C29: Guerra

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Se estaba quejando del dolor del disparo. Le pegue un puñetazo en la jeta. Se empezó a reír como loco como un enfermó.

—Te diviertes, ¿no?. — me interrogó mientras su mirada divertida se centraba en mi.

No le respondí, no podía enojarme mas en ese momento debía de sacarle información pero no lo lograría si no utilizaba la fuerza y los golpes.

Sentía rabia interna al recordar como mataron a uno de los soldados de mi escuadrón. La sangre me hirvió y mis nudillos volvieron a darle un fuerte golpe en la mejilla. Me picaban un poco por lo fuerte, pero dolía más ver morir a un compañero.

Me escupió un poco de sangre en los pies, y aun así seguía sonriendo como un enfermo mental.

—Termina lo que empezasteis no. Soldadito de mierda.— me insultó.

Saqué la navaja que guardaba en uno de mis bolsillos del pantalón. Y se la enterré en la pierna sana.

—Ahora ve directo al grano y dime lo que quiero saber. ¿Donde está tu jefe?. — le interrogué sin un ápice de piedad en mis ojos se retorcía del dolor y eso que le había enterrado por la mitad la navaja.

—Nunca te lo diré. — dijo entre cortando las palabras por el dolor que le causaba la navaja en su pierna.

Se la enterré toda de un solo golpe, pego un gritó desgarrador.

—Esta guerra no ha terminado.— Le dije sacando de un solo la navaja de su pierna. 
Le apunte con mi fusil en la cabeza harto de torturarlo y no conseguir nada y dispare en medio de sus cejas. Vi como la vida se le iba apagando en sus ojos lentamente.

La punta de mi nueve milímetros estaba que arde, me agache porque había un charco de sangre y ahí coloque la punta de la arma para apaciguar lo ardiente que estaba por la salida de la bala. La limpie y luego la guarde en el forro especial, que usaba en mi cintura.

Camine hacia la salida del claro de donde se encontraba el almacén, mis pasos decididos y calculados de soldado se daban a notar.

—¡Hey Thomas!, ¿Dónde estabas?. — me interrogo uno de mis mejores amigos.

Escupí un poco de sangre que brotaba de un lado de mi ensilla por el golpe que me habían dado en la emboscada al principio de toda la misión.

Pase mi antebrazo por mis labios y limpié. con delicadeza mi herida en una de mis mejillas, había pasado una de las balas rozando mi piel y tenia la sangre seca.

— No lo conseguimos. — lo dije casi en un susurró.

—Que importa, aquí lo chulo será encontrarlo. — suspiro de seccionado mi compañero.

— Buena Guerra, Thomas. — dijo el coronel encargado.

Mi perfil se ensombreció, fue el hombre que hizo mi vida imposible cada día en el batallón. Recordando me lo inútil que era antes. Ahora tengo la mejor puntería y el mejor rango. Lo conseguí con mucho esfuerzo y dedicación.

Pero hay algo que lo cambia todo.  Que a pesar de ser de Chile... No me gusta y es el respeto a la vida que no se le da a un delincuente. Muchas cosas en los meses que estuve en Honduras me hicieron abrir los ojos.

—No había necesidad de hacerlo. — le respondí con toda la amargura en mi voz.

—Es el entrenamiento, son las reglas y este es Chile, No Honduras. — respondió con todo el sarcasmo.

—Estoy contando los días para largarme de aquí, pero más para contenerme de lo que pienso. Y no es nada agradable coronel. — dije resaltando la última frase al final.

Me dio una sonrisa hipócrita y cargada de ironía al cien.

—Veo que nunca cambias, ese orgullo no te permite ver más allá de lo que te enseñamos. — camino acercándose a mi a una distancia considerada. —Pero lo de asesino, a ti no se te quitará nunca. — añadió con mucho odio en sus palabras.

Escupió en mis pies y su mirada se ensombreció. Mis ojos se fijaron en los de el. Juro que en aquel momento nos estábamos retando en un duelo de miradas.

—Coronel, se necesita de su presencia para la rueda de prensa. — dijo un soldado con pasamontañas detrás suyo.

El despegó la vista con una mueca de disgusto, se giro para dar marcha al lugar que se le hacia el llamado. Y se fue caminando pero antes de eso se detuvo un momento.

Su perfil serio y de espalda, daba a notar que sonreía con orgullo. Sabia quién era quién ahí y quería demostrarlo, alimentado su ego de soberbia y orgullo.

—Nos veremos pronto, Thomas. — se despidió retomando el camino que se había deteniendo para decir esas simples palabras.

Mis uñas en las palmas de mis manos se enterraron. No sentí ningún dolor. Solo me concentre en todo el odio que sentía hacia él.

Juró que esto no se quedará así... Uno a uno haré pagar por las torturas que me hizo cuando apenas solo era un crió empezando a ser adulto.

—Vamos, Calmate. — me animó mi amigo dándome unas palmaditas en la espalda.

— No puedo,  Esto que siento por dentro quiere ser libre. Mis demonios quieren salir y cuando lo logren no los podré parar. Por que no quedará nada de Thomas cuando lo hagan. — respondí hirviendo de cólera interna.

— Espera el momento indicado. — resoplo un tanto angustiado.

Y empezó de la palma de mi mano a brotar un hilo de sangre, el dolor era lo de menos en ese momento.

—Juró que esta Guerra apenas comienza. — susurré más para mi. Mi compañero ya se había retirado dejando me sólo en la oscuridad. Con la lucha interna a flor de piel. — También juró encontrarlo, cueste lo que me cueste. Mis lágrimas no serán sólo eso. Serán el orgullo de mis triunfos. Y protegerlo de todo peligro aunque no me recuerde. aunque el destino nos haiga separado. Es sangre de mi sangre. El dolor de mamá que en paz descansé. Me vengaré de todos esos que me llevaron a esto. — y al finalizar de decir todo eso estampó su puño contra el tronco de un árbol con todas sus fuerzas. No sentía dolor, en ese momento eran sus demonios lo que lo gobernaban en esa batalla interna.

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