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Capitulo diecisiete

¿Qué puedo contar en cuanto a la felicidad que se avecinó de un día para otro? No sé si es la satisfacción de creer haber cogido el mundo con las dos manos o incluso creer que lo he cogido con una, que es aún más satisfactorio.

Creí saberlo todo, pero me di cuenta que mi todo solo era la punta del iceberg que flotaba en el oscuro océano, conocer todo no era saber a qué horas sale del trabajo, saber sus sabores favoritos de helados o incluso saber que colores utiliza más seguido en cuestión de sus vestimentas coloridas, saber todo no era saber su libro favorito, a qué genero de películas se inclinaban más sus gustos, o generalmente que le gustaba comer un fin de semana cuando practicaba yoga para liberar el estrés. Conocerla de pies a cabeza no era saber que zapatos le gustaba usar más, ni salir de compras y mirar cómo se emocionaba cuando algo estaba en promoción.

Conocerla un poco más era ver lo insuficiente que se sentía cuando le hablaban de familia. Escuchar como los latidos de su corazón se aceleraban cuando recibía una llamada de su padre, escucharla llorar en el baño mientras los días de su periodo de cada mes se aproximaban, sentirla tan vulnerable cuando no creía estar tan conforme con su figura cuando para mí era toda una reina. Ver su inseguridad cuando sentía que un grano quería salir en su cara o incluso cuando creía que su sueldo no le iba a alcanzar para comprar la nueva colección de libros de poemas que estaban a la venta.

Percibía como su corazón se aceleraba por cualquier cosa que lograra sacarla de su confort, pero amaba la forma tan distinta cuando latía a mi favor, como los vellos de su piel se erizaban al escuchar los susurros inofensivos que le proporcionaba cada que tenía la oportunidad.

Me di cuenta que ella ya está rendida a mí, pero es poco para poderme levantar de donde he caído por ella, me tiene al nivel de la suela de sus pantuflas favoritas, y sus pantuflas no tienen suelas; Mi caída no tiene nivel de profundidad, mi caída no deja de caer. No deja de caer al ver su cara adormilada cada mañana, no deja de caer cada que me cuenta las anécdotas que vive en el trabajo, no deja de caer cuando se presenta vulnerable ante mí. Presiento que por estos últimos siglos no dejaré de caer, incluso si caer deja de ser caer.

Caía la tarde y ya estaba en casa, ahora puedo decir que estoy en casa, después de expresar tales palabras que la describían a la perfección, me daba la noticia de que por fin era oficialmente mi novia, naturalmente podía encogerla en mis brazos y susurrarle el mundo de cosas que había querido decirle desde siempre, el sinfín de piropos que evité decirle por temor a su incomodidad, tocar y oler su piel era más o menos el iceberg de lo quería llegar a hacerle. Los deseos que se proclamaron con su nombre desde tiempo antes se hacen realidad ahora, probé su tan desastrosa cocina y entramos a cursos online para aprender un poco más del tema, porque aun siendo la comida más salada o cruda iba a ser mi preferida entre todos los restaurantes que visitábamos cada viernes como cita personal, que el vivir juntos no nos quitara la costumbre de ser felices.

Quiero compartirles que he comprado un aparato para comunicaciones, ella dice que no puedo llegar a cada hora a su trabajo sin más y lograr desesperarla hasta el punto de querer irse, me dice que el celular es el medio de comunicación más efectivo y que cada que la necesite puedo llamar y escuchar su voz. Pero su voz no es lo único que quiero escuchar. ¿Me quiere decir que cada que quiero verla no puedo estar a sus pies? en fin, el celular es la modernización de las cartas, pero la costumbre de dejarle una carta expresando todo lo que me hace sentir no creo que sea cambiado por tales banalidades. Me ha rondado la idea de que debo decirle lo que soy, porque, aunque deje de ser cupido, no dejaré de ser un ángel y las enormes alas que me cuelgan no van a poder ser ocultadas por mucho tiempo, aun sabiendo que duelen cada que quieren. Y cada que duelen quiero decirle que... quiero decirle que no puedo más.

—Puedo llevarlas, pero me preocupa que duela mucho—dijo Nataly desde la otra línea preocupada por la salud de Liam.

—Está bien, es soportable, si tomo esas pastillas, creo que dejará de doler un poco. —explicó Liam para tratar de calmar su ansiedad.

—yo no quiero que tu dolor se soportable... amor. —dijo amor con nerviosismo, llevaban unos meses saliendo y era la primera vez que le decía amor en vez de cariño, mi vida, o incluso los diminutivos que usaba constante—quiero que tu dolor desaparezca.

—Mi dolor a desaparecido... amor—volvió a repetir Liam dándole a entender que se había dado cuenta que su apodo ahora favorito había sido dicho por su novia. —por tu amor mi dolor resiste.

—y yo caigo por ti, pero te tengo que dejar. —escuchó como la línea se cortó.

Dejó el celular encima de la mesa y fue a la cocina por un poco de agua, para calmar su ansiedad, su frente sudaba y su espalda dolía hoy más que nunca, quería saber qué era lo que estaba sucediendo, llegando a la conclusión de que tal vez era el poco aire que había en casa, salió al jardín trasero y se sentó desesperadamente en las sillas del jardín. Algo en su cuerpo no estaba bien y sentía que perdía el control completo de su cuerpo, en medio de la desesperación tomó el cabello entre sus dedos con frustración y preguntó al cielo que pasaba, esperando contestación de su padre, quería que su padre le dijera porque su cuerpo estaba tan extraño últimamente, se llenó de preguntas y recuerdos de conversaciones con su padre y se frustró aún más, para cuando ya fue tarde su control... las alas salieron a flote, unas hermosas alas habían roto todo a su pasar, desde el suéter negro que Nataly le había obsequiado como regalo de un mes de novios hasta la silla de pasta en la que se encontraba sentado, quedando tirado en el fino césped y con las manos es los ojos en acción de susto, estaba tan sorprendido por la manera en que las alas habían salido sin el haberles dado él permiso, todo se había salido de control.

Se encontraba ahora de pies tratando de que las alas tomaran nuevamente su postura la cual eran dentro de él, pero fue un imposible, estas no respondían a su llamado, por la magnitud de la fuerza en las que salieron causaron aún más dolor. Después de los intentos fallidos hasta el cansancio Liam cayó al suelo con frustración y un llanto brotó de sus ojos, la desesperación y la idea de que Nataly estaría llegando pronto y lo iba a encontrar hecho un desastre le paralizaba el corazón, la reacción que podría tener al verlo de ese modo podría terminar con lo bonito que habían logrado construir, él quería decírselo, pero no era la manera de anunciarlo. Hecho una bola de estrés trató de calmarse sin lograr éxito.

—Estoy en casa—dijo Nataly cuando abrió la puerta principal. — Liam, ¿Dónde estás?

Su llamado hizo estruendo en su cabeza ¿Qué es lo que haría? Corrió a cerrar la puerta del patio trasero sin que ella lo notara, lo cual sería una total tontería porque del lado contrario se encontraba el pasador de la puerta, y soportando el peso de las enormes alas que había dejado de utilizar durante meses; Sumándole el dolor ya causado estaba a punto del colapso.

—¡Liam! —llamó por segunda vez, mientras buscaba en la cocina.

Liam daba vueltas sin saber qué debía hacer.

—¡Cariño! —llamó Nataly desde las escaleras hacia la segunda planta pensando que él podría estar arriba. —¡Li! —exclamó por tercera vez, cuando logró subir a la segunda planta y supervisar la habitación.

Mientras Liam estaba hecho un manojo de nervios y estrés decidió que irse sería la mejor opción, para que ella no lo viera en ese estado.

—¡Amor! Ya estoy en casa. —fue lo último que escuchó Liam cuando el mundo proclamaba venírsele encima, hasta que creyó perder el conocimiento.

CUPIDO LE TEME AL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora