001: «I'm the one who haunts his dreams at night»

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Hacía varios días que Alex soñaba a trozos un recuerdo que reconocía al instante. Divisaba los perfectos y anchos hombros de Jack formando una silueta masculina, su mirada fija en sus expresiones faciales, unos labios entreabiertos en la espera de una respuesta adecuada. Era aquella parálisis de sus extremidades, o la profunda presión en su tórax que se formaba lentamente, la que le impedía pensar una manera correcta de reaccionar.

La peor parte de todo era el momento decisivo, cuando Jack formulaba las palabras que asesinaban con torturas medievales al corazón de Alex. Ambos conocían las consecuencias de aquel anuncio inesperado, de aquel hecho que cambiaría la vida de todos los que les rodeaban, pero mucho más las de ellos dos.

La pronunciación de sus labios se volvió muda, Jack se volvió silencioso y el corazón de Alex se aceleró notoriamente. Sus ojos se abrieron como platos, en la espera de que recuperara su voz, a pesar de seguir hablando sin sonido. Estaba nervioso, no conocía lo que debía hacer.

El insoportable sonido de una alarma resonó en su cabeza, suplantando a la espera de la voz de Jack. Alex presionó sus párpados con disgusto, y ascendió sus manos hasta sus orejas para taponar los posibles sonidos que le atormentaran.

Finalmente, su atención se posó en el insoportable despertador que descansaba cercano a él. Vibraba levemente en la mesilla de noche, y mostraba una hora cercana a las nueve de la mañana.

—Sois una familia de marmotas —escuchó desde la puerta de su cuarto.

Sus ojos se desviaron hacia la voz. Familiarizó el cabello desordenado y castaño con Oliver, además de la delgadez que contaban sus extremidades o el abrigo de camuflaje que usualmente vestía. Bajo sus globos osculares habitaban dos medias lunas violáceas, acompañaban a la perfección al tono palidecido de su tez. Aparentaba cansancio, escasas horas de sueño o haber recaído nuevamente en el alcohol.

Quizás las tres opciones mezcladas en la batidora de sorpresas que tiene la vida.

No se sorprendió ante la repentina presencia de su mejor amigo en su habitación, ni mucho menos de su aspecto descuidado. Porque Oliver estaba pasando por etapas dolorosas, y Alex le había permitido entrar a la casa de sus padres —dónde él residía antes de internar en alguna universidad del extranjero— cuando lo viese necesario.

Un vago recuerdo de su conversación nocturna de hace tres noches apareció en su cabeza. No era un día apropiado para planear una visita a Jack, y mucho menos verse obligado a observar sus movimientos animados, o los intentos de bromas aceptables para animar el ambiente. No era un buen día para admirar la belleza de su rostro, la pereza de sus pestañeos, sus andares hacia una amistad cercana para unirse en un abrazo cariñoso. 

Habían transcurrido seis días desde la última vez que se concienció de visitar a Jack al hospital, pero fue un envidiable cobarde y permaneció en la puerta del cuarto del chico, admirando como dormía tranquilamente. Sabía que él estaba bien, pero que le añoraba.

La señora Barakat le había explicado que cada día, como en cada terapia que había tenido y se había ausentado de su cuarto, preguntaba por sus visitas. Alex aceptó sonriente a que le explicase que había estado acompañando su sueño, junto a ella, pero que a causa de razones familiares había tenido que abandonar la estancia a su lado.

Oliver seguía sentado en el suelo, con las rodillas pegadas a su pecho mientras su mirada se había posado en Alex, y no se había despegado. No se había levantado de la cama, solo se limitó a apagar el impertinente despertado y mirar al techo en silencio. Ninguno sabía que decir acerca del tema de Jack, porque hería con tan solo pensarlo.

—¿Cuál es la urgencia? —susurró adormilado Alex, sentándose con delicadez en el borde de la cama.

—Quiero estar con mi mejor amigo.

almas que se consumen ☹ jalexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora