Capítulo 33

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Daphne.

Aunque no sé por qué Leah tenía que venir aquí y por esa razón, no esperaba encontrarla y mucho menos que pidiera hablar conmigo. Bajo la mirada vigilante de mi esposo ausente, tomé asiento con ella en una mesa que estaba cerca del mini escenario que había en el salón.

—No tengo toda la noche para ti, así que apúrate en hablar que lo menos que quiero es estar contigo —cruzo mis piernas y le doy una mirada fría a Leah.

—No tienes por qué hablarme así. Mira como te pones, solo por tener un poco de poder —la miro incrédula—. Pero en fin, estoy aquí porque quiero arreglar las cosas contigo, me debes una disculpa y lo sabes.

La miro con incredulidad, por lo que acababa de decir.

—¿Estás hablando en serio? —asiente con soberbia—. Tú debes tener problemas y de eso no tengo ningún tipo de dudas. ¿Exactamente porque debo hacer lo que dices? —pregunto indignada.

—Porque pusiste en mi contra al hombre que amo —me ve sin expresión—. Apoyaste a Ivan también, para que se alejara de mí y decidiste estar en un bando que va siempre a perder —coloca sus manos en su pecho—. Estoy más herida que tú.

—Caray —me empiezo a reír, se volvió loca y no me avisó—. Tienes razón, tú estás más herida —comento burlona, ella frunce el ceño molesta—. Ve a un hospital a que te curen la idiotez, porque yo no me voy a disculpar por algo que merecías.

—Yo quiero arreglar las cosas contigo. Pareces buena persona —replica con ojos llorosos.

—Estás loca. Creí que podríamos hablar y arreglar esto —me levanto de la silla incómoda—, pero tienes un problema muy grande. Solo piensas en ti y crees que te mereces el mundo mientras lastimas a los demás.

—Debe ser que tú eres perfecta —se levanta de la silla quedando frente a mí.

—No, no lo soy y jamás podré serlo —doy dos pasos hacia atrás, y le vuelvo a hablar—. Haznos un favor y no te reproduzcas. Tus hijos lamentarían tener a una madre como tú —me detiene de la mano con fuerza, hago una mueca de desagrado, al sentir que me lastima.

—Te vas a arrepentir, idiota —escupe con odio sonriendo con malicia.

—Y si no dejas libre a la señora, la que se va a arrepentir eres tú —interrumpe mi guardaespaldas, la mira con furia y veo a Leah tambalearse—. Quita tus asquerosas manos de Daphne.

—Solo estamos hablando —dice nerviosa.

—Quita tus manos de ella, Leah —le pide con amabilidad Ivan—. No me quites la poquita paciencia que tengo hacia ti y me hagas llamar a seguridad.

—Se van a arrepentir de tratarme así, lo juro —me suelta con brusquedad.

Los chicos la detienen por unos segundos, le dicen algunas cosas haciéndola palidecer, me mira con miedo para luego irse casi corriendo.

—¿Sabes qué puedes meterte en problemas por lo que acabas de hacer? —le pregunto a Ivan, cuando llega a mi lado—. La prensa te comerá vivo.

—No me importa, así lo quería —lo miro confundida—. Eres tan lenta que vomito arcoíris.

—Asqueroso —golpeo su hombro—. ¿Por qué estabas molesto con ella? —me mira mal—. Eres un hombre que no demuestra muchas cosas, así que ajá...

—Soy la sombra de mi mejor amigo y debo tener un ojo encima de ti —coloca su brazo sobre mi hombro—. Eres una buena persona, que me cayó muy bien desde que te conocí.

—Les informo que frente al mundo parecen pareja y no creo que todos estén muy felices de verlos así —señala mi guardaespaldas, alrededor del salón—. Ahora el novio de Daphne quiere matarte, Ivan.

Ámame si te atreves, jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora