Capítulo 5

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Ya pasó un tiempo desde la última vez que hablé con Castiel. Desde esa vez me he esforzado en no topármelo, después de todo lo que había sucedido no tenía deseos de verlo, quería olvidar todas las cosas estúpidas que sucedieron entre nosotros.

Hoy, como de costumbre, me encontraba ordenando los papeles que me habían dejado en la sala de delegados. No tenía ganas de hacerlo pero tampoco tenía ánimos de reclamar, ya que sabía perfectamente que no serviría de nada.

Sin previo aviso la puerta de la sala se abrió estrepitosamente. Quien había entrado de forma tan escandalosa no era ni más ni menos que Sucrette. Durante un momento mi mirada, con un poco de molestia, se quedó fija en ella.

-L-lo siento - se disculpó repentinamente.

-No he dicho nada - respondí fijando mi mirada en los papeles.

-Pero tu expresión me lo dijo todo - dijo con una pequeña sonrisa en los labios.

-... - guardé silencio para luego llegar a una conclusión - supongo que tienes razón - sonreí un poco ante mi declaración.

-¿Otra vez con el papeleo? - frunció el ceño mientras miraba los papeles.

Me encogí de hombros para volver mi mirada a los documentos.

-¡Deberías quejarte alguna vez! - dijo cruzando los brazos.

-No serviría de nada - dije suspirando - bueno, ¿qué te trae por acá?

-¡Ah! Casi lo olvido ¿Sabías que hoy es el cumpleaños de Melody? 

La verdad recordaba su fecha de cumpleaños, como la fecha del cumpleaños de casi todos pero hoy no estaba pensando precisamente en eso.

-Si, tengo muy buena memoria para eso.

-La verdad es que yo no sabía que era su cumpleaños. Me ha invitado a una pijamada - sonreía de oreja a oreja y su mirada me decía que esperaba que le dijera algo.

-Eh...bueno...que bien - fue todo lo que salió de mi boca.

Sin decir nada salió de la sala de delegados canturreando, al parecer satisfecha con lo que le dije.

El día estaba por terminar, y Melody no dejaba de estar pegada a mí todo el día. Parecía que ella sola había decidido que su regalo de cumpleaños de mi parte era estar con ella todo el día, realmente lo único que yo deseaba era estar solo. Cuando estábamos por irnos le dije su tan ansiado "feliz cumpleaños" y eso pareció ser suficiente para que se fuera con una sonrisa en el rostro.

Suspiré mientra me dirigía a la salida, para ser honesto después de un día agotador al lado de Melody solo quería llegar a mi casa y descansar de su presencia. Estaba de salida cuando una cabellera peliroja me hizo detenerme. 

Aparté mi mirada de él y seguí caminando como si ignorara su presencia por completo. Él tampoco notó mi presencia por lo que solo nos cruzamos por un instante en el patio en direcciones opuestas.

Estaba aliviado de no tener que hablar con él, pero una pequeña parte de mí esperó ilusamente que al menos cruzara miradas conmigo. Qué idiota.

Al día siguiente, una vez más era el primero en llegar. Dejé mis cosas en el casillero y me dirigí a la sala de delegados, otra vez como siempre el escritorio estaba repleto de papeles por ordenar. Suspiré y comencé a ordenarlos lentamente.

Otra vez el ruido de la puerta sonó repentinamente sobresaltándome un poco. Sucrette, como de costumbre, entraba sin llamar y ruidosamente.

-Hola Nathaniel - sonrió de manera maliciosa.

-¿Hola? ¿Cómo estuvo la pijamada con Melody? - intenté que dejara su mirada maliciosa cambiando el tema, pero al parecer tuvo el efecto contrario.

-Bien. Sabes, hablamos un poco de ti.

-¿De mí? ¿Qué hablaron? - sentía que esto no era nada bueno para mí.

A estas alturas ya no era un secreto la curiosidad de Sucrette. No descansaba hasta averiguar lo que quería y particularmente, no quería de ninguna manera que supiera algo personal sobre mí, sobre todo lo que sucedía en mi casa.

-Sé que te esfuerzas mucho en todo por tus padres.

-¿Mis padres? - fruncí el ceño, no me gustaba por donde estaba yendo esto.

-¡SÍ! ¿Es cierto? - me miró fijamente.

-Eh...yo...lo siento, pero es algo personal - intenté evitar el tema.

-¡Por favor! - suplicó.

-... - suspiré - está bien, te lo contaré. Me esfuerzo mucho para cumplir con las expectativas de mi padre ya que es muy estricto. Para él debemos ser perfectos.

-¡Pero Ámber no hace más que tonterías!

-Es mucho más permisivo con ella, supongo que como todos los padres con sus hijas - dije eso para intentar que no pareciera extraño. Pero la verdad es que yo sabía que, no importaba lo que hiciera, mis padres nunca estarían orgullosos de mí.

-¡No es justo! - al parecer Sucrette no estaba muy de acuerdo con eso.

-Mi padre no es muy "justo" que digamos - dije mientras me encogía de hombros.

-¿Y tus esfuerzos dan resultado? ¿Tu padre está contento? 

-No, por más que me esfuerzo nunca está contento - para quitarle importancia sonreí un poco - pero estoy seguro de que me servirá de algo.

-Si, quizá - dijo con una cara un poco desanimada.

En el transcurso del día Sucrette me fue a ver varias veces para averiguar más cosas sobre mí, sobre Ámber, (que según ella también estaba implicada en esta historia) y sobre...¿Castiel?

De alguna forma que sacara a relucir el pasado me hizo sentir algo melancólico. No podía evitar el recordar cuando Castiel y yo nos conocimos, el como nos hicimos amigos y también...el como dejamos de serlo.

Eramos amigos y confiábamos en el otro, o al menos así era para mí. Pero cuando comenzó a salir con esa chica...sentí como mi corazón se sentía vacío y dolía mucho. Pensar que me atraía de "esa manera" me hizo sentir vergüenza conmigo mismo, después de todo no había forma de que me gustara otro chico.

Los pensamientos siguieron fluyendo a lo largo del día, recordando los pequeños momentos felices que pasé en mi infancia con "ese chico" que ahora ya no existe.

Con todos los recuerdos en mi mente y la nostalgia que sentía en el pecho, me fui a casa.




Te quiero... ¡Te odio! Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora