C24: Secuestrada.

6 2 0
                                    

De nada me servía tratar de ganarme la confianza, por que siempre estaba por delante de mi. La otra noche escuché que discutía por el celular con alguien pero no logré alcanzar a oír que era por que me encontró y me alzó como un saco de papas sobre su hombro y me llevó a lo que llamaba mi nueva habitación.

Me castigó por así decirlo, y me cerró la puerta con llave. No he salido en todo el día. Y tampoco eh querido comer.  Ha llamado para el almuerzo a mi puerta pero no, no quise y ni loca comeré.

—Aquí dejo tu cena. — dijo del otro lado de la puerta.

—¡JODER!, ¡DESAPARECE DE UNA VEZ!. — grité a todo pulmón.

No se escuchaba nada al otro lado, me dio la llorona. Me derrumbe a llorar. Mi mamá, mi papá... Los extraño. Ya tenia dos días de estar aquí y como los echaba de menos.

Si quería tenerme así como una esclava mejor que me matará, no se que planea hacer conmigo ya he respondido sus estúpidas preguntas y aun no me cree. ¡Lo odio!.

No quería estar así y tomé una decisión muy estúpida. O me mataba él ó lo hacia yo. Así que me limpie las lágrimas de mi rostro, me levante del suelo y me puse a buscar algo corto punzante para cortarme.

Y así sería mi fin joder, moriré sola desangrada por mi propia mano y sin mis padres. Me volví a derrumbar no soportaba estar encerrada en esa casa. Ahora que lo pienso hasta mi empleo perderé. Y como tengo cuarenta y ocho horas desaparecida, me estarán dando por muerta. Lo más seguro.

Encontré en un cajón unas tijeras, le puse seguro desde adentro pot si se le ocurría entrar a asegurarse de lo que estaba haciendo.

Me dirigí con paso tembloroso hacia la puerta del baño, y otra vez me solté a llorar.

Nunca conocí el amor, nunca tuve una primera cita y ahora todo acabaría aquí. Qué irónico.

—Papito Dios, perdoname por la estupidez que haré pero tu sabes que no puedo estar así eso me duele no estar con mi familia. Se que tu eres el único que puede quitarnos las vida. Aceptó que nunca fui la hija obediente que siempre quisieron.  Perdoname por que siempre les dedique poco tiempo a mis amados padres. Gracias por llenar de felicidad mi vida. Amén. — susurré a lágrimas.

Me levanté para cerrar la puerta del baño. Me senté en el suelo y me acerque a mi muñeca de la mano derecha la tijera.  Empecé suave y luego presione a fondo el filo hasta que apareció una gota de sangre que lo acompañaba un hilo después salía a chorros.

Dolió mucho pero duele más no estar con mi familia.

Hice el mismo procedimiento con la otra muñeca. Me sentía débil. Ya había mucha sangre en él suelo mi fin se estaba acercando.

—Adiós mundo cruel. — mis labios a puras penas dijeron esas palabras, y mis párpados pesaban demasiado, no aguante tenerlos por más tiempo abiertos y los cerré.

Sentí como él sueño abrazador de la muerte me a cobijaba entré sus brazos.  Y con cada gota de mi sangre la vida se iba poco a poco.

***

¿Qué estará haciendo? Me preguntaba del otro lado de la puerta, sabia que era muy rebelde. Pero necesitaba saber ¿Cómo me reconoció?. Tenia claro que no la iba a matar, no sé pero desde que la vi algo dentro de mi se removía por dentro. No sabría explicar ¿el qué es? O ¿qué me cautivó?.

Vi un brilló especial en sus ojos. Me reconoció lo sé. Sus ojos tenían ese brillo especial de conocerme desde siempre.

Necesitaba hablar otra vez con ella pero, no sabía como empezar esa conversación, sin terminar en una discusión.

Odio que se comporte como una adolescente precoz.

Escuché como lloraba, sin control. Luego de media hora oí que había metido seguro a la puerta de ese lado del cuarto luego volví a escuchar otro sollozo.

Murmuró algo que no entendí para nada. Escuche cómo se metía al cuarto de baño y cerraba la puerta. Luego de unos minutos de silencio absoluto.

Me comía las uñas pensando, silencio no se escuchaba nada esto me encendió las alarmas en mi fuero interno.

—¿Estás ahí?. — fue lo poco inteligente que pude preguntar y que me vino a la mente.

Silenció absoluto fue lo que recibí por respuesta. Me desesperé tanto que le di una patada a la puerta y esta se abrió a la primera contaba con una fuerza bruta por lo que me pasaba ejercitando.

La busque en la habitación y no estaba observe las ventanas y estaban con seguro. No pudo escapar entonces me dirigí al cuarto de baño.

Y vi sangre al entrar, mucha para ser exactos. Me jale los pelos, no a ella no. Esto no me tenia que estar pasando. Entre en estado de shock. Recordé las fotos que me enviaron de la muerte de mi madre cuando la cercenaron.

Reaccioné después del transe me aseguré de que tenia pulso por suerte aun estaba viva.

—Dios se que no soy quien para pedirte esto pero, ayudame.
Ayudame a salvar esta vida. — le pedí de rodillas y con los ojos cerrados y el cuerpo de la cipota en mi pecho.

Desgarre las mangas de mi sudadera negra y le hice  torniquetes en las muñecas para que la hemorragia parará.

Tome las llaves de mi carro y salí hacia el hospital, como alma que lleva el diablo.

En veinte minutos llegaba al Mario Catarino Rivas de  la ciudad de San Pedro Sula, así que aceleré el carro como si mi vida dependiera de ello. y lo puse en último para llegar rápido al lugar, no me importó pasarme el semáforo o rebasar algunos carros. Necesitaba salvarle.

Cuando llegué me apresure a bajarle y salí disparado hacia el hospital con su cuerpo que yacía desvanecido entre mis brazos.

—¡LLAMEN AL DOCTOR QUE SE ESTÁ MURIENDO!. — grité con el poco aire que tenia.

FugitivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora