Una traición hacia los suyos lo condenaría a la desesperación absoluta
~Día 2~
—4:27 p.m.—
—Mi señora, sobre lo que hablamos el otro día... —Dijo Anelia con cierta inseguridad.
Reous y Anelia se encontraban en el balcón del castillo, el cual no era parte de la habitación de Reous por medida de seguridad. Ella miraba hacia arriba, un abismo de negrura, el mismo que siempre estaba ahí. Cómo un mundo en el que jamás termina la noche.
—Nunca he visto una puesta de sol.
La inseguridad de Anelia aumentó, no quería tener que decir esas palabras. Sabía que hacerlo lastimaría a Reous.
—Señorita, necesito decirle algo.
—¿Son bonitas?
Anelia la miró confusa.
—Las puestas de sol, ¿Son bonitas?
—Oh si, son muy hermosas.
—Desearía poder ver una <<con Kayl>> —Aunque ella pensaba eso, sabía de sobra que eso no ocurriría.
—Señorita —Decidió soltarlo de una vez— ¿Usted sabe que las reinas no pueden contraer matrimonio?
—En otras palabras, mi destino es estar sola, por siempre. Lo sé. Lo he sabido toda mi vida. Y no hay un día en el que no piense en ello —. Escucho como su propia voz se marchitaba.
Anelia sentía las lágrimas escurrir por sus mejillas. Lamentó de inmediato haber dicho eso.
—Yo siempre estaré con usted mi señora.
Reous volteó a verla, luego le regaló una hermosa y cálida sonrisa. Anelia no pudo contenerse más y se arrojó hacia Reous envolviéndola con sus brazos.
—Sé que así será, y te lo agradezco. Eres mi única amiga, y a la vez eres como la madre que nunca pude tener. Soy tan afortunada de haberte conocido. —Enterró el rostro en su pecho.
—Yo soy la afortunada — Dijo Anelia entre sollozos.
Esa tarde, al finalizar sus lecciones con Nealid. Reous se encontró pensando en lo que había hablado con Anelia. <<Si yo soy la futura reina, y la reina no escucha a nadie, ¿Por qué se me niega encontrar el amor?>>
Desde siempre, el amor había sido visto como algo innecesario en el mundo de las hadas, solo un pequeño porcentaje de la población eran capaces de sentirlo. Sin mencionar que los barones eran despreciados y vistos como seres inferiores. Lo que llevaba a las hadas a reproducirse por mera necesidad.
A menudo se preguntaba si sus padres se habrían amado, o si la habían concebido solo porque creían que era su deber. Pensar en eso último la ponía triste. Desearía haber podido conocerlos.
De pronto recordó los ojos de Eridea, la futura reina del agua, esos ojos que parecían un abismo sin fondo y la miraban como si pudieran despojarla de su alma. Sintió un escalofrío. No quería admitirlo, pero sentía miedo de ella. Se preguntaba qué clase de pasado habría tenido, y si las demás reinas se sentían tan solas como ella. <<Dudo que alguna se sienta como yo, aquí soy la única rara>>
Kayl se encontraba en el sótano. Buscaba un mapa de la ciudad, recordaba haber visto uno tiempo atrás. El lugar estaba lleno de baratijas; Tubos, tablones de madera, viejos baúles, cortinas raídas, estanterías llenas con un montón de papeles y telarañas. Hacía dos años que había comprado esa casa, a un viejo granjero que la utilizaba para vacacionar en los fríos inviernos, pero el granjero tuvo tanta prisa por cerrar el trato que se olvidó de llevarse lo que había ahí, o quizá solo lo vio cómo algo innecesario. Fue una suerte que Kayl encontrara lo que estaba buscando, un rollo de papel arrugado de un metro de largo. Iba a subir las escaleras de vuelta, cuando vio algo que llamó su atención, se acercó. Era un estuche negro y cuadrado, de un tamaño considerable, lo miró un largo rato, hasta que por fin lo cogió y subió arriba.
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El hada y el vampiro
VampireErase una vez; la historia de un cazador que se enamoró de su presa. (Su error) La presa no sentía miedo del cazador, y así mismo se enamoró de el. (El error de ella) Todo parecía ser perfecto, ya que mientras se tuvieran el uno al otro todo estaría...