C12: ¿Y Ellos Son...?

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Después de la llamada, uno de mis guardas llego y me aviso lo sucedido en prisión.

Ya esta mi Venganza completa, ahora me encargaré de desaparecer uno a uno de sus amigos.

Thomas se había tomado el día para andar de turista por el país. No me preocupaba en lo más mínimo sabía que se podía cuidar las espaldas.

Una zorra se me sentó en las piernas, quería jugar conmigo, pero yo no deseaba nada en esos momentos de un tirón la tiré fuera de mis piernas.

—¡Largo!. — le grité, ella solo me observó con los ojos muy abiertos. Sumisa hizo caso y salió.

Siento estar muy estresado, últimamente no me ha ido nada bien en algunos negocios la policía me lleva las pistas y ya siento que me respiran por él cuello.

Saldré a dar una vuelta en mi avioneta.

****

—¿Dávila?. — fue lo único que susurré. Estaba asombrado de verlo parado junto a mi. A altas horas de la noche. ¿Pero que hace Dávila aquí?. Había venido cuando me trajeron de la tortura pero no se inmuto a decir nada ni yo tampoco. Sabia a lo que venía. Tenia varias ideas en mi cabeza sobre la verdad pero es mejor no pensar erróneamente.

—Venga ya maje, vengo a decir lo que me has preguntado. — soltó bromeando, dándome una sonrisa de medio lado.

Me puse a acomodar las vendas de mis manos aun no paraba la sangre de brotar.
Dávila frunció un poco él seño al ver mis vendas.

—¿Qué te sucedió?. — preguntó él trigueño.

Yo aparte la mirada no quería que me cachará diciéndole una mentira.

—Nada de que preocuparse.— le dije. — Ve directo al grano que no tengo tú tiempo. — añadí, mientras ocultaba mis manos, necesitaba ir a enfermería para que me dieran algo con que calmar la hemorragia.

—Yo... Bueno... Empezaré contando todo, excepto algunos detalles. Si, no lo negaré trabajo para papel pero no te diré él motivo de ¿cómo? y ¿por qué?, lo hago. No necesitas saberlo.

—Dale. Prosigue. — dije con un ademán.

—En fin yo soy él hermano de Edgardo. Mis padres los mataron cuando eramos muy jóvenes. — una lágrima se le escapó. — papel nos encontró en la calle ya mayores. Te preguntarás por que estoy en la militar. Es por Ed para cuidar sus espaldas, no quiero que nada malo le suceda somos uña y mugre. Además de ser lo único a lo que le puedo llamar familia en este infierno.— sorbió los mocos, quien diría que un PM lloraría en frente de mi mostrando debilidad... Nadie.. Creo que esto no lo veo venir todos los días. Y también él que dijo que un hombre no llora mintió. Somos orgullosos... Pero cuando se presta él sentimentalismo es inevitable. — Conozco a la mayoría de los que trabajan con papel gracias a Ed, pero aun no sabemos de la existencia de dos. Por cierto me había comentado de que querías escapar de aquí. No lo hagas Salomón cancela esos planes, Mendéz te tiene muy en la mira...

—¿Entonces que quieres que haga?.— le corté.

—Paciencia.— me pidió.

—Es lo que menos tengo.— bufé.

Mario y Lucas estaban juntos Parados en el umbral de la celda. Dávila, frunció él seño.

—¿Y ellos son..

—Mario y Lucas.— Le corte nuevamente.

—¿Los conoces?.— Interrogó.

—No muy bien que digamos, pero si.— asintió ante mi respuesta.

—¿Pasa algo muchachos?.— les interrogué mientras fijaba la mirada en Lucas, este trago muy nervioso. La mirada color miel de Mario, inspiraba secretos demasiados para ser exactos.

—No, nada solo pasaba a ver como estabas.— dijo un Mario un tanto serio.

Fijo su mirada en las vendas que traía en las manos, luego apartó la vista asintió y retrocedió un poco.

—Estoy mejor que nunca. — respondí. Recordé que debía ir a enfermería. —Con su permiso, debo ocuparme de otras cosas.— dije para retirarme del lugar sin sospechas. Dávila entre cerro sus ojos, asintió y se dirigió hacia la celda de Ed.

Caminaba por un pasillo, un tanto solitario, las paredes son tan blancas que parecía que estuviera en un psiquiátrico. Algunos cuadros colgaban uno era de José Trinidad Cabañas, y él otro de El General Francisco Morazán. Pura historia de Honduras los dos cuadros, ya las otras eran figuras sin sentido y algo abstractas. La puerta al fondo era de un tono de color pastel. Y en él techo estaba repellado con tabla yeso, de este mismo colgaba una candela bastante moderna, por lo menos tiene sus cinco bombillos formando una flor y él del centro era un bombillo normal.

Me paré en la puerta escuche voces, pero no se me apetecía chismorrear a esa hora. Así que le di dos toques suaves.

—Adelante. — dijo la voz tétrica del doctor.

Giré la perilla y entré, adentro no había nadie, eso significaba que estaba hablando por teléfono o vía skype.

Sus ojos me repasaron varias veces escaneando él posible problema que debía tener a altas horas de la madrugada. Cody había dicho que fuera y esperaría mi regresó para cerrar la celda.

—¿A qué debo tu visita, Salomón?. — interrogó alzando una ceja, mientras sus inquietos dedos amasaban algo... Se podría decir que es plastilina.

Me siguió analizando atentó, su bata de doctor no la llevaba hoy, y se podría deducir que esta aburrido de su que hacer en la prisión, aseguraría o apostaría todo por que sé, que busca empleos en otros lados.

Sus hilos de plata colgaban por todas partes, las líneas de expresión se daban a notar en su rostro, estaba por entrar a la tercera edad. Parecía que se afeito hace mucho.

Por no ser descortés le respondí algo preocupado.

—Por esto. — le dije destapando las heridas que llevaban mis manos.

Las observó detenidamente. Y se asombró de él grado de heridas que tenía por cada dedo de mi mano derecha. En la mano izquierda no fue tan grave.

—Me podrías explicar, ¿como rayos te hiciste eso?. — interrogó.

Mis labios formaron una linea fina, no sabia si mentirle o decirle la verdad.

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