Mike suspiró sonoramente.
La sala estaba completa de una frialdad común en el empezar del otoño. Desde las grandes ventanas lograba divisar las hojas derruirse con el empujón del viento contra el suelo; una tenue manta comenzaba a formarse al pie de los árboles.
Presionó la goma con forma de nariz entre sus manos, el hilo colgaba por su muñeca simulando un pulsera de las dimensiones de su cráneo.
La frialdad de las palabras de su hermano mayor se resistían a correr lejos, y permanecían flotando con cuidado en el aire, como si una brisa repentina fuese a agrietarlas hasta la desaparición. Vic había sido rudo con él, pero comprendía su estado.
Su mirada ascendió por el lavabo, hasta finalizar en el espejo en frente de él. Un gorro amarillento, con un lazo violeta de lunares blancos, descansaba sobre su cabeza, una sonrisa maquillada de un tono rojo pasión formulaba una parente felicidad para los niños enfermos que Mike envidiaba notoriamente.
Después de transcurrir sus primeros días en el hospital, descubrió que los pacientes apreciaban las prendas de calle. Los doctores no comprendían sus razones, pero Mike las comprendía a la perfección y se equipaba demasiado poco para sus actuaciones de dos minutos en las habitaciones. Finalmente, pasó la goma al rededor de su cabeza.
—Vamos, Mike, tú puedes —intentó mostrar una sonrisa convencente a su reflejo.
En los últimos días, los padres le preguntaban sobre su estado, se les presentaba una angustiosa tristeza al verle; parecía que sus chistes y acciones se habían pagado, tanto como su alma, que se consumía en un incendio llamado soledad.
—Un poco más grande y será totalmente real, seguro, vamos. ¡Eres bueno en esto de hacer feliz a la gente! ¡Debes saber como hacerte feliz a ti!
Pero no conocía su propio gusto humorístico, ni mucho menos las verdaderas razones para comportarse de aquella manera.
¿Cómo podían creerle sus mentiras con tanta tristeza bajo una mirada oscura, llena de angustia y tragedia? ¿Cómo conseguía que todos creyesen sus afirmaciones sobre su buen estado de autoestima? Sus perezosos movimientos, los giros repentinos de bromas o el leve contacto para hacer cosquillas a los pacientes jóvenes comenzaban a aumentar.
¡Rogaba ayuda por todos sus sentidos pero ni una mísera persona se percataba de su estado real!
{...}
—¡Wow, Mike, ¿cómo lo hiciste?! —cuestionó sorprendida la pequeña Tara, tomando el ramo de flores que Mike le cedía.
Las últimas semanas se había dedicado a la renovación de sus trucos de magia más conocidos y famosos. Además de eso, había logrado hacer reír hasta a los adultos de la habitación, y eso se merecía un descanso después de dos duras horas de trabajo contínuo.
—¡Es la magia de vuestra risa! Cuando estáis felices, yo soy un mago admirable —se frotó la barbilla.
La hermana mayor de Tara, la cuál sufría de cancer desde hacía algún tiempo, sonrío timidamente. En secreto había logrado admitir que sentía algo por el payaso del hospital. Sus chistes, trucos de magia, palabras, expresiones, acciones, bailes tontos o sonrisas agradecidas se convertían en la razón por la cual seguía luchando.
—Sigues siendo guapo aún así, Miky —dijo tímida la mayor de las dos, cuyo nombre era Sofie y tenía una curva ascendente en su rostro envidiable en tamaño.
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almas que se consumen ☹ jalex
Fanfic"Hay almas a las que uno quiere asomarse, como a una ventana llena de sol." -Federico García Lorca. padaledger © Todos los derechos reservados.