C34: Nos vamos

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Caminaba de un lado a otro desesperado era la segunda vez que la llevaba a un hospital. Me empieza a atrasar en el camino debo huir ya. Ya había firmado el alta después de tres días de mejoría. Nos larga vamos de ese maldito lugar.

—Nos vamos. — me dijo Mané llegando a paso lento.

—¿Por qué te tardaste tanto?.— le pregunte exasperado.

—El doctor llegó y me empezó a dar indicaciones de como cuidar bien de las heridas. — dijo encogiéndose de hombros.

— No crees que fue mucho tiempo ¿no?.

—Como sea, soy yo la de las heridas no tú, así que vámonos.— fue la primera vez que la escuche decirme algo frío.

Todo el camino permaneció callada, como si pensará en algo muy detalladamente.

—¿En que piensas?. — le interrogué curioso.

—¿Desde cuando te ha importado?.—vuelve a responderme fríamente.

—ok, ¿Ahora dime que te hice para que estés así conmigo?.

—En realidad quieres saber, ¿Qué me hiciste?.— gritó lo ultimo con sarcasmo.

—Sí.— le contesté sin rechistar.

—Bien, lo que putas me pasa ni tu ni nadie podrán dármelo.— soltó  en sollozos.

La verdad que no entendía a que se refería con que "No podrán dármelo". Y más me confunde con esa lloradera que le ha dado. Creo que es un cuadro hormonal de histeria de una adolescente precoz ni más ni menos.

—No entiendo explicate mejor.— le dije capturándola con la mirada. Sus ojos marrones estaban demasiado triste, por un momento llegué a pensar que era algo grave.

Rió entre lágrimas.

—Un asesino como tú nunca lo entendería. — dijo con todo el veneno en su pecho.

Auch dijo mi subconsciente. Fue la gota que derramo el vaso. Me estacione a orilla de carretera nos dirigiamos hacia El departamento de Colón por mientras pensaba como trasladarnos muy lejos de aquí después.

Salí del auto que había robado, hecho furia abrí la puerta donde estaba ella.

—Sal del auto ahora. —le pedí, sus ojos marrones se abrieron de par y me miraban muy expectantes.

Cuando salió del auto, le cerré la puerta de este de un sólo portazo. No estaba para juegos me cabreó mucho con lo que dijo.

—Ahora responde esto de una maldita vez, ¿Qué es lo que un asesino como yo no entendería?.— le interrogué mientras mis nudillos se volvían muy blancos de tanto apretar.

Guardo silencio  muy incómodo. No quería responder. No Mané, haz logrado que mi furia salga ahora me tendrás que aguantar.
Sin pensarlo mi nudillo se estampó contra el vidrio del carro quebrándole a mil pedazos.

Empezó a brotar sangre de estos. Ya no sentía el dolor. Me acostumbre a ello desde que mamá murió y en prisión me torturaron de lo peor.

—Me dirás o te lo tengo que sacar. — dije amenazante.

Sus ojos se cristalizaron, en ese momento fue doloroso. Me acorde de ella de mi madre. Ella rompía a llorar como una nube de agua. Sus labios carmesí se hincharon. Por un momento me pregunté que seria besarlos nuevamente. Recuerdo la primera vez que la besé, fue muy inesperado de mi parte.

Realmente no se que hago pensando en besos, pero es que sus labios me tenían algo distraído.

Separo sus labios para hablar.

—El doctor llegó a mi habitación, y me dijo que sabia quién en realidad eras tú y quien era yo. Me dijo que si te distraía mientras yo escapaba de tus garras. Pero por temor le dije que no. Al final en el televisor estaban pasando una noticia de una masacre. ¿Y sabes quiénes eran?. — me dijo rompiendo a llorar.

Lo comprendí todo. La verdad tenia razón de estar así conmigo. La abracé sin pensarlo tanto. Sé lo que se siente pero nunca a su punto de vista como una persona normal.

Lo admito soy un asesino, pandillero drogadicto y ratero... Y nada cambia el hecho que no sentiré dolor ajeno. La vida me llevo hacia ese punto de no sentir dolor. Nunca he llorado por algo en concreto, si no más por la muerte de mi madre.

—Yo debía de pedirles perdón. — gritaba eh hipaba. Debía de sacar todo ese dolor.

No sabia que decir para consolarla, lo mejor que podía hacer es guardar silencio y que mi compañía la consolara un poco.

—¿Por qué Dios?. ¿Qué hice para merecer esto?. Papito... Mami... ¿Por qué?. Me prometieron nunca dejarme sola.— se estaba derrumbando.

Estuvimos casi media hora fuera del carro sentados y abrazados, ella aun se quedaba perdida su mirada lo decía todo.

—oye ¿Estas mejor?.— le pregunté un poco ¿Preocupado?.

Se limpió las nuevas lágrimas que estaban por surgir de sus ojos. Y me observo a los ojos, estaba deprimida aún se podía notar que el brillo especial de sus ojos se había apagado en ese momento de tristeza.

—Si, un poco mejor. Si quieres nos podemos ir.— respondió con su voz ronca.

—Dale. — le respondí, la ayude a levantarse. En un movimiento rápido le abrí la puerta del carro. Ella subió.

Cinco minutos habían pasado, e íbamos en un silencio sepulcral. No sabia el ¿cómo? salir de ese silencio incómodo que nos encontrábamos. De un momento a otro recordé el beso que le di la primera vez.

Sus labios eran tan suaves, tan inexpertos. Mientras mi boca y mi lengua traviesa atrapaban esos labios una y otra vez. Como en un vaivén. Juro que lo disfruté. Era como si el destino hubiera querido que nos encontráramos. Éramos como las piezas de puzzle encaja vamos correctamente. Aunque sé, que ella no pensara en lo mismo. 

Ella tiene un concepto distinto de mi... Me odia, sabe que la lastimó, no físicamente ...Pero mis palabras dejan heridas profundas.

Nunca seré como una persona normal, soy sádico... Masoquista. Y mi pequeña personalidad no me ayuda en nada. Mas que para arruinar los problemas.

Mi silencio era tan sepulcral pensaba mucho los pro y los contra de mis acciones dadas y si en caso... ¿cómo se iba a tomar mis acciones?. No lo pensé mucho, paré un momento él auto. Ella me observaba muy expectante. Coloque mis manos en su mejillas, eran tan cálidas. Sin pensarlo más, me acerque y le di un besó.

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