Capitulo 19

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~Día 9~

—12:20 a.m.—

Lo que siguió fue el caos total. El edificio tenia puertas de cristal, las cuales no dudaron en hacer pedazos. Las luces estaban apagadas, pero era fácil distinguir el tipo de estructura que poseía el edificio. El piso era una mezcla de franjas de mármol y madera, las paredes estaban cubiertas por cuadros de pintura de muchos estilos diferentes. Kayl cubrió su rostro con una mascara de porcelana que llevaba con el, quería evitar ser descubierto hasta el final de ser posible.

Al poco tiempo aparecieron los peones de Constantine, en solo unos cuantos segundos Kayl y los suyos ya se habían encargado de ellos. Los estaban subestimando, por ello la fuerza de ataque inicial había sido tan débil. En vista de ello, subieron al siguiente piso por las escaleras. Un par de peones más aparecieron en ese momento, pero no presentaron problema alguno. El siguiente piso estaba mejor custodiado. Había al menos 40 de ellos, los superaban en número, pero Kayl sabía de lo que eran capaces sus discípulos, cada uno valía por tres de ellos. Fue una masacre, los pisos se cubrían de sangre. El mismo estaba hecho una bestia, desmembraba a sus rivales en un torbellino de furia. Al verse reducidos en gran número, los restantes intentaron huir, pero sus hombres lo impidieron.

—Perdimos a dos, mi señor. Albert y Víctor.

—No sera en vano. Sigamos subiendo.

En el siguiente piso había muchos menos enemigos, pero Kayl sabía que eran lacayos de elite. Así funcionaba la hermandad de Caín, primero morían los peones inferiores y después los más grandes.

—No se confíen —les advirtió.

Fueron ellos los primeros en atacar. Kayl se encargó el mismo de un par, y tuvo que intervenir en más de una ocasión para salvar a sus hombres, eran enemigos formidables. Y a pesar de todo, cuatro más de los suyos murieron luchando ahí mismo.

<<Solo quedan dos pisos, Constantine debe estar en el último>>

Al llegar al siguiente piso, se encontraron con un hombre y una mujer de pie en el centro de la estancia. Eran bastante similares el uno al otro. Ambos tenían un largo cabello negro hasta la cintura, una nariz aguileña y de tez pálida-amarilla.

<<Joseph e Íngrid, los dos últimos matusalenes al servicio de Constantine. Y también su última defensa>>

—Estamos sorprendidos de que hayan llegado tan lejos, lamentablemente aquí es su última parada —Dijo la mujer.

—Maestro, su objetivo esta al cruzar esas escaleras —Le dijo Mickael— vaya, nosotros nos encargaremos de esto.

Tras pensarlo un momento, Kayl asintió. Se desplazó a toda velocidad, Joseph se interpuso en su camino, pero él lo aparto a un lado con una patada en giro. Tras eso, subió las escaleras.

El matusalén se sorprendió por su destreza y agilidad, quien se reincorporo tras recibir esa patada.

—¿Lad? —Un recuerdo fugaz cruzo por la mente de Joseph, mientras se ponía de pie —. Hmp no importa, nuestro señor se encargará de él.

Kayl subió las escaleras y atravesó la última puerta. En el extremo opuesto del gran salón, un hombre miraba a través de la ventana. Llevaba puesto un conjunto de traje blanco y una corbata negra. Su cabello largo y oscuro, le caía sobre los hombros. El hombre se giró, y en ese momento un relámpago cubrió el cielo de Grayhold.

En ese momento, algo dentro de Kayl cambio. Cada célula de su cuerpo estaba inquieta, su sed de venganza quería estallar.

—¿Cómo es que un ser tan insignificante como tu logro llegar hasta aquí?

El hada y el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora