Capítulo 23

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Jade

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Jade

Jamás en mis diecisiete años había leído tanto un párrafo de algún libro. No puedo concentrarme, mis pies derecho no puede dejar de golpear la pared o que mi mente observe como si fuera lo más interesante del mundo las sabanas de mi cama color verde, mientras mi mente se concentra en mis escandalosos pensamientos.

Siento aún la mirada de Chloe, desde su cama. Por el rabillo del ojo varías veces la he visto en la misma posición; sentada, espalda recta, manos entre sus muslos y sus labios hecho una línea, con su ceño preocupado.

Ha murmurado mi nombre varias veces, pero se ha cansado.

Estoy molesta. No, molesta no, estoy CABREADA. Hecha furia. En mi interior, mi pecho vota fuego. Cuando me cabreo aunque sea con una tontería, me cabreo con todo y todos. No. No soy perfecta. Es más, apuesto un millón de dólares (que no tengo, por supuesto, pero no harán falta) a que soy lo más lejano a serlo. Soy impaciente, rencorosa, insegura y con un grado de sensibilidad muy alto. Pero vamos, no soy la única persona con esas cualidades. Hay que ser real. Para mi padre soy la persona más inmadura del mundo. Y vaya. Santa madre. Mi enojo solo es puro miedo, puro dolor. No odio a nadie. Tan siquiera a papá. Tan siquiera los villanos antagonistas de los libros. Me duele que haya preferido los deseos de carnes antes que a su hija. Me duele haber escuchado a mamá llorar, a pesar que no fue el mejor de los matrimonios. Me duele porque esperaba siempre verlo el día de los padres en el instituto. Y, cuando volvió, volvió otra persona. No podemos evitar que las personas cambien, pues somos seres vivos y estamos en constante evolución. Joder, pero si no tuviera la cara que tiene podría apostar un millón de dólares más que no fuera mi padre.

Por otra parte, está quien me robó el alma entera: Ansel Owens. Solo me dolió un poquito que se lo callara, pero me enojo un poco más. Fue egoísta, cuando siempre dijo que era lo contrario. Me sorprendió.

Tal vez exageré. Puede. No sé. No controlo lo que siento. Solo soy un mejunje de sentimientos alborotado. Una adolescente de sirviente años que combate con sus problemas psicológicos. Tengo por seguro que si no fuera por mi papá, el cuento fuera totalmente diferente. Mi papá siempre mi punto débil, cosa que me hace frústrame más.

Trato de empezar a leer por milésima vez el párrafo donde Kate está lloriqueando porque Jaz está moribundo. Un climax que, si fuera otra situación, estuviera súper enganchada.

–Quien diría que la tímida chica detrás del mi libro iba a ser alguien tan ogro.

Miro a Emma por su comentario, quien sale del baño y seca envuelve su cabello en su toalla color azul.

–Sorpresa, perra.– sale también Riley del baño. Cierro mi libro y frunzo mi ceño.

–¿Cuando llegó él ahí?– pregunto.

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