Prólogo.

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La oscuridad se acumulaba en el cuarto de Alex. Sus párpados bajados solo era un intento para formular el sueño, siempre en vano, un tiempo perdido que nunca podrá recuperar. Se removía en la cama constantemente, incapaz de cederle a su cuerpo un descanso por toda la dura jornada de los últimos dos días. 

Podrían convertirse en dos escasas horas de sueño, pero parecía que el infierno se volvía lentamente más profundo e hiriente. Sentía como una emorragia interna aumentaba a medida que aquellos recuerdos se visualizaban en sus sueños. Las siluetas perfectas, las miradas dolidas o los movimientos nostalgicos.

Abrió los ojos finalmente, encontrándose con la imagen de su techo oscurecida a causa de la falta de luz solar. Un suspiro débil de escapo de sus labios, siendo el único ruido que inundó la habitación por unos momentos mientras las cuestiones volvían a atormentar su cabeza: ¿por qué aquel recuerdo le perseguía? ¿Por qué algo indeseado se repetía constantemente? ¿Por qué le dolía tanto? Y la más importante...¿por qué tenía que ser real?

Se impulsó lo suficiente para levantarse. Encendió la lámpara de la mesilla de noche, y se dirigió con pasos cansados hacia la estantería de la pared de la derecha. La dificultad se basaba en localizar su teléfono móvil mientras la penumbra le rodeaba.

Después de varios minutos limpiando el polvo acumulado en las esquinas de la madera, y sobre las tapas de algunos libros, encontró el teléfono boca abajo, vibrando levemente para notoficar un nuevo mensaje.

Llámame, estoy muy preocupado por ti -Oliver. 11:15 p.m. 

Hacía un par de días desde que Alex y su mejor amigo habían conversado por última vez. Desde que Oliver asiste a rehabilitación, todo se complicó entre ellos. Ya fuera simplemente por la costumbre de asistir a fiestas o beber en casa del otro para liberar tensiones. Lentamente la distancia se estaba alimentando de una amistad que se agotaba por los problemas personales de cada uno.

Buscó entre sus contactos el número de Oliver. Presionó la opción de llamada.

Se aproximaban las dos de la madrugada. El reloj que colgaba de la pared señalaba, concretamente, que faltaban aún diez minutos para dar en punto. Dudaba del estado adormilado de Oliver, porque era ese tipo de chico que carecía de inmonio, pero prefería quedarse despierto a enfrentarse a lo que su cabeza le tenía preparado en sus sueños.

Pasaron cuatro tonos. Alex no era un chico desesperado por tener una conversación con su mejor amigo, pero cuando le hacían esperar, comenzaba a sentirse tentado por explotar en una ira desconocida para él de su propio ser.

—Como no sea una llamada importante juro que me comeré a toda tu familia y criaré a tus futuros hijos como si fueran míos.

El tono ronco de su voz indicaba que había guardado silencio durante bastante tiempo, seguramente en el intento de encontrar el sueño, a pesar de desear no hacer, había sucumbido ante el cansancio y los párpados pesados.

—Pensé que querías hablar conmigo —habló Alex con timidez.

Se escuchó la incorporación de Oliver por el otro lado de la línea. Los muelles de la cama resonaron por los oídos de ambos unos momentos.

—¿Qué ha pasado? —los toques roncos en el hablar del muchacho provocaban un curioso sentimiento de nostalgia en Alex; le recordaban a una persona en concreto que deseaba ver más que nunca, pero que se resentía o las consecuencias serían notorias—. Nadie sabe nada de ti.

—Sólo...despreocúpate.

Un silencio repentino inundó la conversación. ¿Aquella desconocida voz apagada era tan pesimista como aparentaba, o solo era a causa de un fuerte bajón de autoestima? Sus mentes se habían vaciado de dudas, respuestas o contradicciones ante las objecciones del contrario. Ambos sentían un vacío profundo en su interior que impedía mantener una charla como las de antes.

Los segundos pasaban, y los pensamientos de Oliver se estremecían de tan solo plantearse la idea de estar perdiendo esa actitud que envidiaba de Alex. ¿Cómo era posible que la tristeza, la desilusión o la desesperanza se alimentara tan rápido de un corazón tan noble?

—Sé que estás roto —logró decir finalmente Oliver; la atención de Alex se centró en sus palabras, temía que nombrase a la persona menos indicada en aquellos momentos, temía que su voz no se cortase cuando pronunciase las letras que formaban su nombre...temía que el corazón que tanto dolor le producía golpease más fuerte cuando escuchase sus apellidos, o el mísero sonido de sus iniciales—. Y sé que es por Jack.

Parecía como si un martillo hubiese chocado variadas veces a propósito contra el alma de Alex. Su mente tornó a un tono enrrojecido que anunciaba un estado deprimido, con una respiración dificultada y mucho sufrimiento proveniente de una tortura diaria en el recuerdo de un pasado feliz. 

—No.

Quizás aquella negación por parte de Alex fuese limitada, demasiadas pocas letras para expresar todos los sentimientos que impedían funcionar correctamente sus sentidos. ¿Pero cómo controlar un tren descarrilado? ¿Cómo parar a un coche con los frenos cortados?

Un suspiro proveniente de la otra línea no tranquilizo a Alex, solo le indicó que se aproximaban tardes junto a su mejor amigo para intentar recuperar una persona que nunca volverá. Porque el primer amor nunca se olvida, y mucho menos si se pierde al siguiente día.

—¿Alguna vez has pensado en ir acompañado a verle?

—No.

—Alex —le nombró con seriedad.

Entre los sentimientos de Oliver y Alex no se encontraba demasiada diferencia. Ambos se encontraban en un camino desorientado que no les daba pistas por donde proseguir, simplemente se guiaban por un instinto no demasiado fiable.

—Te recuerdo que no eres el único que está sufriendo —el alma de Alex fue disparada por una flecha en llamas, que comenzó a consumir con un poco más de rapidez la poca esperanza que lo mantenía con vida—. ¿Crees que Jack está afrontando con facilidad un cáncer solo? Su familia no puede estar todo el tiempo con él, y todos sabemos que la verdadera persona que puede sacarle una sonrisa eres tú. Solo te pido que me acompañes a verle el miércoles por la tarde. Me quedaré toda la noche con él...espero que tú lo hagas también.

Un nuevo silencio se formó nuevamente entre ellos, siendo roto al instante por las palabras de Oliver.

—Tú eres su pareja. Tú eres ese que debe estar ahí para alegrarle lo que le queda. Porque como ya sabes, es un cáncer terminal, y de eso no queda mucho para la tumba.

—¿Y por qué no puedo estar con él? —una lágrima humedeció sus pómulos; Oliver tragó saliva, sintiendo como su garganta se secaba mientras su mejor amigo sollozaba debilmente—. ¿Por qué cuando pienso en la idea de sujetar su mano otra vez los pulmones no me funcionan bien?

—Porque te sientes impotente. No eres capaz de ayudar a la persona que más te importa, y tu cuerpo actúa de esa forma para intentar alejarte de él. Pero es mejor que vuelvas a su lado, estará mejor contigo que sin ti.

almas que se consumen ☹ jalexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora