El día anterior del beso...
Günther.
Antes de casarme con Daphne, era un mujeriego, más que todo porque no tenía a quien guardarle respeto. Sí, decidí prestarme al matrimonio por contrato que mi padre nos pidió, pero un año después de haber aceptado, tomé la decisión de no estar con más nadie. Buscaba a las rubias porque son más fáciles de llevar a la cama, ellas buscan placer y yo las busco para que me den placer.
El sexo para mí, no era más que un encuentro de una noche, con una extraña para sacar mi estrés. Creía que eso era vida después de perder mi rumbo con Hope.
Pero últimamente me ha estado molestando la simple idea de Daphne y el contrato. Me explico, no dejo de pensar en esa mujer tan adorable y de lengua afilada. Solo pienso que estará haciendo y me hierve la sangre cuando imagino que no siente ningún tipo de afecto hacia mí.
—En mis tiempos le decíamos amor —opina esa voz en mi cerebro, pero siento que estoy enloqueciendo porque la escucho más de lo que debería.
Me parece muy gracioso verla parada en el ascensor con cara de enojo y ojos cerrados. Sé qué estaba cansada, pero por mi mente jamás pasó que ella se durmiera de pie.
—¿No va a despertarla? —me pregunta una señora, sonrío, pero niego con la cabeza—. Se puede caer, hijo.
—No se preocupe, jamás la voy a dejar caer —respondo sincero.
Muchas veces pasó por mi mente si la encontraría en casa esta noche. Tenía dudas por las llaves y si las personas que había contratado dejarían el departamento en orden.
Tampoco quería dejarla de pie aquí, pero parecía tener una pesadilla porque se iba poniendo cada vez más enojada. Por alguna razón, cuando la tenía frente a mí, me sentía frustrado porque sí, ella me gusta, pero no sé hasta qué punto estoy por ella.
Lo que sé es que ella no siente nada por mí, pero ya mi entrepierna protesta, por ella y sus labios me llaman.
—Es normal que sientas deseos por estar con la mujer que te parece físicamente atractiva, pero debes ser un caballero. Así que simplemente córtate el pene, miembro o como desees llamarle —vuelve la voz de mi mente.
—Eso dicen todos al inicio de las relaciones de pareja. Solo espera unos años y encontrarás la monotonía o la separación —miro a la señora, que todavía no entiendo, qué hace aquí.
—Si eso le pasó a usted, no es culpa de nosotros que eligiera a la persona equivocada —gruño, alejándome de ella.
Suspiro molesto.
Mejor voy a despertar a Daphne.
—¿Acaso me estás diciendo que elegí mal a mi pareja? —pregunta indignada.
Pues sí, porque refleja envidia y sus frustraciones de mujer resignada a una vida monótona.
—En ningún momento dije eso —miento, me sorprende que el ascensor no cierre las puertas si no es llamado nuevamente a otro piso—. Con todo el respeto que se merece, debería ya irse a descansar y ahorrarse los comentarios con malas intenciones.
Ingreso al ascensor y verifico que ella tenga todas sus pertenencias.
—Eres un malagradecido —me detengo y me giro a verla, con el interés que no se merece—. El hecho de que a ustedes todavía no les pase, eso no quiere decir que están salvados de la monotonía y aburrimiento.
—No se sienta mal, pero yo no le pedí opinión sobre mi relación o que me contara la suya —suspiro cansado—. Solo vaya a descansar porque es muy tarde y estoy completamente seguro de que usted es una mujer muy ocupada.
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Ámame si te atreves, jefe
RomanceLibro #1 Saga Rusos. La mayoría de nosotros esperamos encontrar un trabajo que nos haga suspirar, que nos haga amarlo hasta ir ascendiendo con esfuerzo y completa dedicación, pero no todo puede ser tan simple en esta vida. Sería demasiado fácil si t...