Capítulo 1

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Jade

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Jade

Mi rutina matutina comienza cuando mi cuerpo no puede estar más tieso y entumecido de tanto dormir. Estiro mis brazos y gruño como oso mientras trato de que mi cuerpo obedezca a los mensajes contantes de mi cerebro. «Levántate, levántate Jade, levántate.» Unos minutos después, ruedo entre mis suaves sábanas amarillas hasta caer a mi duro y frío suelo para verme obligada a levantarme de alguna manera.

Tenía que hacerlo o si no terminaría haciéndome pis. Nadie quiere eso, nadie quiere eso, enserio.

Estriego mis ojos y me incorporo con pereza para empezar arrastrar mis pies fuera de mi habitación, que curiosamente se sienten totalmente pesados.

Entro al baño, me miro al espejo e intento no asustarme con lo que veo. Mis cabellos cafés andan como le da la gana, como quieren, libre de expresión. Hay ojeras bajo mis ojos a pesar que duermo más de ocho horas diarias. Más de diez, puede ser. Tras cambiar aceite y filtro, cepillar mis dientes, lavo mi rostro para conseguir así despertarme un poco más.

Soy consiente de las consecuencias de dormir demasiado. Aparentemente puede que mi metabolismo se ponga tan perezoso como yo, mis ánimos disminuyan cada vez más y probablemente mi cerebro se ponga muy lento. Sí, alguna vez en mi vida estudié algo así y por eso lo sé. Aunque eso no me importa cuando el instituto me esclavizo tanto durante tanto meses y sacrifique horas de mi preciado sueño. Necesito recuperarlas ahora en el verano.

–¡Jade!

Me sobresalto al instante cuando escucho tal llamado. Abro mis ojos alarmada y busco el responsable de mi taquicardia. Hoy es lunes, se supone que mi madre esté en su trabajo y mi incordio hermanito aún esté con la abuela.

La figura de mi tía Susan se presenta en mi campo de visión y temo por un momento que es una ilusión. Tras unos segundos y comprobar que no he enloquecido, siento un leve sonrojo en mis mejillas.

–Tía Susan.– digo con un hilo de voz.

Mi tía tiene una taza de té entre sus manos y descansa en el mueble color gris de la sala. Fascinada con la limpieza, con la familia y con los especiales en las tiendas.

–Parece que te he sorprendido.– dice ella luego de soltar una carcajada.

Mi madre sale de la cocina con su cabello café agarrado en una coleta alta y la sonrisa de siempre. Es delgada, alta y parece una modelo. ¡Todas las mamás deberían de envidiarla!

Frunzo mi ceño, abro mi boca pero mi confusión apenas me deja hablar.

–¿No se supone que estes en el trabajo?– logro musitar.

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