claramente tirarían la puerta por la ventana; Mientras los clientes se quejaban de no poder entrar al tiempo de que sus sabores de helados estuvieran estables, Liam se preocupaba de que nadie lograra colarse en la larga fila que caracterizaba la gran promoción. Al menos no delante de ellos. Un patán más adelante quería lograr obtener un turno preciso, mientras una mujer quería comprarle helado a sus dos pequeños, en medio de la controversia Liam no pudo evitar irrumpir en la tan bochornosa situación, el chico joven de cabellos castaños y mechones un poco más claros lograba dejarse notar, se excusaba mientras decía que el ultimo sabor de fresa debería ser para él. En medio de la discusión apenas se le lograba escuchar el porqué de sus acciones. Mientras la señora de contextura delgada y cabello rubio, rostro demacrado y con ojeras por las horas de trabajo constante que quizás realizaba para mantener de esos niños claramente decía que el respeto era lo primordial y que el helado de fresa seria para uno de sus pequeños.

Cuando todo se salió de control los guardias del lugar fueron llamados a la escena y allí todos pudimos evidenciar como sacaban al chico del estadero y a su misma vez como la última bolita de fresa era entregada a un niño que la esperaba con una dulce sonrisa.

CUPIDO LE TEME AL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora