C4: ¡Puto Presidente!

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Vomitar en el suelo, sólo a ver escuchado eso me dieron náuseas tremendas.

Mendez me quedó viendo con un asco y luego de eso me dijo.

- Tú limpiarás eso. - salió de la oficina y llamó dos policías para que me dieran las cosas para limpiar.

- Y agradece que no te fue como a Roberto, este no dormirá en su cama hoy, si no en el frío semento y sin comer nada. - sólo dijo eso y se fue por qué lo estaban llamando.

~ash quiero salir de aquiiiiii. ~ pensé.

Ya no quiero estar en este infierno suficiente tengo con haber sufrido tres años.

A lo lejos una mujer policía me observaba, la irá se apoderó de mi no medi lo que iba a decir.

- Y ¿Tú que ves?. - ella se sobresaltó al escuchar mi voz ronca.

- No es Obvio ¿no?. - me dijo la muy sínica.

- De todos modos ya terminé me largo, hacia los sanitarios. - agarré los detergente y me dirigí hacia la salida de esa oficina.

La mujer esa me amenazó antes de salir.

- Cuida tú tono, para la próxima no será una respuesta si no un castigo de mi parte.

Me largue inmediatamente, no quería decir algo por un arranque de cólera y me castigarán mucho peor.

No se que es el peor castigo que me pueden dar. Frunci el seño ante tal pensamiento, pero no me imagine nada en absoluto.

Llegué a los sanitarios, al llegar lo único que pude murmurar entre dientes fue.

- ¡Odio esta puta vida de mierda, que no me mataron cuando estaba libre!. - lo grité a todo pulmón, no me importaba que me oyeran en ese momento fuera quién fuera nadie podría sacarme de aquél infierno.

Alguien llamó mi atención he hizo una seña para que me callará el pico.

- Te vengo a ayudar un poco. - susurro lo muy bajo, era un cadete de policía de esos que están por graduarse.

- ¿Tú?, ayudarme ¿a mi?. - le solté.

- Si yo te ayudaré. - dijo bien alegré agarró unos guantes y se los colocó se puso en acción a lavar los baños.

Trabajamos en silencio por media hora, cuando terminamos le agradecí. Un poco apenado.

- Gracias por ayudarme.

- No hay problema, pero eso si ten un poco de cuidado en quienes confías. No te mentiré me habían pagado algunos reclusas de aquí para que te matará aquí mismo.

Se me fue el color de la piel, ante aquella confesión. Y me atreví a preguntar el ¿Por qué?.

- ¿Por qué no lo hicistes?.

- Cómo tú ya sabes, soy cadete aún de policía, además yo no arriesgaría mi carrera por una estupidez de los reos. - pausó un poco y me observó. - Tranquilo, sólo me mandaron a vigilar te también ya sabes, están con algo de paranoia al verte que te portas demasiado de bien. Aaaaa y lo de la apuesta no te preocupes les diré que el dinero que me dieron de nada les sirvió por que mañana hago cambió de penitencieria a el pozo de Támara, Santa Bárbara. - finalizó añadiendo.

Me quedé algo callado, no sabia que decir ni que hacer.

- Al parecer los ratones te comieron la lengua. - dijo riéndose un poco bajo.

- ¿Cuál es tu nombre?. - le interrogué.

- Mi nombre es Cody Dávila. Me encontrarás más rápido con el apellido que con el nombre. - expresó.

- Un gusto el mío... - Cody me calló de golpe no terminé lo que iba a decir.

- Lo se te llamas Salomón, al parecer eres algo reservado y para ser un criminal con un Gran historial ... No lo pareces. - este hombre hacia que me quedará sin palabras, y no sabía cómo lo hacia.

- Eso es lo que tu quieres, creer. - le dije al fin.

- Si cierto, a veces las apariencias engañan. - me dijo observándome finalmente, pensé un momento.

¡Diablos! sabía que nada andaba bien, he caído en la telaraña de la araña este me quiere sacar información, y lo esta logrando. Pensé.

Tendría que ser un poco inteligente en la jugada, si no echaría a perder todo lo que esté planeando la pandilla allá fuera.

- Mira la hora que es, ya es tarde y mañana tengo que ir a trabajar a la Ebanistería. - le dije cambiando de conversación.

- ok, Pero primero te escoltaré hasta tu celda. - me dijo y por lo bajo pude murmurar.

- ¡Puto presidente!, por eso es que el país no prospera. - susurré bien bajo para que Dávila no escuchará.

Nos fuimos caminando, el silencio era algo molesto Dávila sólo silbaba un poco para romper el silenció pero no logró sacar conversación en mi.

- Bueno llegamos, Que pases buenas noches Salomón. - me dijo cerrando la celda en la que se encontraba mi compañero de cuarto durmiendo.

Trancó con llave, que raro nunca me habían trancado la puerta durante estuve aquí.

Me senté a la orilla de la cama pensando en que podría ser.

Pero el sueño me estaba ganando, unos quejidos me despertaron a media madrugada.

Me levante a ver si era Edgardo otra vez con pesadillas, y vaya sorpresa la que me lleve.

No era Edgardo, esa mata negra de pelos no era de él, lo conocía tan bien que ya no lo podía confundir. seria algún mocoso de esos no menores de 19 a 18 años que terminan en prisión por haber Hurtado un local o un puesto de comida rápida.

Me acerque hasta quedar a un centímetro del chavalo ese, y antes de que le tocara una costilla el se despertó sobresaltado.

- ¿Quién demonios eres?. - le interrogué.

Rápidamente sus ojos me encontraron eran color miel, y tenían una forma de tristeza... No se podría describir si se veía triste o feliz por que sus ojos ocultaban eso en el.

No me respondió, solo se perdió en mi mirada. Me giré para darle espacio pero optó por responder.

- Me llamó Mario, y soy nuevo... He venido a parar a prisión por haber matado a mi novia, tengo 18 años. - dijo, y la verdad que me sorprendió.

-Lo que aún no me explicó es... ¿qué haces conmigo aquí?. - le dije sincero.

- A mi no me dijeron nada solo me vinieron a dejar aquí, y me advirtieron que no saliera. - respondió temblando y en ese instante se...

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