XIX. El primer ramo de flores.

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Tu iluminas mi vida
incluso si está oscuro.
Tu coloreas mi mundo
incluso si estoy triste.
No puedo creer que esto me esté pasando a mí.
Pero yo, me siento viva gracias a ti.

Cvmel, Light of my Life.

Aquel primer mes pasó con una rapidez finita, todos y cada uno de nuestros besos seguían siendo memorables para mí, cada tacto, cada roce de nuestras manos, cada mirada, cada vez que me prestabas tu bote de agua en plena rutina escolar, cada almuerzo hablando de tonterías, cada canción, cada anécdota que terminaba en carcajadas, cada caricia en el rostro, cada susurro que proyectaba un te amo lo suficientemente fuerte como para que solo nosotros lo escucháramos.

¿Me cansaba de nuestra rutina? No lo hacía para nada.

Las personas normalmente le tienen miedo a caer en la rutina, no están conformes con algo permanente, no quieren lidiar con hacer lo mismo cada día que transcurre, luchan aún sabiendo que ella es inevitable.

Siempre fui la clase de mujer que le tenía miedo a las rutinas, pensaba en qué sucedería cuando nos aburriéramos de almorzar todos los días, de irnos en el mismo autobús, de besar los mismos labios pero entonces llegó tu amor dándole una bofetada a la idea que tenía sobre la maldita rutina.

Contigo llegué a adorar la rutina, aprendí que no tenía porque ser aburrida, no cuando tienes la oportunidad de vivirla con una persona como tú. Te volviste mi mejor amigo, mi confidente, mi terapia, mi necesidad, nuestro romance iba más allá de besos y abrazos, consolabas mi alma, satisfacías cada rincón de mi mente.

Llegó diciembre en un santiamén, mi mes favorito del año, el principio del fin, varios reconocimientos me serían entregados debido a mi participación en el ámbito de la literatura, uno en nuestra ciudad natal y otro en Tampico.

El que me sería entregado aquí nos tenía emocionados a más no poder, estuve buscando vestidos de gala con mi mamá durante varias semanas. Al final no compramos o rentamos ninguno, una amiga de ella llamada Carla quien se había casado por el civil el año pasado había comprado un vestido para esa ocasión y había decidido prestármelo.

Era un hermoso vestido ceñido al cuerpo color morado de arriba con una falda larga de la cintura hasta los tobillos adornada de dibujos floreados. Me arreglé aquella fría tarde de diciembre con ayuda de mi mamá.

En realidad, no sé qué haría sin la ayuda de mi madre. Me arregló el cabello en rulos con la plancha y me maquilló. Aquel día hacía demasiado frío a comparación del típico ambiente caluroso así que me coloqué mi indispensable abrigo azul.

Al llegar al hotel donde todos los galardonados nos iríamos en autobús al teatro me sentí fuera de lugar, la mayoría eran mayores que yo, se habían arreglado el doble, usaban vestidos con escotes increíbles y maquillajes ultra procesados, aquel sentimiento no me duró más de un segundo debido a que una parte de mi estaba totalmente conforme con cómo me veía.

Recuerdo haberte preguntado si querías verme pero te negaste, deseabas apreciarme tú mismo.

Las horas pasaron, la premiación tardó mucho, el ensayo de la mañana me había hecho recordar que mi asiento estaba ubicado en la primera fila en la orilla.

El autobús se detuvo, había una alfombra en la entrada color azul pero debido al frío no pude quedarme mucho tiempo.

Caminé con aquellos tacones plateados por el piso del Teatro Amalia, dando pasos hacia la entrega más emocionante que he tenido hasta el momento, estaba casi lleno así que me apresuré por el pasillo hacia mi asiento.

Evocando a Gael.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora