Marinette corrió, sintiendo su cansancio palpable en sus huesos y músculos, sus piernas comenzaron a fallarle y su visión se volvió borrosa. Pero, aún así, ella no se detuvo. No podía. Después de todo, al final, siempre le gustaba huir de sus problemas.
Pero con amargura pensó que no podría escapar de esto.
Sin aliento se dejó caer al suelo, su vestido se sintió tan ligero que el frío se filtró por facilidad entre la tela, congelandola. Sus rodillas recibieron todo el impacto cuando cayó en la nieve, en dónde se dejó estar por minutos. Sus manos se encontraban entumecidas y adoloridas, su respiración no parecía tranquilizarse y ella simplemente cerró sus ojos al sentir que nevaba. Sus lágrimas fueron liberadas y se permitió sollozar en la seguridad del bosque, alejada de toda aquella realidad insana y cruel. Ella se permitió gritar, hundir su cabeza en la nieve y desquitarse.
—Esto no es un sueño—de forma quebrada susurro, sintiendo sus cotillas temblar dentro de su caja torácica, su tapado de piel apenas la cubría y el viento empeoró—. Esto no es un sueño...—repitió con soledad.
Su hermano había muerto; el risueño y sonriente Teodosio fue asesinado en la guerra.
Todos sus demonios parecieron tomar forma corpórea, todos sus miedos e inquietudes, sus inseguridades cubriéndola como un manto oscuro de soledad y tristeza, en dónde ella decidió acurrucarse.
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La princesa Marinette.
Hayran KurguCuando dos reinos comienzan una guerra los que más sufren son las personas que residen en los reinos... y los hijos reales.